Tenemos el placer de presentar a Fernando García Alvarado, colaborador de Masticadores y esta experiencia de relato y audiovisual rica en matices. La publicaremos cada semana los martes. Agradecemos a Fernando como autor de la historia, a la producción y animación de Mr. Bizarro, sonido de J.J. Rec
J re crivello —Editor
Presentación -Cap 01
La vida es inesperada y en ocasiones te brinda oportunidades irrechazables que sabes que te harán aprender y crecer. Hace algún tiempo mi buen amigo Andrés (alias Mr. Bizarro) me propuso crear una serie de animación de terror basada en la cuarentena. Nunca me había planteado hacer algo así pero, conocedor de su trabajo, buen hacer y creatividad, decidí aceptar su invitación y escribir esta humilde serie que, aunque en un principio se inspiró en el confinamiento, pronto cogió su propio camino y recorrió otros caminos más fantásticos y terroríficos.
A partir de hoy y cada semana publicaré en el blog el capítulo de la serie que vaya saliendo a la luz junto al relato/texto original que escribí para que así se pueda apreciar el trabajo de adaptación hacia el formato audiovisual. Espero que os guste ya que hay invertidas muchas horas de ilusión, trabajo y sobre todo de aprendizaje y, como siempre, estaré más que encantado de poder compartir opiniones y comentarios sobre este proyecto.
Fer Alvarado
-01 Relato
El frío del exterior me despertó colándose entre las rendijas de la ventana. Hace tiempo que tenía que haberla arreglado pero no sabía cómo hacerlo y no tenía a nadie que lo hiciera. Aquel aire gélido que poblaba la noche me forzaba a abrir los ojos y a mí me gustaba dormir ya que cuando lo hacía, no escuchaba a las paredes cuchicheando a mis espaldas hablándome con arañazos, dentelladas y mordiscos; reclamando su sito, su lugar, lo que ahora es suyo.
Me incorporé sobre la cama y miré con ojos desorbitados hacia las paredes, no podía creer lo que veía, éstas se estaban moviendo, había bultos temblorosos que me rodeaban y se desplazaban por el techo, por el suelo, parecía que querían salir, estaba seguro de que querían entrar. El ruido cambió, las uñas que arañaban mi cerebro se volvieron agudas y se unieron en un coro que taladró mis oídos. Algo estaba traspasando las paredes. En ese momento se produjo un silencio mientras por los agujeros del techo ojos enrojecidos y colmillos insaciables comenzaron a observarme. Ratas, cientos de ratas me devolvieron la mirada conocedoras de que nos habían adelantado en la pirámide alimenticia. Yo no podía pararme, no podía esperar a que probaran mi sangre o no se detendrían nunca. Así que salí corriendo y ellas me persiguieron, se unieron unas a otras convirtiéndose en un ser enorme repleto de garras que buscaban mi carne y mis huesos. Pero por suerte, conseguí llegar a la puerta, salir de casa y cerrarla tras de mí antes de que un golpe seco hiciera temblar las paredes anunciándome que me encontraba momentáneamente a salvo. Ya en la calle me di cuenta de que, por primera vez en mucho tiempo, estaba desprotegido bajo una noche sin estrellas, ahora nunca había estrellas, ahora nunca había luna y ni siquiera de día se veía un rayo de luz.
Desde la megafonía me llegó aquel aviso que se había convertido en la huella de lo que nunca nos tomamos demasiado en serio hasta que fue demasiado tarde:
“Esto no es un simulacro, por favor, permanezcan en sus casas y usen su equipo de protección en todo momento. No teman, todo saldrá bien pero les repito, esto no es un simulacro, les rogamos que no salgan a la calle bajo ningún concepto, apuntalen puertas y ventanas y esperen en sus hogares hasta recibir nuevas instrucciones. Todo saldrá bien, todo va a salir bien”.
Todo fue una sarta de mentiras.
Me ajusté mi máscara y miré hacia atrás sabedor de que aquel refugio ya no era seguro. Así que me armé de valor, di un paso adelante y me sumergí en este mundo en el que palabras escupidas por una polvorienta megafonía, eran lo más cercano a calor humano que había sentido en mucho, mucho tiempo.