Tinieblas
Se desdibujan los contornos mientras el ruido de la ciudad, que proviene de no se sabe cuál dirección, vibra de un modo extraño y obstinado, como si el propio aire opaco, saturado de humedad, se opusiera a ser atravesado.
Vestidos de indiferencia se cruzan en un pasillo estrecho, sin compartir ni un segundo la mirada. Pasan muy cerca. Sin darse cuenta que fue la suerte quien los puso durante unos instantes frente a frente.
Unos metros más adelante caeran en la cuenta de que quizás han perdido la mejor oportunidad de su vida para alcanzar la felicidad. Ninguno girará la cabeza, ninguno volverá sobre sus pasos, eligiendo ambos la comodidad de una soledad conocida. Que ya no tengo edad, se dirán a si mismos.
Fue una maravillosa oferta de la mañana y, a partir de ese instante, ya se hará la tarde. Muy tarde.
El sol zurcirá la cortina hilada del pasado con retazos de nube, y dejará caer un telón teñido con los colores del futuro, el mismo pesado cortinaje de luz que quizás vendrá mañana a llenar el parque de carreras y de juegos, de madres y de ojos nuevos que observan.
Pero para ellos, siempre será tarde.
Enviaseló a tus amigos:
- Haz clic para compartir en LinkedIn (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para compartir en Twitter (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para compartir en Pinterest (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para compartir en Telegram (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para compartir en WhatsApp (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para enviar un enlace por correo electrónico a un amigo (Se abre en una ventana nueva)
1 Comment
Add yoursQué pena… Quizás si se hubieran atrevido.
Me ha fascinado con que delicadeza lo relatas y es tan real que conmueve.
Gracias, Carlos.
Un fuerte abrazo