Cuando Tom llegó ya estaba muerta, la habían cortado el cuello de izquierda a derecha como a las otras, la había encontrado un hombre mientras paseaba a su perro por aquel recóndito paraje, el animal olió el cuerpo que ya había empezado a descomponerse. El forense creía que llevaba varios días muerta, a pesar de que el calor reinante había acelerado el estado de putrefacción. El médico apunto el día de la muerte entre el sábado y el domingo anterior, precisaría más cuando realizara la autopsia.
Laura estaba bailando en la discoteca con sus amigas como cada sábado noche, riéndose y divirtiéndose, de vez cuando apartaba algún moscón que otro, que solo quería intentar meter mano o llevársela al huerto. Ella odiaba los polvos de una noche, siempre decía que el día que perdiera la virginidad sería con el hombre del que estuviera enamorado y supiera que era el amor de su vida.
Lo que no sospechaba, era que aquello jamás sucedería, alguien la había estado mirando desde que salio a la pista de baile y vio en ella una victima propicia para sus deseos. Esperó a que fuera al servicio, la había visto ir anteriormente un par de veces y no era de esas chicas que tiene que ir acompañada de una amiga. Él supo que ese era el momento.
Él sabía que allí encontraría lo que buscaba, ya había estado en otras ocasiones y conocía el local perfectamente; en el pasillo de los servicios estaba una de las salidas de emergencias y sabía que al abrirla no sonaría la alarma, no tenía el sistema conectado, así que si salía por allí no se enteraría nadie.
Tenía aparcado su coche en el callejón, era un monovolumen. Lo dejo allí porque no había cámaras y tenía poca iluminación, todo se le ponía a pedir de boca, ahora solo tenía que encontrar la victima perfecta.
Cuando la vio ir hacia el pasillo de los servicios fue tras ella como si el también se dirigiera al servicio de hombres, la alcanzó a la entrada, se miraron y él le sonrió, ella se la devolvió la sonrisa sin mucha gracia y siguió su camino sin mirar atrás, de haberlo hecho se habría dado cuenta que él no había entrado en el water, sino que lo tenía detrás, cuando sintió su presencia y fue a girarse, era tarde, él la tapo la boca con un pañuelo empapado en cloroformo y ella se desplomo en sus brazos sin conocimiento.
Aquel era el momento más comprometido de todos, tenía que salir sin ser visto, aunque si alguien le veía, diría que era su chica que había bebido más de la cuenta y la sacaba a tomar el aire. Aunque eso podía desbaratar sus planes. No podría llevársela porque en cuanto se dieran cuenta de la desaparición la buscarían y no tardarían en acordarse de que le vieron salir con ella por la puerta de emergencias. Nadie lo vio, metió a la chica en el maletero, se montó en el coche, arranco y desapareció calle abajo.
Laura empezó a despertarse, un dolor de cabeza le atormentaba, y una sequedad en la boca le rasgaba la garganta como una lija. Estaba desorientada y no recordaba nada. —¿Dónde estaba? Se preguntó—A su alrededor había una gran oscuridad y ese traqueteo que notaba la desconcertó durante un rato. —¿Cómo había llegado allí? —Intento recordar. Se encontraba en la discoteca con sus amigas, y le entraron ganas de ir al baño, y fue, sola como siempre, alguien iba detrás como otras tantas veces, ni se giro para ver quién podía ser, de repente noto que una mano le tapaba la boca y la nariz con algo y que un olor rarísimo no la dejaba respirar. Todo se volvió negro hasta que se ha despertado aquí. —Me han secuestrado —pensó— Mientras un ataque de pánico se apoderaba de ella. Empezó a buscar una salida y fue cuando se dio cuenta que se hallaba en el maletero de un coche en marcha. No pudo más y comenzó a gritar. — ¡Socorro! Que alguien me ayude, estoy aquí encerrada. Por favor… ayuda—. Gritaba sin mucho éxito.
Tom se dirigía hacía su casa. Había sido otro día duro, desde que por la mañana encontraran el cuerpo de aquella chica en aquél recóndito paraje hasta ahora había pasado doce horas de arduo trabajo y estaba como al principio, sin nada a lo que agarrarse. Sin una pista de la que poder tirar y con una chica más en el deposito. Una chica joven con toda una vida por delante, que no tendría que hallarse en aquella mesa fría de acero inoxidable, si no en su cama y con su familia. Maldito hijo de puta —maldijo dando un golpe al volante— Te voy atrapar y cuando lo haga no habrá juez que te condene —continuo diciendo en voz alta de el interior de su coche, cuando la emisora rompió el silencio. — ¡A todas la unidades. Una chica ha desaparecido de la discoteca Xanadu! Hace aproximadamente un par de horas es rubia, ojos verdes, metro sesenta y siete. Vestía pantalón marrón y camisa blanca, zapatos marrones de medio tacón. — Al escuchar el aviso Tom cogió el micrófono y contesto a la llamada.
— Aquí el detective Tomas Robles me dirijo al lugar de los hechos, llegaré en cinco minutos.
— Oído detective, cambio y corto. — Tom puso la sirena en el techo del coche y acelero en dirección a la citada discoteca.
—Cállate. O lo vas a lamentar— Le grito él —Deja de gritar zorra o tendré que dormirte otra vez, quiero que estés muy despierta para lo que te tengo preparado. — le dijo mientras conducía por la nacional hacía un paraje que conocía y sabía que nadie lo podía molestar. —No volvió a escucharla en todo el camino.
Al cabo de media hora se desvió de la carretera y cogió una pista forestal que le llevaría a su destino. En su cara se dibujo una sonrisa ante la imagen que se formaba en su cabeza de lo que venía en un rato.
Cuando Tom llegó….
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