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MI LUCHA by Francisco Bravo

(Mientras escuchaba Sonny Clark)

Me asedian como a una ciudad medieval…

Hay muchos que se sublevan y me tiran a los suelos…

Como avispas endiabladas se me lanzan encima…

Me han tirado por el acantilado y he caído en las rocas que baña el mar…

Con violencia me han tratado,

el amor me lo han negado,

golpes crueles recibido,

ya mis sueños apagados.

Soy relámpago sin trueno,

nube sin agua,

polvo del suelo,

fuego sin fragua…

¿Quién vendrá ahora a darme auxilio?

¿Quién será el samaritano?

¿Quién  me brindará un pocillo de agua fresca de verano?

(Francisco Bravo Cabrera, Valencia, 29 de octubre de 2022)

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La lucha… algo dinámico, honorable, heroico, bueno, hasta diría yo que necesario hoy en día, no es otra cosa que una manifestación más del sueño, del gran sueño en el que vivimos y del cual no nos queremos despertar. 

Cuando uno por ahí te dice que “hay que luchar”, o que “la vida es una lucha” o te habla de “la lucha obrera”, “la lucha por la igualdad” o semejantes eslóganes, que hemos llegado a creernos que son los discursos de los nuevos profetas, dile que se dé cuenta de que lo que es es lo que hay.  Recuérdale que la vida es y no hay que hacer nada.  Y para el que se enamora de las causas, por las cuales se dice que hay que luchar, dile que le den porque los obreros seguirán siempre esclavos de los capitalistas y donde solo si tienen que luchar es por terminar sus labores cotidianas. 

Además, si te hablan de la liberación de los pobres, hazles ver que los pobres seguirán patéticamente arrastrando su pobreza.  A los activistas por la igualdad, escúpeles en la cara que la igualdad no existe porque al ser humano lo valorizan por lo que tiene, no por lo que es.  Nunca, ningún gobierno, ni ninguna sociedad le ha dado el valor real al ser humano, ni a la vida.

Esto lo quiero ilustrar con un cuentecillo que una vez me contaron en un país lejano gente que yo no conocía pero que llegue a admirar.

Dicen que un tío, vendedor ambulante, iba por ahí, (por la España despoblada), de pueblo en pueblo.  Bueno, un buen día, ya aburrido y un poco cínico, llegó a un poblado donde habían sembrado calabazas. Se le ocurrió, lo que él pensó que era una broma, abrir una calabaza que estaba a punto de madurar y cagarse dentro. Lo hizo y se marchó.  Al cabo de tres semanas regreso por el mismo poblado y vio la siembra de calabazas y decidió entrar a la casa del dueño, y así lo hizo.

En el portal de la casa se encuentra al señor y entre risas le dice que él había estado por estos lares hacia unas semanas y que se había cagado en una calabaza que estaba presta a madurar.

El hombre se levanta de su sillón, abre la puerta y le pega un grito a su mujer, que estaba atrás en la cocina.

“Pili, ¿Te acuerdas del duce de calabaza que nos comimos que sabia a mierda?

 “!Si!” Le contesta la mujer.

“Pues confirmado, ¡Era mierda!”

Y bueno, así es la vida, si te parece una mierda es porque lo es y no hay que buscar mas…

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