martes, diciembre 5 2023

ME GUSTA SENTARME EN EL BRAZO DEL SOFÁ by José Luis Serrano

Brazo del sofá causante del texto / Ilustración facilitada por el autor

                                                                                 

Para Lola, provocatriz de cuanto sigue.

No es que sea muy cómodo, pero.

Y son peros varios y buenos.

Anatómicamente y al margen de la constitución del mueble, te obliga a permanecer erguido  y poner atención a tu centro de gravedad para no incurrir en esa inestabilidad que alguien pudiera interpretar como consecuencia de alguna  desmedida libación etílica.

La posición que te impone -un mal menor, acaso un bien, quién sabe- te presenta potenciando tu esbeltez   (nota: sentarse en el brazo del sofá no es, repito: no es empadronar las posaderas reclamando derechos territoriales manu militari(*) sino más bien un así como hacerlo en las misericordias de los coros que permitían a los frailes cantores cierto reposo, alivio para sus pies y tal estilizamiento apareja la mejora estética de la ropa que luces, y por ello mismo a ti, sobre tu cuerpo más o menos gentil, aproximadamente serrano.

Hay sofás con generosos -por amplios- brazos sobre los que sentarse con un aceptable  grado de comodidad en los que permanecer un tiempo en actitud de vigía en su atalaya no  supone un especial desgaste energético.  –Seamos claros: siempre será más relajado repatingarse contra el respaldo del mueble dejando que la anatomía de uno anide entre acogedores almohadones de plumón (si el presupuesto no se opone) o, cuando menos hospitalarios cojines tapizados símil ante o así.

De tan obvio como es no parece necesario decir que ubicar el punto de vista por encima del resto (véase El arte de la guerra; Sun Zhu; 490 a.C. ) proporciona  interesantes perspectivas que anda a saber si alguna vez será bueno hacer valer el conocimiento obtenido de tan estratégica posición de atento centinela­ que además, si el caso se diere, te permite recuperar la verticalidad en un ¡ya! para tomar o retomar la acción pertinente según  tu calidad de presa o predador (insisto: Sun Zhu)

No resultan, a nuestro interés, recomendables los Luis XVI y asimilables en donde la estrechez de los brazos y su exiguo tapizado más que sentarse te obligan a cabalgarlos a la halconera con lo que la estética queda en entredicho y tanto la comodidad como el descanso se ausentan sin más explicación.

¿Cuándo -¡y los cielos me asistan!-  cuándo tendrán los fabricantes el detalle, la galanura, la gentileza de establecer un código de colores o cualquier otra señal perceptible por los interesados sobre la tersura del tapizado de los brazos, la presión asumible por el armazón que lo soporta? Podríamos así calcular durante la aproximación el modo de ubicarnos sobre él evitando tanteos previos tan poco elegantes, rayanos con lo indecoroso por la frontera del disimulo, soslayando las consecuencias de un cálculo errado que nos lleve castigar tontamente el casi siempre olvidado coxis y en el caso de escasa consistencia a hundimiento mucho menos deseable porque si bien el dolor llama a la solidaridad de quien  presencia el accidente, el hundimiento convoca a risas más crueles cuanto más disimuladas.

El sofá de casa.-

Sentarme ahí, a tu vera pero en la altura, me permite quitarte con delicadeza el libro de las manos, robarte el cigarrillo al que daré la última calada antes de apagarlo y entonces deslizarme por el lento tobogán que sabe ser para caer con lúdica suavidad en la acogedora dulzura de tus brazos y dejar que la sabiduría de los cuerpos acomode las anatomías y liberando botonaduras y cremalleras  escriba el prólogo de lo que no voy a escribir aquí.

(*) ¿Culo militari? en este caso

JLSC

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