jueves, abril 25 2024

SE CUELA DOSTOYESVSKI EN EL DIÁLOGO by Alicia Trujillo

¿Recuerdas esa vez cuando al ver al hombre que trabajaba en la gasolinera cerca de mi trabajo se apoderó de mí la idea de matarle durante casi una semana?  Bueno, pues ha vuelto a pasar. Sólo que en está ocasión la escena me atormentó por un día.

  Fue la semana pasada, exactamente sucedió cuando estaba observando al hombre que siempre ayuda en el supermercado local de mi pueblo: un hombre de estatura mediana, piel morena, inmigrante. Ahí estaba, abriendo bolsas de plástico monótonamente para ayudar a meter la mercancía de los clientes ¡Ah! Ni creas que sentían remordimiento alguno por aceptar tan ligeramente las bolsas; ¿cuidar el planeta?, mejor la comodidad de lo barato y práctico ¡Repugnante egoísmo!

  En fin… estaba yo esperando en la cola para pagar. Puedo recordar aquel semblante del hombre: apagado, oscuro todo él… y esa mirada suya al verme…como…como incisiva…

  Era viernes, y no creo que el humilde trabajador tuviera algún plan que le entusiasmara especialmente para esa noche. Ni para el resto del año. Siendo realistas, un hombre de no más de cuarenta años, sin esperanzas de crecimiento económico, probablemente sin ninguna ambición intelectual, con casi nulas oportunidades de crecimiento laboral; resignado a un destino gris e imperturbable…

  Lo imaginé. Visualicé la escena en el que lentamente, pero con ímpetu entierro un cuchillo afilado en su pecho…con serenidad, precisión; con elegancia al tiempo que un escalofrío recorre toda mi espina dorsal y que observo como va escapándose la vida de sus ojos; ojos que nunca irradiaron luz. ¿Quién es él? ¿Quién es su familia? Ni idea. Por eso no me puede doler. Lo único que sabía con toda seguridad, es que no sería una gran pérdida para el mundo. Ese hombre estaba predestinado a la extenuación sin recompensa; a no experimentar lo que es disfrutar la vida más allá de la mera supervivencia.

Ya. Espera, sé lo que estás a punto de preguntar. ¿Por qué él? Pues… no sé por qué precisamente él…algo en la forma en que me miraba…me descolocó. Simplemente me sentí lleno de furia, lleno. ¡No lo puedo controlar!  Como la vez pasada, una especie de voz se instaló en mi mente…dirigía mis pensamientos, es algo… no lo puedo controlar, no sé cómo explicarlo. ¿Supongo que a ti te pasará alguna vez no? ¿O acaso tienes total control sobre lo que piensas? ¡Joder! ¿Es eso posible?

  La cosa es que al despertarme al día siguiente, no habían pasado ni tres segundos desde que sonó el despertador, abrí los ojos, y me empezó a ahogar una sensación de culpa terrible. Terrible… Aún recuerdo cómo la sensación me invadía y se apoderaba de mi cuerpo, subía por mi garganta… me esforcé bastante en recordarme a mí mismo una y otra vez que no había asesinado a aquel trabajador, que sólo pasó en mi imaginación. No podía salir de la cama… necesitaba calmarme; tenía el corazón a mil por hora…, llegué tarde al trabajo.

 Además, esto ya lo habíamos hablado. Yo…yo sería incapaz de cometer asesinato. Es por eso por lo que me confunde aún más tener ese tipo de pensamientos… en el momento una parte de mi lo goza, de una manera morbosa y no puedo parar de pensar en ello… de construirlo en mi cabeza, y sobre todo de sentirlo como si fuese real, ¡no puedo parar! Tengo que concluir, no podría cortar y pensar en otra cosa… pero horas después, la monstruosa culpa me aplasta…y no me reconozco, es como si durante ese tiempo me hubieran cambiado de mente. Y está también la maldita laguna en mi memoria que me hace difícil recordar con claridad que pasó después de esa invasión de sentimientos. Apenas me acuerdo del momento en que llegue a casa… ¡No me siento yo!… ¡No lo entiendo! ¡Maldita culpa! La mayoría del tiempo no siento nada, sólo la imperturbable nada, pero las pocas veces que sí, es esa dichosa palabra que me mira con rabia y aplasta mi insignificante ser desde todos ángulos…

    Estabas claramente alterado … tanto que llegaste tarde al trabajo… dime algo Juan, ¿qué hiciste para calmarte?, ¿Cuándo empezaste a sentirte otra vez tú?

