
Quizás empecé queriendo ser uno o varios personajes de los libros que leía de pequeño.
Primero las pequeñas novelas del oeste que mi padre me compraba satisfecho, al verme acurrucado en un sillón leyendo con avidez…
Después vino la fantasía y la aventura de tantas novelas y un poco más tarde …las chicas…
Por aquella época todavía se escribían pequeñas cartas para conquistar a una chica, absolutamente inocentes, adictos a un amor inexistente, romántico. Formaba parte del primer paso de un ritual que apenas llevaba a alguna parte o si acaso a poder decir: “tengo novia”.
Lo cierto fue de que en mi mundo estaba a un millón de kilómetros de querer decir esas palabras, pero tenía un pequeño don, era capaz de concatenar palabras que , y juro que aún no sé la razón, hacía que las chicas llenaran sus ojos de un brillo especial.
Así pues, me convertí en una especie de Cyrano escribiendo cartas de amor, a veces poemas para mis amigos, letras que allanaban el camino hacia el corazón de aquellas chicas.
La verdad es que aquel comienzo, me llevó a escribir un diario donde reflejaba mis verdaderos pensamientos y todo lo que sentía por ella, a la que nunca le envié carta alguna.
Seguí escribiendo por un motivo que aún perdura, vaciarme. Igual que un vaso gota a gota siento que algo dentro de mí se va llenando, una historia , un poema, y la necesidad de volcarlo es un ansia que solo un bolígrafo calma.
Después alguien lo lee y veo ese brillo cuando has conectado con un extraño que ya no es tanto.
Hace unos años limpiando mi biblioteca, en un libro que presté a aquella chica que me gustaba, libro que no había vuelto a abrir, descubrí una carta oculta de ella…
Pero eso, es otra historia.
+ There are no comments
Add yours