
Hoy publicamos el último capítulo de la serie de Islas de escritores que Félix Molina ha escrito durante 47 semanas (y nosotros hemos publicado con gusto en MasticadoresArchipiélago (y pueden consultar aquí). Puedes leer el capítulo 46 que se publica hoy en Archipiélago, Isla de Dante. Y las 47 se comienzan a publicar de nuevo en MasticadoresMéxico en Calaveritas/cap 01
Quienes quieren leer historias y conocer a escritores clásicos pueden visitar estas islas donde hasta los mapas Félix los ha creado en google maps. Félix molina prepara la siguiente serie que nos acompañará durante el próximo invierno.
Gracias Félix! —j re crivello
Archipiélago, 47: Isla final by Félix Molina
Libres, digitales, inconformistas…
INSPECTOR FRANZ KAFKA – LOS MASTICADORES
El inspector Franz Kafka, también llamado Franz K. (o F. K. en sus tardes peores), atravesó la cámara con paredes empapeladas de arriba abajo con los informes sobre las islas y los islotes. Distintas signaturas llevaban a un libro clasificado en unos anaqueles que combinaban la verdina y un extraño ámbar con desazón. Pese a su naturaleza luminosa, pocos hubieran metido en uno de ellos la mano, o incluso un pie, sin asco. El inspector, familiarizado con la vida de los insectos, revoloteó sobre las mohosas casillas y escogió el pergamino que reposaba en la primera de la serie. Con voz más de Franz K. que de Franz Kafka, leyó:
De la inspección de las cuarenta y seis islas a la que un cuerpo de inspectores y yo mismo sometimos al Archipiélago (que llamaremos en adelante A., para abreviar y para darme un gusto), encomendados por este egregio Comité, fallamos lo siguiente:
1º. Que en isla ninguna de A. encontramos solo al autor o a la autora que le daba nombre. Era lo más habitual la cohabitación con su criatura o criaturas, a veces incluso la convivencia, cuando no la cópula… Y esto pese a la prohibición expresa de este Comité, que quería prescindir de la simpatía de tal o cual personaje para decidir una jerarquía de dichos autores o autoras.
2º. Que, no habiendo siempre en A. (por motivos que desconocemos y nos sorprenden) una isla dispuesta para cada autor o autora, no era infrecuente (y digamos que era casi habitual) encontrar a los autores o autoras desparramados en una misma isla sin más criterio que la natural camaradería o el común odio hacia otro autor o autora.
3º. Que a pesar de los denodados esfuerzos de algunos autores o autoras por disponer de una isla en propiedad en A., esto no ha podido efectuarse, por razones que solo este infalible Comité conoce y que solo revelará –aquí F. K. entorna los ojos– bajo soborno; que, igualmente, y pese a que este Comité ha querido fundar alguna isla para ciertos y conocidos autores y autoras de nuestros días (que elegantemente no vamos a nombrar), ello no se ha efectuado porque la primera condición para disponer de una isla es estar muerto y esa circunstancia no se ha producido aún en muchos de los candidatos postulados, abrigándose –aquí F. K. vuelve a entornarlos– la posibilidad de la creación de una comisión que lo haga posible…
Por tanto, fallamos que tanto la taxonomía como la geografía de las islas, y por tanto de A., era, es y sigue siendo caprichosa, motivo por el cual cerramos bajo llave estos cuarenta y seis cajones, e invocamos a este Comité de los así llamados Masticadores (en adelante M.) a llenar otros tantos cajones con otros tantos autores o autoras, fruto de otro igual capricho (en adelante C.).
El inspector Franz K. cerró cada uno de los casilleros donde, como en un reluciente aleph, se almacenaba la esencia de cada isla y encaminó sus pasos hacia su propio terrón, con el tiempo justo para meterse en la cama y dormir las horas suficientes que lo hicieran despertar como un nuevo insecto. O tal vez como el mismo.
Fin del Archipiélago dentro de Archipiélago.