
INSTANTE
Ese momento en el que nada pesa
y los rojos acuden a salvarme
vuelan, rompen la tarde,
recorren el bronce y la torre,
los muros de la casa
hasta retumbar por mis venas.
Las campanas tocan a plegaria
y su sonido cuelga del aire
como serpentinas
oscuras y claras
oscuras y claras
oscuras y claras
que se enredan con el dibujo
de los estorninos
sobre los tejados.
La cadera del horizonte puntea los olivos
las tijeras de luz cortan el cielo
los púrpuras encienden las vidrieras
mil veces repetidas
pero ya las sombras caen en los patios,
oscuro centro de las casas.
Un niño repica el timbre de su bicicleta
que se une al baile
trabado
tartamudo
atronador
de los otros campanarios.
Su voz es un himno nuevo
una risa volando sobre el sol caído
sobre la luna recién invitada
que él desprecia
y sigue gritando
mientras dura el juego
mientras respira infancia
en ese momento en el que nada pesa
y los rojos acuden a salvarme.
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