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REDACCIÓN DE MI PUEBLO by Beatriz Berrocal

Buenas. Soy Andrés, tengo once años, y hoy me han mandado escribir una redacción de algo que me guste mucho, o sea, que lo voy a escribir de mi pueblo, porque eso es lo que más me gusta.

            Y es que el mío no es un pueblo cualquiera, de eso nada, es un sitio muy especial en el que vivimos personas humanasmuy especiales también. Pero para no liarme voy a empezar por el principio, que siempre es mejor.

            Yo vivo aquí, con mis abuelos, porque no he conocido a mis padres, también tengo primos, amigos y muchos animales, porque los pueblos es lo que tienen, que los animales son como de la familia. El mejor amigo de todos los que tengo es Chimo, que le pasa al contrario que a mí, que tiene padres pero no abuelos, y así nos consultamos las dudas y nos ponemos al tanto, por ejemplo, yo le pregunto cómo es tener una madre, y él me lo explica:

—Mira, una madre es una señora que cuando entra en casa ya te manda recoger el cuarto antes de ver cómo lo tienes, y luego tiene otra cosa, y es que cuando ella tiene frío, te manda abrigarte a ti.

—Pero no serán todas así —le digo yo asombrado.

—Sí, nacen así ya, no lo pueden evitar, lo llevan en los “gérmenes”.

Bueno, es que Chimo le da alguna patada que otra al diccionario, pero no repite curso ni nada, porque otra cosa buena que tiene mi pueblo es que solo hay una maestra para los siete niños que estamos, y aunque cada uno vamos a un curso, es lo mismo, ella puede con todo. No repite curso ni siquiera “la intelectual”, que es una niña de doce años que se cree muy lista, pero de eso nada, porque un día le preguntó la maestra por Lorca, y dijo: “¿Lorca?  Ah, sí, “lorca”, la ballena asesina...”, con eso lo digo todo. Lo que pasa es que tenemos prohibido criticar, porque yo un día le dije que lo único que se merecía era que le comprasen la Barbie Petarda, y la maestra me dijo que eso era discriminar y que desde pequeños tenemos que tener claro que los chicos y las chicas somos iguales y valemos para lo mismo, y eso es verdad, porque cuando los fines de semana ayudamos en el campo o con los animales, da igual que seamos chicos o chicas. Mi prima la mayor, conduce el tractor de mi abuelo que lo flipas, y otra niña de la escuela que no es mi prima pero como si lo fuera, lleva las vacas al prado y parece que la entienden.

Volviendo a mi pueblo, tengo que decir que desde que se puso de moda el turismo rural hemos mejorado mucho, porque como a la gente  le gusta ahora  lo antiguo, los fines de semana lo transformamos todo, más que nada para que los turistas se encuentren un pueblo como lo esperan y no se decepcionen.

 Los viernes por la tarde soltamos por las calles tres vacas de confianza,  cuatro cerdos y una docena de gallinas, que eso, parece que no, pero da un ambiente que no veas. Luego, las mujeres se ponen unos pañuelos en la cabeza, y los hombres una boina calada hasta las orejas. Mi abuelo, que lo vive, se pinta una sola ceja en la frente, de lado a lado, y no veas cómo da el pego.

Lo que más mola es cuando la gente llega a la cantina del pueblo, y se comen las verduras diciendo que saben de otra forma porque son de pueblo, y resulta que en la cocina no dan abasto a abrir botes de conserva. Mientras tanto, las mujeres se acercan al río y hacen como que lavan con unas tablas de madera, eso sí, sin olvidarse de dejar las lavadoras que tienen en casa bien tapadas para que nadie las vea. Los que tienen ordenador en casa  le echan una manta por encima, porque ya dijo el alcalde una vez que no pegaba ni con cola el ordenador y el turismo rural, y que no íbamos a permitir que el progreso arruinase el éxito que estábamos consiguiendo. Así pasamos los fines de semana en verano, es muy entretenido, pero claro, cuando llega el invierno y la nieve nos deja allí incomunicados, los niños tenemos que divertirnos de alguna manera, y es entonces cuando hacemos los concursos de aguante.