   Leer. Ya sabes que es de las pocas cosas que me calman…

Lo sé. La última vez acabaste de leer crimen y castigo por segunda vez ¿Qué libro estás leyendo ahora?

 Pues… el mismo, estoy por el quinto capítulo. Ese día que llegué tarde al trabajo leí unas quince páginas. Sí, lo sé. La tercera vez que lo leo … ¿crees que estoy obsesionado? No te lo puedo negar. Aunque ¡qué te digo! La obsesión es el peor de mis males ahora mismo ¿no crees?

  Es raro porque me siento… cercano al protagonista… a su inexorable sentimiento de soledad y culpa que le persiguen como su propia sombra.   También me he preguntado varias veces qué tan genuinos serían los deseos de Dostoyevski de quitarle la vida a alguien… ¿Realmente le habría carcomido esa motivación hasta el punto de tener que llevarlo a cabo en papel? Todo esto, no te voy a mentir, aunque ya sé que es totalmente ridículo… a veces, fantaseo las noches que tengo insomnio con haber podido conocerle. Y sí hubiéramos coincidido en el mismo tiempo, pienso que seríamos buenos amigos… y que me comprendería… él sí me comprendería… y reproduzco en mi cabeza una y otra vez las conversaciones que tendríamos, ¡eso suponiendo que yo hablase ruso claro! Me gusta imaginarme que me ayudaría incluso a crear personajes para mis cuentos en algún café silencioso de San Petersburgo… dándome sabios consejos literarios… Y probablemente, no me sentiría tan solo… ¡No me mires así! Te dije que era ridículo. Sé lo que estás pensando. ¿En qué dimensión paralela un artista de su nivel querría ser amigo de un mediocre aspirante a escritor como yo, que encima ha sido diagnosticado a sus veintiún años con un horrible trastorno psiquiátrico?

 Ya veo… vuelve a salir lo que empezamos a hablar la otra vez Juan, cómo en tu vida te cuesta abrirte a formar un vínculo con el otro… sin embargo en tu imaginación sí te permites crearlo y experimentar la necesidad de conectar con alguien…Siempre son escritores, y todos ya fallecidos. Pero especialmente te obsesiona Dostoyevski, claro está. Vamos a imaginar que efectivamente, él y tú hubierais coincidido en el tiempo y entablado una estrecha amistad. ¿Por qué se sentía él tan solo, como mencionabas?

Pues… por lo jodida que ha sido su vida. Su madre murió cuando él era joven, y su padre parece que era un auténtico hijo de puta, alcohólico y violento… Además, también murió más adelante su hermano y su primera mujer, y, por si fuera poco, su primera hija a los tres meses de haber nacido de su segundo matrimonio…  A todo eso, suma los cinco años de trabajos forzados en Siberia cuando…

  Ha tenido una vida muy difícil… sí… puedo entender por qué buscas consuelo en él… al fin y al cabo, los dos habéis sufrido la ausencia de la madre y la cruel realidad de un padre violento. ¿Quién podría entenderte mejor?… Y parece ser que después de machacarte a ti mismo con esa gran culpa al haberte imaginado matando a alguien, buscas inmediatamente ese refugio de nuevo en el escritor, en un intento de apaciguar ese fuerte sentimiento… Paradójico que crimen y castigo sea el libro al que más recurres. ¿En qué momento de tu vida alguien te hizo sentir culpable de algo Juan?

