by Lunfa Firule

Una novela en la que un marido joven y sano no se despierta jamás noche tras noche, para encontrar vacía la mejor mitad de su cama, ni oye nunca la arena y los guijarros que el amante arroja contra la ventana, ni recibe una carta anónima de algún entrometido de la localidad.
Una novela en la que el más entrometida de todos ellos, Monsieur Homais, a quien cabía imaginar siguiendo con ojo estadístico a todos los cornudos de Yonville bienamada, no nota nunca nada, ni se entera de las aventuras de Emma.
Una novela en la que el pequeño Justin– un muchacho nervioso de catorce años que se desmaya al ver la sangre y rompe la loza de puro nerviosismo– deberías llorar en plena noche, (¿a dónde?) : a un cementerio, sobre una tumba de una mujer cursó espectro podría venir a reprocharle no haberle negado las llave que le daría acceso a su muerte.
Una novela en la que una joven que no ha cabalgado durante años, (si es que había montado a caballo alguna vez), de pronto galopan dirección al bosque, con perfecta soltura, sin sentir después la menor rigidez articular.
Una novela en la que abundan los detalles inverosímiles, tales como la nada convincente ingenuidad desierto cochero, una novela así, ha llegado a ser considerada ícono del llamado realismo, sea eso lo que sea.
En realidad, toda ficción es ficción. Todo arte es engaño. El mundo de Flaubert, como todos los mundos de los grandes escritores, es un mundo de imaginación con lógica propia, con sus convencionalismos propios, con coincidencias propias.
Las curiosas imposibilidades que se enumeraron arriba no confrontan la pauta del libro, y de hecho, sólo la descubren los aburridos profesores o los estudiantes despiertos.
No está de más tener presente que los cuentos de hadas que hemos estudiado con amor, están más o menos encuadrados en ciertos marcos históricos. Toda realidad es una realidad relativa, ya que cualquier realidad dada, desde la ventana que ves, los olores que percibís, los ruidos que oís, no dependen sólo del crudo toma y daca de los sentidos, sino también de diversos niveles de información. Puede que Flaubert pareciera realista o naturalista, hace un centenar de años y a lectores que se formaron en lecturas de aquellas damas, con aquellos caballeros cargados de sentimentalismo. A quiénes Emma admiraba. Sin embargo, el realismo, el naturalismo, son conceptos relativos. Lo que determina una generación que toma por naturalismo en un escritor, a la generación posterior le da por tomarlo como exageración de detalles de la monotonía, y a la generación anterior, una monótona con falta de detalles.
#Los ismos pasan, el ista muere y el arte permanece.
Pensar detenidamente en lo siguiente: un maestro con el poder artístico de Flaubert, consigue transformar lo que él ha concebido como un mundo sórdido habitado por impostores, filisteos, mediocridades, brutos, damas descarriadas, en una de las piezas más perfectas de ficción poética que se conocen, y la consigue armonizando todas las partes mediante la fuerza interior del estilo, mediante métodos formales como el contrapunto creado por la transición de un tema a otro, por las prefiguraciones y los ecos. Sin Flaubert, no habría habido un Marcel Proust en Francia, ni un James Joyce en Irlanda, Chéjov, en Rusia, no habría sido del todo Chéjov. Eso en cuanto a la influencia literaria de Gustave Flaubert.
Flaubert utiliza un mecanismo que podría llamarse método del contrapunto o método de interlineados e interrupciones paralelas de dos o más conversaciones o corrientes del pensamiento. El primer ejemplo, surge tras ser presentado León Dupuis. León, joven pasante de notario, nos es presentado mediante el recurso de describir a Emma tal cómo él la ve, en la posada, iluminada por el resplandor rojo de la chimenea, que parece brillar a través de ella. Más tarde, cuando otro hombre Rodolphe Boulanger, se presentan de ella, Emma es vista también con sus ojos, pero a través de los ojos de Rodolphe, Emma tiene una cualidad más sensual que la imagen pura que León percibe. A propósito, el cabello de León se describe más tarde como castaño, aquí es rubio, o así le parece a Flaubert, debido al resplandor del fuego especialmente encendido para iluminar a Emma.
El tema del contrapunto surge en la conversación de la posada, cuando llegan a Yonville. Año después de empezar a componer el libro (ochenta o noventa páginas en un año: ¡esa clase de sujeto sí puede ver!), Flaubert escribió a su amante Louise Colet el 19 de septiembre de 1852: «Qué pesadez es mi Bovary!… Esta escena de la posada podría llevarme tres meses. A veces me siento al borde de las lágrimas, tan profundamente siento mi impotencia. Pero prefiero que me estalla el cerebro, antes que prescindir de esa escena. Tengo que situar simultáneamente, en la misma conversación, a cinco o seis personajes (hablando), a varios otros (de quiénes se habla), a toda la región, descripciones de personas y cosas… Y en medio de todo eso, mostrar a un caballero y a una dama que empiezan a enamorarse el uno del otro porque tienen gustos en común. ¡Y si por lo menos tuvieses espacio suficiente! Pero la verdad es que la escena tiene que ser rápido sin que resulte seca, amplia sin que resulte farragosa.»
