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Leila Slimani, la escritora inquietante que le dijo no a Macron: «Quiero molestar al lector»

Entrevista

La ganadora del Goncourt es una de las voces literarias más potentes de la actualidad. Presenta nueva novela: una historia sobre su familia en Marruecos tras la II Guerra Mundial

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Leila Slimani, en París. (EFE)

Por Paula Corroto 06/05/2021 – 05:00

La escritora Leila Slimani (Rabat, 1981) está estos días en Madrid para hablar de su nueva novela, ‘El país de los otros’ (Cabaret Voltaire). Todavía es extraño quedar con alguien extranjero para hacer una entrevista. Más raro es para ella llegar a una ciudad que ahora mismo no tiene mucho que ver con la Francia confinada en que vive. «Sí, ¡todos los franceses vienen a Madrid!», sostiene, aunque también añade: «Paso olímpicamente. Yo suelo estar en casa encerrada escribiendo».

Slimani es la autora de varias novelas que en los últimos años la han colocado en el pedestal de las letras francesas. Escribe sobre sexo, violencia, maldad «sin vergüenza». Con ‘Canción dulce’, la historia de una niñera asesina de niños que, desde luego, no te deja indiferente, ganó el prestigioso Premio Goncourt en 2016. Con ‘En el jardín del ogro’, sobre una mujer adicta al sexo, se ganó a la crítica y a los lectores. Con su nueva novela, se adentra en la historia de su familia: su abuela, francesa, se enamoró de un marroquí durante la II Guerra Mundial y acabaron viviendo ambos en Marruecos. Un brutal choque cultural. Slimani tampoco huye de las escenas perturbadoras. Avisados están los lectores.

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‘El país de los otros’, de Leila Slimani.

PREGUNTA. Esta es la primera novela de una trilogía sobre la historia de su familia. Empieza con sus abuelos, pero después seguirá con sus padres y, por último, con usted. ¿Lo tenía todo pensado o fue surgiendo?

RESPUESTA. Está todo pensado. Acabo de terminar el segundo.

P. ¿Qué ha sido lo más difícil? ¿No le da pudor hablar de su familia?

R. Lo más difícil ha sido contar la historia de mis padres, porque mis abuelos ya habían muerto, pero mi madre sigue ahí y eso lo hace más difícil. Pero sí que tengo pudor; lo que no tengo es vergüenza. A la hora de escribir, no hay que sentir vergüenza.

«Cuando escribo, sí que tengo pudor; lo que no tengo es vergüenza. A la hora de escribir, no hay que sentir vergüenza»

P. Me llama la atención el personaje de Mathilde [su abuela], una mujer francesa que lo deja todo para irse a una granja en Marruecos.

R. ¿Ah, sí? A mí me parece natural que cuando te enamoras sigas a esa persona hasta el fin del mundo. Hay que tener en cuenta que eran jóvenes, habían vivido la guerra sin hacer nada, sin tener expectativas, y, de repente, se conocen y surge…

P. Sí, pero ella se va a un país con una cultura completamente diferente y como mujer es un golpe muy fuerte. Vaya, es una decisión llamativa.

R. Sí, escribiendo es cuando me di cuenta de la personalidad de mi abuela, que era anticonformista y muy, muy moderna. Lo que me sorprende es que los padres la dejaran marchar a África sin oponerse.

P. ¿Cómo ha sido este viaje a la historia de su propia familia?

R. Fue un placer enorme, como volver a casa, a mi infancia y a mi país. Y luego también tuve la suerte de tener una abuela que sabía contar historias muy bien. Mi abuela era impresionante. Era una mujer alta, de ojos claros… Y sí, llamaba mucho la atención porque hablaba árabe, bereber, tenía un físico impresionante y además era divertida. Y le encantaba insultar. Había aprendido todos los insultos y nos los enseñaba de pequeños. El abuelo nos decía que dónde los habíamos aprendido [risas].

P. El libro se titula ‘El país de los otros’ y también hay frases que remiten a la otredad al principio. ¿Su abuela se sentía otra? ¿Usted también?

R. Para ella, no tenía una connotación negativa el haberse sentido en el país de los otros porque veía al otro en su alteridad, en su diferencia, y lo sentía y le interesaba precisamente esa alteridad…

P. Pero, como decía Sartre, “el infierno son los otros”…

R. Sí, y pueden llegar a ser un infierno porque te pueden oprimir, se pueden oponer a lo que haces… Y eso es lo que muestro en la novela.

P. La novela está ambientada a finales de los años cuarenta, principios de los cincuenta, ¿el sentimiento de otredad es ahora más intenso en nuestras sociedades?

R. Creo que no. Durante la colonización, los sentimientos de alteridad eran mucho más terribles. De esa época, precisamente lo que me duele es esa separación tan grande, esa frontera que no puedes traspasar, mientras que ahora se hablan más idiomas, hay más comunicación.

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