No lo sé… a ver ¿eso qué tiene que ver? Yo leo ese libro porque es una joya de la literatura y cada vez que lo lees, encuentras nuevos simbolismos… y, además, ni sé porque me estoy justificando ¡Yo no he cometido un crimen en la vida real!

         Yo no he dicho que hayas cometido un crimen Juan…

Lo que queremos saber es ¿quién en tu vida te ha hecho sentir que sí?

Nadie.

[Silencio]

¿Estás seguro?

¿Qué si estoy seguro?, ¿Qué insinúas? ¡No soy un asesino! Y lo de mi madre ¡fue un accidente! Si hubiera sabido que iba a morir tras dar a luz, créeme, hubiera preferido no nacer.

[Silencio]

No tapes el llanto Juan… no hay nada de lo que avergonzarse por darle lugar a tu más íntimo y profundo sentir. Es la primera vez que hablas de ello… y es algo muy necesario.

¿Quién te enseñó a verte ti mismo como culpable Juan?; ¿Quién es ese hombre en tu vida que te ha mirado como tu expresabas en tus propias palabras “con rabia, aplastando con culpa tu insignificante ser desde todos los ángulos”?; ¿Quién más te ha mirado de forma incisiva, acusatoria, como el hombre del supermercado? 

  Supongo que… mi padre… apenas tengo recuerdos de él ya lo sabes… menos esa vez…de esa vez me acuerdo con detalle: Nos había dejado todo el día solos a mi hermano y a mí… no volvió a casa hasta por la noche, y lo único que habíamos comido era cereal de ese azucarado con agua, ya que no había leche… y cuando yo le pregunté si podía hacernos de cenar, me miró con mucho…con mucho odio…me pareció una eternidad el tiempo que me sostuvo la mirada…. No dijo una sola palabra. Subió por las escaleras, y se encerró en su cuarto hasta por la tarde del día siguiente.

   Ahora entiendo que estaba asquerosamente borracho… ese olor… no soporto el olor a alcohol, por eso nunca salgo por la noche. Ya sé que te dije antes que sería incapaz de matar, pero es que si ahora se pone alguien enfrente apestando a ron ¡Dios! Me darían ganas de apuñarlo hasta que la última puta gota de alcohol se escurra por sus poros…

[Silencio]

 … La forma en que te miró tanto el señor de la gasolinera como el del supermercado tocan una memoria en ti muy, muy dolorosa. Hacen que revivas la crueldad de tu propio progenitor… ¿Sabías que Dostoyevski expresó cómo le había atormentado el sentimiento de culpa al morir su padre?

¿Por qué? Si él no tuvo nada que ver con la muerte de su padre, creo que ni siquiera estaba presenté cuando sucedió…

  Porque la había deseado de niño, en muchas ocasiones.

¿Quieres decirme que también siento culpa por el abandono de mi padre? ¿Qué lo único que se sentir es culpa, eso quieres decirme?…

[Silencio…]

Yo… cuando mi padre se fue de casa, empecé a tener pesadillas todas las noches… tenía siempre el mismo sueño: yo me despertaba sólo en la habitación, sentía mucho miedo y buscaba a mi hermano con la mirada… como veía que no estaba en su cama, bajaba a buscarlo al salón y lo encontraba mirando fijamente al suelo… me acercaba para ver qué estaba viendo… y era a nuestro padre: inmóvil, muerto… yo me sentía paralizado y mi hermano sin ni siquiera mirarme me decía que por mi culpa estaba muerto… Luego despertaba abruptamente… sudando… Se sentía tan real… por mucho tiempo pensaba que no era  sólo una pesadilla…, la psicóloga del centro de acogida se dio cuenta porque yo escribía en mis historias mi sueño. Fue cuando empecé terapia con ella

  Y… es a raíz de que tu padre se fuera de casa que tienes insomnio… ¿recuerdas lo que escribías de niño sobre esas pesadillas?

