jueves, abril 25 2024

La plaza de “Pedro de Valdivia”

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Llevo aquí desde que a D. Antonio Miguel Romero. El entonces alcalde de esta mi ciudad, decidió homenajearme y hacer la estatua que soy hoy día. Mi nombre es Pedro de Valdivia, hijo de esta hoy ciudad, Villanueva de la Serena. Nací en esta villa el 17 de abril de 1497 y mi muerte se produjo en Chile allá por el año 1553.

Ahora me encuentro frente a la que fue la casa que me vio nacer. Y quiero hablaros de lo que mis ojos han visto, desde que fui homenajeado y colocado en este mismo lugar, allá por el 1929 cuando el entonces el Sr Presidente del Consejo de Ministros don Miguel Primo de Rivera vino a quitarme el velo que cubrían mis ojos, o sea a inaugurar mi estatua. Pero como digo, no vengo hablar de mí, que para eso ya están los libros de historia, que cuentan muchas verdades y algunas que no lo son tanto.

Estoy emplazado frente al edifico del ayuntamiento, es un lugar privilegiado desde donde contemplo, todo lo que es la plaza de España, hasta la parroquia de la Asunción y parte de lo que es la calle de los baldosines. (como se la conoce coloquialmente, aunque su nombre actual es calle Ramón y Cajal, por el premio Nobel de medicina de 1906) También puedo ver lo que fue en su día el casino de los señoritos, bajo los soportales de la plaza.

En aquel tiempo, me refiero a cuando me emplazaron todos los años pasaban los rebaños de ovejas, venían realizando lo que era la trashumancia, era bonito ver a miles de cabezas de ganado pasar a tus pies, aunque me hacían tragar una cantidad de polvo, que estaba luego días enteros estornudando y rezando que lloviera para que me quitara toda la mugre de encima, aún así me encantaba verlas pasar dos veces al año, cuando salían a finales de primavera para las comarcas del bierzo, y cuando regresaban para el otoño.

Era un placer oír los cencerros desde lejos y como iban aproximándose poco a poco, el balar de los borreguillos que habían ido naciendo a lo largo del camino e iban detrás de las madres, algunos más chicos los llevaban los pastores a cuesta, al haber nacido  el día o la noche anterior.

Los sábados venían los comerciantes a vender sus productos y se ponían alrededor de la plaza, donde los vecinos de la entonces Villa, hasta años más tarde no sería considerada pueblo y posteriormente ciudad. Pero para eso han de pasar unos cuantos años, que os contare en su momento.

Todos los años se celebraba una feria de ganado muy conocida a nivel regional e incluso nacional, venían todo tipo de animales, burros, mulos, asnos, caballos, vacas, ovejas, cabras e incluso aves de corral. Había una gran confluencia de gentes de todas los estatus, unos comprando para reponer o ampliar sus especies y otros que andaban necesitados y se veían obligados a vender para subsistir. A veces se ponían lo suficientemente cerca como para que los oyera en los tratos y no podía decirles a unos embusteros y a otros timadores. Pero me divertía tanto, con unos como con otros.

Hasta que trasladaron la feria, luego con el tiempo me entere que se la habían llevado al arroyo de Doña María, en las afueras del pueblo. Oí decir que al ser ya un pueblo in crescendo no estaba bien visto que la feria se realizara en la misma plaza. Con el tiempo, el mercado de los sábados también se traslado a la plaza de los Conquistadores.

Por lo que el aburrimiento y el hastió llego a la plaza, que solo se veía animada un poco los domingos y fiestas de guardar que era cuando las mozas y los señoritos salían de misa y se paseaban por la plaza haciendo gala de sus vestimentas de última moda, mientras los mozos se ponían bajo los portales a piropear a las jóvenes que se pavoneaban por la plaza buscando el beneplácito de aquellos picaros mozuelos. ¡Ah! La de parejas que he visto salir por las puertas de la parroquia como matrimonios, parejas que se juntaban en esta plaza y comenzaban su noviazgo bajo mi mirada y la de las carabinas que llevaban siempre cerca para evitar que los muchachos se acercaran más de la cuenta.

En las noches claras de verano oía la música que salía por los ventanales del piso superior del casino de los señoritos, donde bailaban hasta bien entrada la madrugada, y el alguacil iba a llamarles la atención. Eso si con mucha cortesía no fuera a ser que algún señoritingo se molestara y la tomara con el pobre alguacil.

Un día muy especial y que sigue a día de hoy es reconocido como fiesta de interés turístico regional y se celebra el domingo de resurrección en Semana Santa. Es conocida como la Carrerita, es el día que más afluencia de gente en la plaza. Antes incluso se me subían encima para ver venir corriendo a la Virgen de la Aurora a encontrarse con su hijo a mi altura, donde la madre baila alegremente al encontrarse con su hijo resucitado. Hoy día es como si el tiempo no hubiera pasado al menos durante un día al año.

La vida fue cambiando y vinieron los primeros vehículos a motor con ese estruendo, parecían tormentas de verano, que según llegaban, pasaban de largo, dejando tras de si polvo, y un olor insoportable, claro que a todo se acostumbra uno.

Cuando adecentaron la plaza allá por los años 70 no lo recuerdo muy bien, me colocaron una jardinera alrededor del pedestal, asfaltaron la calle y pusieron los acerados nuevos, ya por aquel entonces era una ciudad que poco a poco entraba en la modernidad, mas coches, más trafico, más comercio. Villanueva de la Serena fue cabeza de partido durante muchos años y con los nuevos tiempos paso a ser puerta de la comarca de la Serena todo pasaba a mi alrededor muy deprisa.

 

Hasta hace unos pocos años sería por el año 2012 o 2013 la plaza se volvió a remodelar, cerrándola al tráfico, convirtiéndola una plaza en peatonal. Más moderna, con fuentes con sus luces led de colores, unas enormes jardineras de flores de mil colores. He vuelto a ver a los niños correr con total libertad y a las parejas haciéndose arrumacos bajo los portales. Los locales ponen su veladores, con cientos de mesas y sillas dando una vida a la plaza que nunca creí llegar a volver a ver.

Cuando llegaron la maquinas y con unas grandes cintas,  me trasladaron de sitio, pensé que era mi fin, que acabaría en una fundición y me convertirían en cualquier objeto moderno.

Pero no, no fue así, cuando vi que me volvían a poner en mi lugar, Que me limpiaban y pulían, fue cuando me di cuenta de que a pesar de mi edad y de lo que representé en otra época, seguía siendo Pedro de Valdivia hijo predilecto de esta cuidad modernista. Adaptada a los nuevos tiempos, seguían valorándome por lo que un día represente para la entonces Villa de la Serena.

Por lo que seguiré viendo y aprendiendo de los vecinos de la ciudad que me vio nacer allá por 1497 y a día de hoy sigue de pie velando por sus hijos.

 

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