DE LA SERIE: PORTUGAL SEDUCE
Portugal no sería lo mismo sin sus bellos mosaicos. El sol rebota en ellos realizando el milagro de la luminosidad y el esplendor. Fachadas que con su brillo parecen recién barnizadas y lustrosas.
Lisboa es un ejemplo poderoso de la luz reflejada en los mosaicos que adornan los edificios, los bancos de los parques, las iglesias, los conventos. Es precisamente en uno de estos conventos donde se guarda uno de los mayores tesoros portugueses. Una colección única en el mundo de mosaicos de todas las épocas y diferentes lugares; cerca de siete mil piezas: azulejos holandeses, españoles, ingleses y belgas
El convento de La Madre de Dios alberga el museo nacional del azulejo. Apartado de las rutas turísticas y situado en la localidad de Xabregas, cercana a Alfama, se alza este magnífico edificio de estilo manuelino fundado por Doña Leonor en 1509.
No fue hasta el año 1958, después de una exposición conmemorativa del quinto centenario del nacimiento de la reina Doña Leonor, cuando surgió el planteamiento de utilizar este espacio para crear el museo del azulejo. Bajo la dirección del ingeniero João Miguel dos Santos Simões fueron tomando forma las salas que albergan esta exquisita colección. Desde el año 1965 el museo fue un anexo del museo nacional de arte antiguo emancipándose en 1980 para convertirse así en autónomo, y tomando el nombre de Museo nacional del azulejo.
En la planta baja se exponen los azulejos más antiguos. Pasando al primer piso se encuentra una muestra de azulejos contemporáneos junto a azulejos de los siglos dieciocho al veinte. En la segunda planta se encuentra la muestra más imponente del museo: veintitrés metros de azulejos que muestran cómo era Lisboa antes del terremoto de 1755 que destruyó la ciudad. Esta composición lleva el nombre de *Grande panorama de Lisboa* y se cree que fue obra del pintor español Gabriel del Barco, maestro de la fabricación de azulejos del barroco. Esta composición decoró las paredes de la sala más importante del palacio de los Ferreira de Macedo (condes de Tentugal) y ofrece un testimonio único de cómo era Lisboa antes del seísmo.
Los azulejos portugueses se han convertido en objeto de culto y en tentación para coleccionistas. Llegan a alcanzar cifras importantes en el mercado negro y cientos de ellos desaparecen de sus fachadas para este comercio fraudulento. La feira da ladra, que se celebra los martes y los sábados en el barrio de Alfama, alberga puestos que venden azulejos de dudosa procedencia aduciendo que son imitaciones; se teme que sean sustraídos de las fachadas, poniendo así en peligro este espectacular patrimonio artístico que distingue a Portugal de cualquier otro territorio.