jueves, abril 25 2024

SUEÑOS ROTOS by Conchi Ruiz Mínguez

Abrí los ojos y me quedé quieto, me faltaba la respiración. Con un esfuerzo mental supe que estaba despierto, que no dormía, que Soraya estaba a mi lado durmiendo plácidamente. Mis manos estaban frías y sudorosas, todo a mi alrededor daba vueltas y en una de ellas también supe que estaba en América, en mi barrio, en mi hogar. Recordé que apenas unos días hice volar una cometa y que corrí desesperadamente para hacerla llegar a lo más alto, hasta tocar el cielo gris.

(…)

Un sueño:

   Estoy perdido en una tormenta de nieve y el viento chilla y la dispara a mis ojos ardientes. Avanzo tambaleándome y pidiendo ayuda pero el viento engulle mis gritos y zumba en mis oídos. La nieve va borrando las huellas de mis pisadas.

  • «Me he convertido en un fantasma- pienso- en un fantasma sin huellas»

Vuelvo a gritar pero la esperanza se desvanece al igual que mis huellas. Pero esta vez recibo una respuesta amortiguada a través de la cortina de nieve, un atisbo de movimiento, una ráfaga de color. Una forma familiar se materializa. Me tiende una mano. En la palma se ven cortes paralelos y profundos. La sangre gotea y tiñe la nieve. Cojo la mano y de repente la nieve ha desparecido. Nos encontramos en un campo de hierba de color verde manzana con suaves jirones de nubes. Levanto la vista y veo el cielo limpio y lleno de cometas verdes, amarillas, rojas, naranjas. Resplandecen a la luz del atardecer. Hassan.

(,,,)

  A veces mientras Soraya dormía a mi lado, yo permanecía tendido en la cama, escuchando los ruidos de la ventana que se abría y cerraba por la brisa y el sonido de los grillos que cantaban en el jardín. Y podía sentir el vacío en el vientre de Soraya, como si fuese una cosa viva y que respirara. Aquel vacío se había filtrado en nuestro matrimonio, en nuestras risas y en nuestras relaciones sexuales. Y aquella noche, a última hora, en la oscuridad de nuestro dormitorio, lo sentía saliendo de Soraya para establecerse entre nosotros.  Como un recién nacido.

(…)  

Colgué el auricular y me quedé mirándolo fijamente, sólo cuando Apolo me sorprendió con un ladrido me percaté del silencio que se había apoderado de la estancia. Soraya había dejado el televisor sin volumen.

  • —Estás pálido Amir.
  • —Tengo que ir a Pakistán, Babá está muy enfermo- sentí un nudo en la garganta porque él sabía hacía tiempo que sus pulmones estaban mal y aun así, se quiso ir “por un tiempo”, dijo. Recordé una frase del General cuando lo conocí “Ven cuando te necesiten, es una forma de ser buenos”, de volver a ser bueno.

Me dirigí en coche hasta Golden Gate Park, tres horas después mi vuelo aterrizaba en Peshawar, mi tierra, mi lugar.

Babá agonizaba, el cáncer había invadido su cerebro, le dije de llevarlo conmigo, yo sabía que divagaba, pero no quería llorar. Todo fue muy rápido y creo que no supo que estuve a su lado, limpiando la sangre que se escapaba de su boca, no quise que lo hiciera nadie, solo yo. Y recordé una vez más las palabras de Hassan “yo lo habría hecho todo por ti”.

(…)

El general me entregó una carta, era de Hassan, la había escrito antes de ser asesinado, él y su esposa. Me hablaba en ella de su hijo, Sohrab. Las calles estaban llenas de huérfanos…”si vienes algún día, encontrarás a un viejo amigo esperándote”. La carta estaba escrita seis meses atrás. “Hay una forma de volver a ser bueno”, me dije. Una forma de cerrar el círculo. Con un pequeño. Un huérfano. El hijo de Hassan que estaba en algún lugar de Kabul.

By Conchi Ruiz Mínguez

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