La serie de cartas se ha publicado en su totalidad en MasticadoresVenezuela&Colombia, Alicia Trujillo cierra esta serie en la que han participado siete escritores. Pueden consultarlas a todas aqui. -j. re crivello
Ha pasado tiempo desde la última vez que hablamos, lo sé.
Varios domingos fui caminando a la iglesia con la intención de entrar. Llegaba hasta la puerta, mi cuerpo se ponía rígido, y tenía que dar la vuelta.
Desde que murió Jorge, tu imagen, lejos de brindarme el refugio que siempre fue, me producía un torbellino de ira incontenible.
No ha sido fácil.
Repetidas veces tuve que decirme a mí misma que si bien eres la Fuerza que está en todo, no eres el Dios infantil que controla y decide cada destino.
Sé que no estaba en tus manos salvar a mi hijo. De verdad que ahora lo creo.
Pero ¿por qué no siento el calor de tu presencia como lo hacía antes? ¿Dónde has estado después de lo ocurrido?
No te pido ninguna fórmula mágica, ni que hagas que desaparezca de una día para otro este dolor que me corroe nada más abrir los ojos por la mañana. Tampoco te pido volver a ser … ¿feliz? Una palabra que hoy se asemeja a una mordaz ilusión. Nada de eso.
El deseo que impulsa mis oraciones es poder contactar con una pizca de vitalidad, de calma. ¿Volveré a sentir algo así de nuevo?
Sabes que mi motivación no es egoísta, que mi otra hija de seis años me necesita. Y no puedo soportar el hecho de que lo único que vea reflejado en mis ojos sea a una mujer extraña, rota. Una madre ausente.
Me carcome la culpa… y trato, intento que no sea así. A veces un atisbo de esperanza asoma, como el pasado fin de semana que mi marido insistió en que pasáramos unos días en la casa de campo. Ahí estaba yo sentada en la terraza, con vistas a la montaña, un suave atardecer, y la sonrisa de mi hija en primer plano, aprendiendo a montar en bicicleta con su padre.
Por un instante, sentí mi cuerpo ligero. La respiración no pesaba tanto, y la alegría de ambos llegó a tocarme… sin embargo, no pasa mucho hasta que el hechizo se rompe. Y la realidad se torna otra vez despiadada, sofocante.
Es la forma de la existencia de susurrarme al oído no te ilusiones demasiado Carmen, esto ya no es más para ti. Un continuo recordatorio de esta minusvalía emocional, que parece insalvable… y no sé cómo, NO SÉ CÓMO VIVIR CON ESTO.
Cuando llego a ese punto de desesperación en el que estoy, te busco, imploro, y tu falta de respuesta despierta mi furia. Entonces mis pensamientos son arrastrados a tenebrosos lugares, que en situaciones así, son lo único que me trae cierto alivio, aunque sea efímero. Doy vueltas y más vueltas; argumento en mi cabeza por qué lo mejor sería acabar con la mujer anestesiada en la que me he convertido.
Imagino el escenario de mi familia a largo plazo sin mí, sin la carga que soy. Y estarían bien. Mi hija estaría bien porque tiene unos abuelos que la adoran y un padre maravilloso, que no sé cómo ha conseguido mantenerse a flote.
Las fantasías de reencontrarme con Jorge, es de las pocas cosas que saca a mi corazón del coma en el que está, y por segundos soy consciente de los latidos en mi pecho. Esta posibilidad me hipnotiza. Cada vez ocupa más espacio en mi mente. Es una posibilidad… que me tienta, y a la vez, me mantiene en una batalla interior constante.
¿Entonces? ¿Qué me frena a dar el paso? ¿Acaso la cobardía que me lo impide es tu forma de decirme que no lo haga, que hay esperanza? ¿O esta inquebrantable (incluso irracional) lealtad a la vida, no es más que una maldición inherente al ser humano?
Sea como sea…en este momento, lo que realmente me importa es sentir tu presencia. Solo una pequeña señal que me haga saber que no estás lejos.
Si la luz aún tiene cabida en mí… solo una señal.
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