viernes, abril 19 2024

El plato fuerte by Diana González

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El siguiente relato está construido por Diana González a partir de un experimento del Taller de Escritura FlemingLAB en la cual la inspiración surge de fragmentos de otros autores -j re crivello

—No creo en una sociedad de sumisión. Te das cuenta que si el trabajo fuera valorado, con que alguien trabajara en cualquier familia, la manutención no sería un problema. No habría desempleo.  Nos han educado para ser borregos, para creer que el techo y su hipoteca, el trabajo de doce horas, el auto, lo que sea, lo tenemos que conseguir todos. Y ahí andamos, todos presos de los horarios, abandonando hijos y padres cuando más nos necesitan. Y todo para recoger una limosna por los pactos de esa manga de bastardos.

—Tranquilo Mario, por eso hemos puesto este restaurante.

—Sí, pero de a uno. De a poco, con tranquilidad. Sin levantar sospechas.

Mario y Bruno, hermanos por parte de padre son los propietarios del restaurante ·’El Gout Especial’, de amplia fama entre el Jet Set y la clase política que quiere presumir de su buen gusto gourmet.

Mario, en su silla de ruedas lee las noticias del concejal corrupto desaparecido y piensa para sí: —  ‘En ocasiones la victoria, el éxito, tiene un sabor amargo. Deja un regusto terrible en el paladar que se queda atrapado en la memoria durante años, y que impide disfrutar nunca jamás de la gloria.’(1)

Bruno, en la caldera especial del sótano había terminado de incinerar unos huesos. Salió de allí impecable en su chaqueta de chef, cerró con llave aquel cuarto de piedra al que solo tenían acceso él, y Mario mientras pudo caminar. Subió por la estrecha escalera de piedra y llegó a la exquisita bodega, en el ordenador comprobó las existencias y preparó las órdenes de pedido para  Château Palmer 2014 y Perrier Jouët Belle Epoque 2011, que envió a las respectivas bodegas.

Finalmente subió hasta la planta principal y por las oficinas accedió al restaurante, Distraído leyó, por enésima vez, la reseña del antiguo periódico enmarcado suntuosamente en molduras plateadas: ’El bar del Liceo, frente al palacio de la ópera, decorado con arte burgués y rococó. Entrar en él, era ver una pequeña Rambla donde la gente se dejaba estar y se entusiasmaba ante la variedad de mentiras y sexo. Su dueño—ahora ya muerto—, de estatura baja, de gran cabeza y moral seria, navegaba entre los sótanos de la sociedad. El palo de bajar la persiana entre sus manos y dos camareros hoscos ponían en la calle a los molestos.’(2)

Sonrió mirando la actual sobriedad minimalista de la decoración, pensó para sí —Otras épocas y otras sociedades papá, pero el mismo espíritu.

El ambicioso secretario del partido Equis los había citado en aquella extraña residencia, para disponer, lo que aparentemente sería un mitin de soborno, habría un par de periodistas, un par de sindicalistas, y un par de jueces de los que no quería se supieran los nombres y pedía se adecuara para la reunión el privado de la primera planta del establecimiento. Mario y Bruno siempre acudían a sus entrevistas en dos vehículos, ambos sobrios, de colores discretos y marcas sin demasiado cartel ni escuderías, un sedán automático el de Mario y una camioneta equipada para transporte de alimentos,  el de Bruno.

Engolado y soberbio aquel hombre regordete y sudoroso no distinguió las miradas entre los dos hermanos, ni la expresión en sus caras al contar los pormenores de sus “acuerdos”. Insistieron en quedar en un par de días en su establecimiento para la elección y degustación de los vinos. El hombre no dudó y lo grabó en la agenda de su móvil.

A los dos días Mario les decía a los agentes

— Si, es correcto, fuimos a su casa. Ese mensaje lo grabó en nuestra presencia, quedamos que vendría el jueves para elegir los vinos.

En ese momento entró en las oficinas, impecable en su chaqueta de chef, Bruno que venía de las bodegas. Volvieron a realizar la escucha y Bruno dijo a los agentes

—Ese mensaje lo grabó en nuestra presencia cuando estuvimos en su casa para preparar la cena del mitin.

Los agentes se dieron por satisfechos, cruzaron un par de palabras elogiosas por la tercera estrella Michelin, con admiración y respeto apretaron las manos de aquellos dos hermanos y partieron en búsqueda de más pistas sobre la reciente e inmaculada desaparición de otro político, del que esperaban sin demasiado optimismo no se descubrieran más chanchullos.

Miraban los dos hacia la calle. Ambos escudriñando. Mario comentó.

— Llamó el presidente del partido, la reunión continúa.

Bruno sirvió dos vinos, olió, removió, degustó con placer y conocimiento. Tras unos minutos, mirando a su hermano, en un tono que los dos muy bien conocían, agregó mientras ambos alzaban las copas.

—Pues les daremos su comida.

Eran observadores y detallistas, sabían de combustión, herbores, sustancias. Tenían aprendidas la física y la química de los cuerpos, los vegetales,  la madera, sus platos eran exquisitos.

Sin embargo su plato especial, lo mantenían en secreto para unos pocos elegidos.

A pesar de ser invitados a todo tipo de eventos, eran famosos por sus inasistencias que, por contrapartida, acrecentaban su fama y respeto.

El presidente los citó como invitados a una fiesta privada en su casa de campo, si bien el resto de los asistentes los creían ausentes y así constaba en los registros de los vigilantes apostados en la garita de entrada,  ellos sí sabían quiénes eran los convidados.

So pretexto de atender unos asuntos privados el ya alcoholizado presidente del partido Alfa se dirigió a la casa deshabitada que tenía a mitad de camino entre el recóndito pueblo y su quinta. Al hombre se le  hacía difícil atender al camino y pensar claramente, no entendía el motivo de tanto secretismo. Concluyó para sí que todos los chef eran gente muy rara.

‘Ninguno volvió a abrir la boca, estaban demasiado nerviosos. Mirando a todos los lados, intentando familiarizarse con el lugar. Era un sitio grande, pegado a la pared había camas y al lado de las camas estaban las maletas de cada uno de los presentes. Había cuatro puertas, una era el baño y las otras tres estaban cerradas. Tampoco había mucho más, unos puffs para sentarse y unos cuantos enchufes. Lo que más les llamó la atención fue la cocina americana totalmente equipada.’(3)

Notas de donde surgen las frases:

(1)

Laso, Enrique. Los Crímenes Azules: Novela negra y policíaca cargada de suspenso (Ethan Bush nº 1) (Spanish Edition) (Posición en Kindle11). Edición de Kindle.

(2)

Re Crivello, Juan. Sicilia (Spanish Edition) (Posición en Kindle102). Juan Re Crivello. Edición de Kindle.

(3)

Kadar, Juss. Deseos encerrados (Spanish Edition) (p. 11). Editorial Dreamers. Edición de Kindle.

 

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