
Y, en mi enjundia, tu olivar, justo aquí, en este lugar, brota una perezosa y fresca gota, adjuntando alas para volar. Y libre abandona mi altar, sin engendro de miedo a la derrota, con firmeza, limpia, no está rota y a tu cita va como un juglar. Mi ente solar, confesor de mi casta, tú, el culpable de mi aventura. tú, mi encantamiento entusiasta. Entre lamentos llego a mi fisura pues tú clavas, dentro de mí, tu asta y desalmas, de un golpe, mi cordura.