jueves, abril 25 2024

CAMBIAR EL PUNTO DE ANCLAJE by Reyes García-Doncel

Imagen tomada de Pinterest

Javier sonríe. Lleva el pelo largo recogido en una coleta baja y una pequeña barba en forma de perilla. Con sus dedos llenos de grandes anillos plateados, en forma de calaveras y cruces, prepara los hongos. Cada uno los mastica despacio. El sabor no es bueno, sino amargo y un poco a podrido, pero  soportable. Ana se tumba en el sofá, Javier se sienta en el suelo y toca una flauta fabricada con el hueso de una pata de garza. Su sonido le recuerda a Ana el del viento sobre los caños, el de la lluvia sobre los árboles, el lejano relincho de un caballo entre el bosque y la marisma. 

Tu pelo largo y rubio se va transformando en corto y rizado, tus mejillas se hacen más redondas, tus ojos más alargados, hasta que tu cara se ha convertido en la de tu madre, un poco velada, como cuando buceabas con ella en la playa. Empiezas a escuchar un murmullo, cada vez más intenso, y la habitación desaparece. Ahora solo existe el espejo y tú. Tu madre te sonríe, mueve los labios rojos, te habla: Escucha, la oyes decir; escucha… Pero sus ojos se van transformando en los azules y expresivos de tu padre, y su cara en un mentón cuadrado con bigote canoso que abarca todo el espejo. Tu querido e imprevisible padre. Su cara se desdibuja, el espejo es ocupado por la de Sabina: tó está dentro de ti. La llamas, varias veces, pero una cara desconocida ocupa ahora su sitio, que a su vez cambia por otra, y luego por otra más, en una sucesión de ojos, narices, boca, cabellos que se sustituyen a gran velocidad como si fueran acuarelas desdibujadas por el agua. Te parece reconocer a alguien, quizás algún rasgo familiar, pero nadie permanece el tiempo suficiente para que puedas identificarlo. 

Ahora el poder del espejo se expande y te absorbe: tus manos resaltan muy nítidas sobre el marco: cada arruga parece una montaña, cada mancha un desierto; tu pelo se mueve con la lentitud de una pesada cortina de terciopelo; tus pestañas avientan el aire como enormes abanicos; tu boca es una cueva inmensa por la que brota viento… 

Hasta que poco a poco esas imágenes se ralentizan y pierden claridad. Hasta que el espejo está vacío, y de nuevo eres tú. De nuevo es ahora. 

Fragmento de la novela En el río trenzado

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