jueves, abril 25 2024

Z by Natalia Carnales

(Blog de Natalia: www.nataliacarnales.com)

Las cosas habían cambiado, el mundo ya no era el mismo y cada uno sobrevivía como podía. Los pocos humanos que quedaban sin contagiarse se refugiaban en búnkeres que prepararon los militares en la resistencia. Hoy en día solo eran espacios subterráneos para pasar la noche, abandonados y en ruinas. En las horas de luz debían aprovechar para buscar alimentos entre las ciudades abandonadas y los bosques plagados de zombis.

Ana llevaba días sin comer y el estómago le rugía. Por más que intentaba concentrarse en otra cosa, no podía controlar el hambre que sentía. El ansía. Si no era capaz de conseguir algo con que alimentarse pronto, creía que se desmayaría. Las piernas le dolían y el cansancio provocaba que sus músculos se agarrotaran, arrastrando los pies por la avenida central. La herida que tenía en el brazo estaba putrefacta y comenzaba a soltar un olor desagradable. La sed le provocaba un ardor insoportable en la garganta, y los ojos se le tornaron rojos producto de la insolación.

Esa mañana había logrado llegar a la zona sur de Arizona y el primer pueblo que se encontró no prometía mucho. Estaba convencida de que estaría arrasado y sin una gota de vida. La boca se le hizo agua y las tripas se le retorcieron. Miró el pus amarillo de su brazo y lo lamió, pero no sintió asco ni placer, absolutamente nada. Cuando ya estaba perdiendo la esperanza, las voces dentro de una vieja gasolinera la alertaron. Por fin había encontrado la ayuda que necesitaba y seguro tendrían algo que llevarse a la boca.

Madison no lo dudo cuando vio acercarse a Ana al local y aunque le disparó lo más rápido que pudo, llegó a morderle el brazo arrancando un buen trozo de carne. De inmediato miró a la venta de la gasolinera, donde su novio observaba perplejo lo ocurrido. Madison le sonrió con los ojos llenos de ternura y después de voló los sesos.

Registro: 2201250328052

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