viernes, abril 19 2024

También me gusta Irina cuando fuma by José Ángel Ordiz

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Es rubio y lacio el pelo de Irina (le sienta bien así, muy corto) y hay un verdemar en su mirada sonriente. Mi antigua amiga políglota, mi actual secretaria a tiempo parcial, habla el español con un acento que denota su procedencia ucraniana. Le digo que hay gente por el mundo que duda de su existencia real.

—Así que no te creen… ¿Te extraña?

Ríe (gracias, Irina), mira hacia la pantalla de este ordenador.

—No, qué va. Como lo mezclo todo y nunca se sabe si es real o ficticio lo que escribo… Lo que me extraña es que alguien lea lo que escribo, la verdad. ¿Cómo podría demostrar que existes tú?

—A estas alturas de la historia, es imposible que puedas demostrarlo. Como no vengan a esta casa, como vienen esos amigos tuyos, y me vean…

—¿Qué había en Prípiat, Irina?

—Recuerdo los rosales, muchas rosas y de todos los colores, nada más. De la mascarilla que me pusieron y de las pastillas de yodo que tomé me habló mi madre. También me habló del viaje en autobús, nocturno y…, cómo se dice, ¿precipitado?, a Kiev, donde mi padre, en Chernóbil cuando el accidente nuclear, murió dos meses después del desastre. Ella vivió más, nueve años más. ¿Sabes? Siento frío al recordar aquellas rosas de Prípiat, no sé por qué. También me contó mi madre que estuve más de seis meses sin decir ni una palabra tras el accidente.

—Y ya ves ahora, tantas en tu boca y en tantos idiomas. Lo del inglés y el español lo entiendo, pero lo del chino mandarín…

—Lu, un chino, era vecino nuestro en Kiev. Mi madre me contó que gracias a él volví a hablar. Después me enseñó el arte de escribir en su idioma. ¿Sabes? Tengo frío fue lo primero que dije.

—Pues sí que vas pasando frío tú. Sin embargo, mucha afición por la ropa de abrigo no tienes, con esas minifaldas y esos escotes.

Ríe Irina (gracias, Irina).

—¿Cuánto te pagan en ese colegio privado por tus clases de ruso y mandarín?

—Mil quinientos euros al mes.

—Me acuerdo de una profesora de francés que tuve… Tus mismas piernas interminables, tus mismas minifaldas… Imposible concentrarse… Sólo obtenían buenas notas las chicas.

—Como para creerte.

—¿Qué hay de cierto en eso de que nunca tendrás hijos?

—¿No eres químico?

—Sé por qué nunca los tendrás, es lo mejor, sí, mejor prevenir que curar, lástima que nadie herede esos ojos tuyos, pero no todos son químicos en este mundo. Podrías tenerlos pero no los tendrás, explícalo tú.

—Lo de Chernóbil me convirtió en una mujer radiactiva, mis hijos podrían nacer con…, cómo se dice, ¿malformaciones?

—Sobresaliente tu español, Irina.

Vuelve ella a fumar, sin ansiedad, un cigarrillo ruso.

 

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