            Que  ¿qué es eso? Pues muy sencillo, nos juntamos en casa de alguno que tenga abuelos, o sea, que a la de Chimo no vamos, porque no tiene, y esperamos a que se duerman la siesta, generalmente en un sillón. Cuando ya han cogido bien el sueño empezamos a ponerles cosas encima: un cuaderno, el mando de la televisión, dos huevos, tres periódicos, un libro...lo que sea, todo colocado estratégicamente en distintas partes del cuerpo, y… a esperar a ver cuanto aguantan sin tirar algo. Cuando se mueven un poco y se cae algo al suelo, se despiertan despavoridos y nos cae una bronca de cuidado, pero mientras tanto nos hemos reído lo nuestro.

En un pueblo, quieras o no, los abuelos dan mucho juego, pero los míos son especiales. Mi abuela se pasa el día cantando, eso sí, solo se sabe una canción, una que dice “Soy minero”, y allí la tienes todo el día que parece que vivimos en un karaoke, porque además, la canta a su manera. La canción dice no sé qué del sonido de una taranta, pero ella dice “con el sonido de una tarántula”, y no hay quien la corrija. 

            Y mi abuelo es parecido, lo que más le gusta del mundo es ir a la capital, porque le encanta pasarse la mañana mirando las obras, sean las que sean, da igual, obra que ve, allí que se apalanca y se puede pasar las horas muertas sin perder detalle de lo que están haciendo. Y lo que más odia son los hospitales. La última vez que le tuvimos que llevar a Urgencias porque le dio un ataque de asma, pasamos un susto tremendo. Resulta que al poco rato de meterle para dentro, salió un médico con una cara de circunstancias que no veas y nos dijo con los ojos fuera de las órbitas: “Lo siento, le hemos perdido”. Como eso lo he visto yo en las películas y es lo que dicen cuando alguien ha palmado, me puse fatal, no podía imaginarme a mi abuelo completamente muerto, pero entonces el médico nos lo aclaró:

—Hemos ido a buscarle un pijama y se nos ha escapado, no sabemos dónde está, le hemos perdido...

            Bueno, sabiendo que no estaba muerto era fácil de encontrarle, estaba con sus gayumbos hasta los tobillos en plena cafetería, con la mascarilla de oxígeno desenchufada y bebiéndose una Coca-cola  aunque no podía ni respirar.

            Uno de los mejores entretenimientos que teníamos en el pueblo era ir a la iglesia y escuchar las confesiones, porque el párroco era sordo y la gente chillaba que se desesperaba para contarle los pecados, pero cuando se enteró otro cura que mandaba más, le quitaron. 

            Al faltarnos el cura nos aburríamos y decidimos poner en el pueblo una emisora de radio. El alcalde nos facilitó el material y los niños y las niñas del pueblo nos encargamos de radiar los partidos de fútbol.

¿Qué pasó? Pues que teníamos la tele muy lejos de la emisora y claro, cuando oíamos que habían marcado gol, el que estaba en el micrófono decía “¡Gooooooool!” y lo tenía que alargar mientras otro se iba corriendo hasta el televisor a ver quién lo había marcado. Cuando nos equivocamos tres o cuatro veces, nos quitaron la emisora, la gente es muy sensible con esos temas, no aceptan errores de ese tipo.

            Ahora nos ha dado con la pesca. Hacemos cañas con juncos de los cañizales del río, cogemos unas más anchas y otras más estrechas para que encajen y las atamos con alambre, se le pone un corcho atado con un hilo y con un alfiler doblado donde ponemos el cebo. Si hay alguien pescando cuando llegamos, les decimos que vienen los guardas y se van corriendo. Un día vino el guarda y nos pilló a nosotros, justo en ese momento picó una boga, y Chimo, con tal de no perderla, se la metió por dentro del pantalón y mientras el guarda nos preguntaba, él notaba las cosquillas del pez escurriéndole por la pierna y le daba una risa que yo pensé que el guarda nos llevaba presos de  por vida. Al final, el hombre se enrolló con nosotros y hasta nos explicó cómo teníamos que poner el cebo para pescar mejor.

            Bueno, este fin de semana celebramos el cumpleaños de mi abuela, espero que no pase como el año pasado, que al ir a soplar las noventa velas se lo tomó tan en serio que se le salió la dentadura postiza disparada, y nos fastidió la tarta a todos.

            Tengo que terminar ya porque hay que entregar esto, pero me quedan muchas cosas que contar, así que, el próximo día, que nos pidan otra redacción para algún concurso de esos en los que nunca toca nada, seguiré escribiendo de mi pueblo y de la gente que vivimos en él, porque yo creo que es entretenido ¿no?

GANADOR MEJOR RELATO INFNTIL EN YOESCRIBO.COM  (2015)

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