
“Ella es fuerte. Es más fuerte que nadie en este mundo. Lo aseguro. Soy capaz de apostar mi brazo entero a que es cierto. Pero todos tenemos una debilidad, y la suya es enorme. Su propia fuerza la lleva a consumirse, a desaparecer. Eso me lastima… Porque estoy enamorado de ella.
¿Se ha enamorado usted alguna vez? Sí, usted, no pretenda que no me escucha.
¿Se ha enamorado alguna vez? ¿Ha sentido la incontrolable masa de polillas que invaden su estómago? ¿Ha deseado con tanta fuerza la presencia de alguien, que le ha dolido el alma? Dígame, ¿podría usted pensar en esa persona, que lo mata en vida, un solo momento? Hágalo. Imagine su cara. Recuerde la última vez que lo ha tocado, con un roce débil, un suave susurro, un abrazo cálido… Piense, ¿alguna vez lo ha lastimado? Seguro que sí. ¿Le ha hecho llorar? Todas lo hacen. Y todos. Y aun así, usted sigue amando a esa persona con la fuerza de mil hombres. Seguro que ha pasado, ¿no es así? Ahora, por favor, imagine que esa persona a la que ama, cada vez que hace acto de presencia, asustara y lastimara a todos. Que nadie, absolutamente nadie en el mundo, pudiera entender a esa persona y la nombraran destructiva, peligrosa. Que quisieran extinguirla. Hacerla desaparecer. Adiós, y ya no más. ¿Qué sentiría en ese caso? ¿Le gustaría que yo, aquí y ahora mismo, matara a esa persona? ¿Qué la arrancara de su vida solo porque alguna vez hizo daño? Pum. Ya no está. Desapareció. Ni caricias, ni besos, ni suave susurro ni cálido abrazo. Extinta. ¿Qué le parecería? Su rostro de dolor lo delata. No le gustaría.
Ella es así, ¿sabe usted?, pero yo sé que puede controlarse.
Muchísimos son los que le escriben por su belleza. Sí. Sí que es bella. Y baila, ¿se lo he dicho? Vaya que si baila. Dígame, ¿Esa persona a la que ama lo ha llevado alguna vez a cometer algún acto malvado? ¿Nunca olvidó su moral por la persona amada y, arrepentido por ello, durmió entre lágrimas? ¿Nunca su amor le provocó algún daño a un tercero? Discúlpeme, pero si no puede entender los errores que cometemos los humanos por amor, le diré, usted nunca se ha enamorado. El amor saca lo mejor y lo peor de nosotros.
Ahora que ya entiende mi posición, puedo responder a su pregunta. Le contaré que sucedió aquella noche.
Ella llevaba sin aparecer semanas. Imagine mi desesperación. Despertar cada mañana sin entender porque ya no me buscaba. La conozco y sé que le cuesta dar los primero pasos en nuestros encuentros. Siempre debo ser yo el que vaya a buscarla y la traiga conmigo. Pero me había dicho a mí mismo: “Si ella no te busca, no te quiere. Ya basta de seguir a una dama que no te aprecia”. No es que quiera parecer presuntuoso, pero uno vale algo como caballero, aunque no sea perfecto. Así pues, llevaba una semana esperando. Le seré sincero, en mi casa, sin salir para esperarla, la buscaba en todos lados. Buscaba su presencia en la cocina (Suele gustarle andar por ahí, dice que la hace sentir útil). Buscaba su presencia en el salón, aunque no es del tipo de peli y manta, ella es más de arrasar con la noche. La buscaba en cada rincón de mi casa. Sabía que no iba a llamarme o a mandarme una carta, pero la busque en cada buzón que tengo. Finalmente ese día, bueno, esa noche, decidí sentarme a esperarla mirando por la ventana. Ya le dije que ella baila, y que es fuerte como ninguna. Pero también le hable de que es difícil controlarla. Es mala suerte que muchos desgraciados lo intenten y logren acorralarla para que no pueda seguir siendo libre y bailarina como es. Eso señor, pasó aquella noche. Justo frente a mis ojos, en la puerta de mi casa, ese maldito la tenía. La sostenía con sus manos sucias y vulgares como si se tratara de una estúpida herramienta para satisfacerse. ¿Es que no haría cualquier hombre en mi caso lo que yo hice? Ah, claro, no sé si está informado de lo que hice, Doctor.
Sí, sé desde el comienzo que usted es un doctor que sabe de mi “mal”.
Como le decía, hice lo que cualquiera en mi caso había hecho, darle su merecido a ese cerdo. ¿Lo golpee? Sí. ¿Más de lo que debía? Él estaba abusando de MI enamorada, ¿hay un número suficiente de golpes para eso doctor? No, no lo creo. Pero claro, ustedes vienen y me dicen que soy un loco. ¿Cómo puedes matar a un hombre solo por encender un cigarrillo delante de tu casa? Ella, es lo que uso para encender ese cigarrillo. Ella, es mi prometida, el amor de mi vida, y ese maldito estaba usándola. Está muy bien muerto. Ahora creen que pueden separarme de ella. Pero no crean que sea fácil. Sé buscarla, mejor de lo que ninguno de ustedes sabe, y ella me ama. Me lo dijo. Por eso esa noche quemó todo a su paso. Bailaba para mí. No es culpa mía que bailara sobre las casas de mis vecinos. ¿Es que usted nunca lastimó a un tercero por amor doctor? Vamos, todos lo hemos hecho alguna vez. Y eso es lo que pasó esa noche Doctor. Si le dicen lo contrario, están mintiéndole. Ella me pidió que bailara con ella y yo baile doctor. ¿Alguna vez pudo negarle algo tan sencillo al amor de su vida, después de no verlo durante semanas? Doctor, yo la extrañaba, y ella vino a buscarme. Y ese maldito iba a e impedir que nos viéramos. ¿Qué van a decir ahora? ¿Eh? ¿Me van a llamar pirómano de nuevo? No soy eso que dicen, eso es una enfermedad. ¿Lo es el amor? No señor, yo no soy pirómano, yo estoy enamorado. Y si creen que tienen que curarme de eso están muy equivocados. Y ella me ama. Si no, ¿Por qué vendría hacia nosotros ahora mismo? No se preocupe… Por más que usted ya no pueda hablar… Va caerle bien…
1 Comment
Add yoursAmor ardiente
Guauuuuu Celia. Solo alguien con una sensibilidad sublime puede relatar con tanta precisión todas las aristas de este sentimiento.
Leyendote, me descubro fuera de mi, navengando por tus palabras, para descubrirme de pronto navegando en imágenes creadas por mi en alguna zona de mi lóbulo frontal. Este relato tiene la capacidad de activar mi cerebro en tres, dos, uno, ya.
(Y para mí esto no es fácil. A veces me cuesta entrar en los relatos que leo)