Son las 14’30 de la tarde. Regreso a casa en una mañana desapacible que adelanta ya visos invernales. Tengo hambre y camino deprisa, hasta que algo me detiene. Desde el escaparate de la droguería me llama la atención una imagen que me recuerda infancias de antaño. Aquellos tiempos en los que por toda calefacción existía solamente la cocina económica, alimentada con astillas y carbón, o la chimenea en alguna estancia principal de la casa (las estufas de butano llegarían más tarde). Y la respiración se volvía espeso vaho de camino al dormitorio. Y te metías en la cama con pijama de franela, patucos de lana y el peso de las mantas del Val[1], que impedían que te movieras y te quedaras helada.
Me pellizco. No, no he retrocedido a aquellos años.
Hoy es un día cualquiera de noviembre. De noviembre de 2015[2]. Me lo recuerdan esas fundas de diseño que acompañan unas bolsas de agua iguales a las de mi infancia. Llamativas fundas de colores hechas de punto o de forro polar. Parecen jerseys muy bien doblados, con su cuello de cisne y todo. Pero solo son fundas de diseño para disfrazar la pobreza energética que a mucha gente le llevará a retomar, para calentar sus noches, soluciones de hace más de cincuenta años.
No me resisto. Saco la foto. A pesar de todo, el escaparate luce hermoso. Tal vez la imaginación sirva para poner, por un rato, paños calientes en los vacíos bolsillos de mucha gente.
(Hoy ha amanecido un templado martes de noviembre. El otoño aún no es cruel con las temperaturas. Hoy no hará falta bolsa de agua para calentar la cama)
Este relato se incluye en su poemario Pecado de omisión, publicado por Huerga&Fierro editores (Madrid, 2019)
[1] Me refiero a las mantas del Val de San Lorenzo, población maragata próxima a Astorga, dedicada desde hace más de un siglo a la fabricación de mantas de pura lana, con una larga tradición que las ha hecho famosas no sólo en aquella zona de España sino en muchas otras, como un apreciado elemento fruto de la tradición y el buen hacer en este tipo de prendas para la casa.
[2] Escrito en dicho año, tranquilamente podríamos cambiar la fecha por la de hoy en día, pues las circunstancias de crisis energética que siguen afectando a quienes más lo necesitan, lejos de mejorar parece que siguen empeorando. Siempre para los mismos.
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