Si… aún conservo mucho de lo que escribía, pero me cuesta entender la letra que tenía… Lo que es extraño es que lo narraba en tercera persona… escribía lo que le sucedía a aquel niño que despertaba y se encontraba muerto a su padre, pero no sentía que fuese yo el del sueño, sentía que era otro, no sé, ajeno…

  • Ajeno a ti es como te percibes cuando tienes estos episodios invasivos en el que se apoderan de ti fuertes emociones, entre ellas, el deseo de quitarle a un hombre la vida…

Sólo es en esos momentos, cuando me vienen esa clase de sentimientos…. Pero no soy yo, vienen a mí… yo sólo los percibo, es que sí son ajenos…joder, me cuesta explicarlo. Y de hecho el resto del tiempo no siento nada… nada…es como si estuviera suspendido en medio de… en medio de ¡nada!

No te permites sentirlo; sin embargo, en los episodios en que te encuentras poseído por otra “mente” y que sufres un arrebato de ira seguido de una gran culpa… esa persona Juan, también eres tú… es tú mente. Necesito que comprendas, que eso también eres tú.

Racionalmente entiendo lo que dices.. pero yo no lo consigo vivir así ¿Por qué me cuesta tanto identificarme conmigo, sentirme yo? No debería ser tan complicado…

Bueno… es demasiada la culpa que te genera albergar sentimientos tan fuertes hacia una de las personas que te ha dado la vida. ¿Quién no se sentiría así? Entonces… ¿cómo se arregla eso? Diciéndote a ti mismo que no eres tú. Alejando esa parte tan dolorosa de tu consciencia. Lo entierras, lo rechazas. Encuentras amparo en “sentir nada”, porque de lo contrario… es demasiado. Escaparía a tu control.

El casi no recordar las veces que mi padre me pegaba más que en pequeños y extraños fragmentos… ¿es como una defensa mía también?,¿es parte del trastorno disociativo?

Así es Juan… es la manera que halló tú consciencia para protegerte. Otra forma es con la literatura: el único lugar en el que te has sentido seguro desde niño, y que vuelves una y otra vez. En parte deseando que tu padre no hubiera sido el hombre que fue: violento, alcohólico, que te culpó de la muerte de tu madre. Un hombre sin ninguna capacidad de disfrutar la vida más allá de la mera supervivencia; sin ambición intelectual alguna, es más, se burlaba de ti cuando te veía concentrado escribiendo…Lo contrario de lo que anhelas: una figura amorosa, un guía, un padre que hubiera podido comprenderte, y ayudarte incluso a crear los personajes de tus cuentos.

¿Me estás diciendo que existe un sentido coherente dentro de mis delirios?, ¿Qué existe cierta…lógica?; ¿cómo sé yo si no eres una voz más creada por mí, y que todo este relato no es más que un desesperado esfuerzo mío para apagar la culpa que arrastro?,¿y si toda esta habladuría no es más que otro sofisticado mecanismo de mi psique para intentar llenar ese espacio en blanco que tengo desde que vi a aquel trabajador hasta que llegué a mi casa?,¿ y si… sí lo maté?

¿Qué necesitas de mí Juan? ¿Qué sea otra de las tantas voces acusatorias? ¿Acaso prefieres usarme de pretexto para terminar de abatir tu espíritu por completo? Yo creo que ya tienes suficiente, ¿no crees?  …Si es que me has inventado tú, te pregunto yo a ti: ¿para qué me has creado si no vas a confiar en lo que digo? Bien podrías deshacerte de mí al instante… más no lo haces.

¿Y sí la razón de mi existir es tu forma de intentar  esclarecer y entender un poco mejor tanto a tu trastorno como a ti mismo?

Ciertamente, has decidido darme vida en las letras y cómo tú dices, algún sentido tendrá… Sea como sea, no es nuestro lugar juzgarlo. (Ni el de Dostoievski, Juan).

Que decida el lector.

Alicia Trujillo Aragón.

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