viernes, abril 19 2024

Mamut by Félix José Rosales Antunez

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Presentamos a un nuevo colaborador de MasticadoresdeLetras: Félix José Rosales Antunez

Nunca había soñado con un mamut. El entorno era en sepia, ya los sueños eran viejos. A la redonda había colinas escarpadas entre una niebla ocre.
Un paquidermo colosal frente a una concurrencia. Se oía una voz – Nosotros… y no se alcanzaba a descifrar quienes eran ellos. El animal estaba hundiendo la trompa en una laguna fangosa, un pelotón al frente del que decía: «nosotros», uno dos y tres al fango, no nos podemos dejar contaminar. Cuando aquel moco peludo habría las fosas nasales de un rosado opaco y el chorro fue justo a la cara del que parecía ser el comandante, el abanderado hacía el esfuerzo por sacar la bandera del pantano y a la vez un colmillo del mamut, una pedrada la jornada anterior le había derribado un diente al animal y estaban eufóricos.
Aquel paraje parecía las ruinas de una mina a cielo abierto y el grupo debía ser el reducto de un contingente o esclavos remanentes que no trataban de escapar sino acorralar al mamut, que se había escondido en la laguna que aún tenía profundidad para poderse sumergir que ahora le aliviaba el dolor de diente, entre el lodazal se divisaba una sangraza fresca.
—Nosotros somos la solución de este animal porque nuestra esperanza es salir y ver el futuro, la arcilla que nos cubre es solo el cimiento del paisaje luminoso que se avecina al otro lado de este lomerío.             Aunque el más allá estaba escarpado, sin cielo sin luz ni sombras. Se alzaba la voz del que parecía el jefe de un círculo de abuelos. Y entre dientes el jefe mascullaba

—Aunque me digan así no soy abuelo ni un carajo ¿Que hago yo aquí?

Y de repente rompió el pensamiento del abuelo un altavoz situado en una garita. Un narrador de cavernosa voz ronca y bien profunda, anunciaba un episodio:

—La gran aventura de la humanidad…el viaje que la mente humana no ha podido concebir todavía «Viaje al centro de la tierra», de Julio Verne —dijo el viejo va. Si ese escritor nunca fue a ninguna parte, naufragó en la orilla de donde nunca zarpó—. Este si es el verdadero cuento más allá de Verne y de su viaje a su luna de cartón. Vamos a probar la resurrección del mamut evitando su extinción frente a una comunidad de hombres contundentes y aguerridos.
De pronto se ve una gran nube que sube, un remolino que se acerca y un estruendo colosal haciendo una brecha como una guardarraya que se amplia y se amplia y llega hasta la laguna y todo vuela y como papeles hacia un cielo de un azul intenso. Vuela hasta el mamut y el viejo jefe de la horda va aferrado a las grandes orejas del animal. Y se abre una avenida y sobre ella pasa veloz un unicornio blanco hacia el mar bravío del norte, se alzan de la tierra señales y semáforos y solo queda un aire renovador. Mientras que a la izquierda lo que fue una laguna queda cegada por el polvo. Y del viejo altavoz algo renovado se oye un reggaetón y unos cachorritos de mamut mueven a compas sus tiernos mocos, hay un domador con un látigo para que dancen sobre sus pesadas patas aferradas al concreto.

—A ver como dice el coro. Todo el mundo. Sin prisa, pero sin pausa.

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