jueves, abril 25 2024

MARA by Antonio Caro

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Me detuvieron por primera vez con catorce años. Por clavarle una percha de plástico al vigilante de una tienda de ropa, intentaba retener a una amiga, decía que había robado unas prendas de ropa interior. Cuando la percha le penetro en la pierna soltó a Sonia y las dos corrimos como alma que lleva el diablo, yo me reía, no se si de los nervios o de lo que había hecho. Nos perdimos por las calles del centro, ya no podían cogernos, paramos para tomar aíre.

  • Tía eres la caña —me dijo Sonia— ¿como has podido hacer eso?
  • Qué querías, te tenía cogida por el brazo —le dije.
  • Pero si yo no he robado nada —me contesto.
  • ¿Y eso importa?
  • Aunque me registrara no me iba a encontrar nada —dijo ella muy segura.
  • Pero que ilusa eres tía —le dije— ¿Qué crees que quería él, tonta? Sobarte, meterte mano, estos tíos se las gastan así, te llevan al cuartito y primero te soban y cuando ven que no tienes nada, te hacen desnudarte para comprobar que no lo ocultas en alguno de tus agujeros.
  • Anda ya Mara, que has visto muchas pelis —me dijo con cara de incrédula.
  • ¿Tú crees? Pues la próxima vez dejo que te lleve al cuarto y lo compruebas por ti misma —la dije muy sería— Me voy para casa que por hoy basta de emociones

Cuando llegue a casa había dos polis esperándome en el salón con mis padres, me habían cogido las cámaras de seguridad de la tienda. Entre como si nada hubiera pasado. El más mayor de los dos me dijo.

  • ¿Tamara Fuentes?
  • No, lo siento se equivocan de persona —dije irónicamente— Yo soy Mara, Tamara es mi hermana gemela, pero ahora esta de viaje.
  • Mara hija —dijo mi madre a punto de llorar— ¿Como has podido?
  • ¿Cómo he podido qué?
  • Mire señorita, tenemos las grabaciones de la cámara de seguridad de la tienda, sabemos que ha sido usted quien a apuñalado al guardia de seguridad.
  • ¿Apuñalado? No, por ahí si que no. Solo lo he percheado. O tenía que dejar que metiera mano a mi amiga.
  • Llámelo como quiera, pero le ha clavado una percha en la pierna al vigilante y ha quedado grabado —dijo uno de los polis— El vigilante, dice que su amiga había robado unas prendas intimas.
  • ¡Eso es mentira! Ese cerdo lo único que quería era manosear a mi amiga.
  • Son acusaciones muy graves.
  • Pues es lo que hay — dije muy tranquila.
  • Debes acompañarnos a comisaría, te tenemos que tomar declaración y ya veremos lo que dictamina el juez —dijo el agente.
  • Como quieran, —dije poniéndome en pie— ¿nos vamos ya? ¿Por cierto a mi amiga que le va ha pasar? —pregunte a los agentes.
  • Ya han ido unos compañeros a buscarla, —dijo uno de ellos— la llevaran también a comisaría, para tomarla declaración, como a ti.

 

Aquella fue la primera vez que pise una comisaría de policía, fui fichada y entré a formar parte de la larga lista de delincuentes juveniles.

Posteriormente pasé a disposición judicial y más tarde a juicio en el que el juez me impuso una multa de mil quinientos euros y una pena de seis meses de trabajos a la comunidad.

Pero aquello más que amedrentarme lo que hizo fue enfurecerme más, perdí la fe en la justicia y en las leyes que sustentaban la sociedad actual. Mi ira fue en aumento, no comprendía como la ley protegía a una persona que abusaba del poder que le daba el uniforme, para cometer abusos a chicas jóvenes bajo la argucia de que habían robado en el establecimiento en el que estaba de servicio.

Empecé a juntarme con chicos y chicas que como yo habían tenido algún traspié con el sistema judicial. En poco tiempo fui convirtiéndome —sin yo pretenderlo— en una persona influyente dentro del grupo. Comencé a tontear con las drogas, al principio fueron los porros de marihuana o hachís, con el tiempo la cocaína y las pastillas me atraparon en una espiral de adicción. Para entonces ya había perdido la virginidad, tanto moral como física, la primera vez que me acosté con un chico, fue algo, no se… como explicarlo, no fue como había contado, algo especial, algo mágico. No sentí nada más que un dolor en mi sexo, que me duro un par de días, aquello me hizo ser  algo reticente a volver, cuando aquel ingenuo quiso repetirlo, a su madre le debieron de pitar los oídos de cómo puse al niñato y a la madre que lo parió.

Un mañana me levante algo asqueada de todo, como cada día mi madre se levanto con las pilas cargadas y empezó con su retahíla de siempre.

  • ¿Dónde vas, Mara?
  • A dar una vuelta.
  • ¿Una vuelta? Son las diez de la mañana. ¿No es temprano para dar una vuelta?
  • ¿Qué pasa, que las calles están cerradas a estas horas?
  • No me hables así.
  • Pues no me vengas con chorradas, Me largo.
  • No sales ahora, tenemos cosas que hacer.
  • Pues eso voy hacer mis cosas y una de ellas es largarme a dar una vuelta.
  • No salgas por esa puerta.
  • ¿Y que pasa si salgo? ¿Me vas a pegar? Anda y que te den.
  • ¡Maraaa!

