viernes, abril 19 2024

EL HADA DE LOS DIENTES

By Natalia Carnales

Los dientes caen en el fregadero colmando todo de sangre, su rostro lleno de lágrimas refleja el dolor que está sintiendo, pero a pesar de eso, no puede detenerse. Llegará en cualquier momento y no hay manera de escapar, esta es la única opción. La única posibilidad de sobrevivir al hada de los dientes. El molar cruje en su boca y el nervio aplastado provoca un estadillo de dolor en su paladar. Se observa en el espejo, no puede ser, la raíz aún sigue aferrada al hueso y debe conseguir quitarla por completo, de lo contrario, la va a localizar. Las muelas son las más complicadas y la pinza no logra entrar cómodamente en su pequeña boca. La sangre le produce náuseas, odia el sabor metálico.

            Siente ruido en la cocina, está llegando. Pronto la tendrá ahí, debe darse prisa o será demasiado tarde. Un golpe en la puerta, no Dios, no quiere morir. Forcejea con las pinzas, pero aún le faltan los incisivos. Está desesperada, mira el móvil, son las tres de la madrugada. Otro golpe en la puerta, esta vez con más energía, dejando claro que la madera poco podrá soportar. Marca el número a toda prisa de su madre, necesita ayuda de inmediato.

            —¡Mamá! ¡Por favor, ven a buscarme! ¡Llama a la policía! Viene a por mí.

            —Cariño, ¿de qué hablas? —Un silencio llena el auricular un instante—. Son las tres de la madrugada cielo.

            —¡El Hada de los dientes, mamá! ¡Viene a por mí y no soy capaz de quitarlos todos!

            —Tranquila cielo. Otra vez me estás llamando dormida. —La madre despierta a su marido antes de seguir hablando con su hija—. Rafael, despierta y ve llamando a una ambulancia, nuestra hija está otra vez llamando dormida. Como el año pasado con el monstruo de los ojos, esta vez piensa que es el Hada de los dientes.

Mariel escuchó por el auricular a su madre. Respiró profundo y se observó en el espejo un segundo, las encías hinchadas emanaban sangre, mientras el teléfono caía al suelo embaldosado al ver el gran parche que cubría su ojo derecho. A lo lejos se podía sentir el sonido intermitente de las sirenas.

Registro: 2201250327918

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