jueves, abril 25 2024

Diamantes tres by Carlos Moya

Son la ocho de la mañana cuando una patada hace saltar los goznes de la puerta. Ocho agentes con chaleco blindado invaden la casa apuntando sus fusiles de asalto en todas direcciones. Entre profundos ronquidos, el inspector me agita repetidamente los hombros hasta sacarme del sopor al que cualquier ciudadano responsable tiene derecho la mañana del uno de Enero. El pijama huele a sudor pasado de rosca y sobre la mesilla una botella de Jack medio llena no mejora en nada el aroma de mi aliento.

Registran a fondo los cajones, los armarios y hasta la cisterna del inodoro.

Joder me digo, a éste paso no las encuentran. Miro disimuladamente hacia el cajón inferior de la cómoda y uno que parece más avispado que los demás cae en la cuenta. Vuelca el contenido y suelta una carcajada cuando descubre varios conjuntos negros de braguita y sujetador y, de paso, en el doble fondo del mueble, las treinta fajas de joyero repletas de diamantes en bruto.

Trastrabillo esposado hacía el coche patrulla, observando el aleteo de la cortina de Yéye Hang, mi sonriente vecino e imperturbable amigo y casero, que hace años insiste en expresarse sólo en Hakka y niega comprender el inglés, incluso cuando le pago cuatro años de alquiler por adelantado y uno extra en concepto de gastos de limpieza y mantenimiento.
A los jefes de policía les gusta comparecer ante la prensa alardeando: El primer delito del año, resuelto en menos de ocho horas, un robo de más de treinta millones de dólares en diamantes en bruto que ya han sido devueltos a sus legítimos propietarios. Y el «idiota» del ladrón pillado «infraganti» desmontando la cámara de vigilancia con una grabación de su rostro en primer plano.

Dos de Enero, a las ocho de la mañana declaro ante el juez.

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