Yo ya me había largado pasando de mi vieja. Fui a la plaza donde pensaba que encontraría a alguien de la peña, pero que va, no había nadie. Mande un whatsapp a Lucas.

  • ¿Donde andas?

Nada. — Que raro que no vea el whatsapp. Lo intente con Elías.

  • ¿Dónde estáis Elías? Lucas, no ve mis msj,
  • Estoy en casa.
  • ¿En casa? ¿Sabes algo de Lucas?
  • Se ve que no te has enterado. Lo pillaron anoche y esta detenido.
  • ¿Y eso? ¿Qué ha pasado?
  • Una movida con unos tíos de la banda de tú amigo Dominique. Iban fumados y se liaron a palos, pasaba la poli por allí en ese momento y los pillaron.
  • ¿Tú no estabas?
  • Que va, me fui antes, tenia planes y los deje en la plaza.
  • ¡Ya! La Jeni.
  • Sí, jajaja. Como lo sabes. Nos vemos esta tarde y te cuento.
  • Chao entonces.

Me puse a caminar por la ciudad sin rumbo fijo, no quería volver a casa, con mi madre de uñas, solo tendría bronca. Cuando me dí cuenta, estaba dentro de la tienda donde clave la percha al guarda, no me acordaba de aquello hasta que no lo vi venir hacía mi.

  • ¿Que haces aquí, puta? —me escupió a la cara
  • ¿De que vas tío? ¿No puedes hablarme así? Soy una clienta.
  • Eres una zorra, eso es lo que eres.
  • Quiero hablar con el dueño, o si no, mejor, voy llamar a la policía.
  • No vas a llamar a nadie, ya te estas largando de aquí o acabaras en el cuarto de atrás, y no te va a gustar.
  • Eres un cerdo y un cabrón de mierda. No creas que te vas a salir con la tuya.
  • ¿Me estás amenazando, puta?
  • Llámalo como te salga de los cojones —le dije mientras me iba hacía la calle.

Salí de allí cagándome en todos los santos del cielo. Aquella tarde en la plaza vi a Dominique y hable con él.

  • Hola tío, ¿como lo llevas?
  • Ya ves, como siempre, vaya colegas tienes —me contesto.
  • Ya me han contado lo que paso ayer. En cuanto se fuman un porro se pierden.
  • Bat, no pasa nada. —Me dijo — Mira, ya los han soltado. Ahí viene tú colega Lucas.
  • Hola pareja —nos saludo Lucas.
  • ¿Qué pasa tío? Has dormido bien en la trena —le soltó Dominique.
  • Un noche de descanso viene bien de vez en cuando —dijo él con una sonrisa— ¿Y tú que tal Mara? Tienes mala cara.

Les conté mi encontronazo con el cabrón del segurata.

  • No jodas que te ha dicho eso, que hijo puta —dijo Lucas.
  • Su pinché madre, ese mierda se merece un escarmiento —dijo Dominique.
  • Sí tío, a ese cabrón le tenemos que dar por culo — contesto Lucas.
  • Bien dejármelo a mi, ya os aviso.

Les dijo Dominique levantándose y dirigiéndose hacía sus colegas, estuvo hablando con uno y este asintió con la cabeza y salió disparado hacía no se dónde.

Al cabo de unos días me vino a buscar a casa Carla.

  • Hola Mara.
  • Que tal Carla, qué haces ¿aquí? —la pregunte.
  • Me envía Dominique, quiere verte esta noche —me dijo.
  • ¿Esta noche?
  • Sí, dice que tenéis que solucionar algo que había pendiente —me comento.
  • ¿Y dónde quiere verme?
  • En el local abandonado del muelle, ¿sabes cuál es? —me pregunto Carla.
  • Si, se cual es.
  • Bien, pues esta noche a las once estate allí, hasta la noche Mara —me dijo despidiéndose.
  • Gracias Carla, nos vemos.

Hable con Lucas esa noche  y le conté lo que me había dicho Carla, se ofreció a ir conmigo y juntos fuimos hasta el local del muelle. Al llegar estaba uno de la pandilla de Dominique guardando la puerta.

  • Pasad —nos dijo sin más— están al abajo, al fondo están las escaleras, cuidado que no hay luz.
  • ¿Están? —pregunte— ¿Quiénes?
  • Bajad y lo averiguaréis, pero pasad que las paredes tiene ojo y no pueden vernos aquí o vendrá la pasma —dijo apremiándonos para que pasáramos.

Entramos y Lucas encendió la linterna del móvil, fuimos por aquella estancia en la que había basura por todas partes, hasta el fondo del local, las escaleras estaban justo al final a la derecha tras un pequeño recodo, bajamos despacio y otro de la pandilla de Dominique nos indico que fuéramos hacía una puerta que se encontraba al fondo del pasillo que había al final de las escaleras, se veía luz y se escuchaban unas voces apagadas, aunque por su tono parecían cabreadas. Avance decidida hacía allí, Lucas me siguió, al llegar a la habitación donde estaban Dominique, Carla y tres más de su banda, vi que estaban alrededor de una silla en la que había alguien sentado, con la cara desfigurada de los golpes que le habían propinado. Carla nos vio entrar y le hizo un gesto a Dominique, este se volvió y al verme me sonrió, se giro de nuevo hacía el que estaba en la silla y le dijo.

Ahora vas a saber de verdad lo que es la MARA.

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