Así, en la gran estancia de la posada, inicia una conversación. Intervienen cuatro personas. Por un lado, un diálogo entre Emma y León, aquí en ella acaba de conocer, interrumpido por los monólogos y las diversas observaciones de Homais, qué conversa sobre todo con Charles Bovary, ya que está deseoso de entablar buenas relaciones con el nuevo médico.
En esta escena, el primer movimiento consiste en una viva alternancia entre los cuatro. El segundo movimiento consiste en un largo discurso de Homais, que termina dando a Charles algunas informaciones útiles.
Del mismo modo que el discurso de Homais es una mezcolanza de pseudociencia y jerga periodística, el tercer movimiento se da con la conversación entre Emma León es un discurso de poesía trillada. El dúo León-Emma resulta tan trivial, tan trillado y vulgar atiborrado de emociones pseudo artísticas como lo es el pomposo y fundamentalmente ignorante Homais, en lo que respecta a la ciencia. Aquí confluyen el falso arte y la falsa ciencia.
El propósito es que al lector corriente le parezca seria tal discursiva pero es a lo grotesco a lo que en realidad se apunta. Sería el caso iniciático de la novela que hace burla de su heroína y de su galán. Pero la ironía no perjudica al pathos; al contrario, la ironía subraya el aspecto patético.
Los libros no se escriben para los aficionados a poesía melindrosa o para quienes gustan de nobles personajes en prosa, como creen León y Emma, sólo puede excusarse a los niños de que se identifiquen con los personajes de un libro o que disfruten con los relatos de aventuras mal escritas; sin embargo esto es lo que hacen Emma y León, y cuantiosos sin la pavorosa esclavitud del lector isleño.
Gustav Flaubert se impuso la tarea de dar a su libro una estructura en alto grado artística. Además del contrapunto, uno de sus recursos que consiste en hacer las transiciones de un tema a otro dentro de los capítulos, de la manera más suave y elegante posible.
La transición de un tema a otro, se efectúa, por lo general, cambiando de capítulo; pero en Madam Bovary hay un movimiento continuo dentro de los capítulos. A este mecanismo se lo denominaría, mecanismo estructural. si las transiciones de capítulo en capítulo, se comparan con peldaños que avanzan en proceso escalonado, aquí, en Madame Bobary, el proceso es un fluido sistema de ondas. La historia comienza con la suposición de que el autor con siete años de edad y un tal Charles Bovary quienes fueron compañeros de colegio. El tono adoptado es el del relato subjetivo, en primera persona del plural, desde luego, se trata de un recurso literario, puesto que Flaubert inventa a Charles Bovary como un rol esférico en su totalidad. El relato discurre pseudo subjetivamente durante tres páginas y luego pasa a la forma de narración objetiva, se desplaza de una impresión directa en presente simple a una relación novelada normal que narra el pasado de Bovary.
La transición está regida por la frase «Fue El cura de su pueblo que en la había enseñado los primeros rudimentos de latín» retrospectiva cuyo el objetivo es e6 de informar al lector respecto de sus padres y su nacimiento, a continuación al estilo flashback, se abre el camino a través de su niñez hacia el presente, donde dos párrafos dirigen el retorno a la primera persona, describiendo su tercer año en la escuela. Luego el narrador desaparece para siempre, y el lector recorre de paso la época universitaria y los estudios de Bovary.
Al efectuar esta transición, Flaubert, aprovecha las sinuosidades estructurales, para examinar algunos de sus personajes, que toma y analiza expeditivamente, deteniéndose en alguno de sus rasgos.
El 15 de enero de 1853, a punto de comenzar la segunda parte, Flaubert escribe Louise Colet: «He tardado cinco días en escribir una página… Lo que me preocupa esta novela es la insuficiencia del llamado elemento divertido. Hay poca acción. Pero sigo opinando que las imágenes son acción. es más difícil mantener el interés de un libro por este medio; pero si se fracasa, es por culpa del estilo. Tengo cinco capítulos seguidos de mi segunda parte en los que no sucede nada. Es un cuadro continuo de la vida de una pequeña ciudad y de una aventura amorosa inactiva, una aventura que resulta particularmente difícil de plasmar pues es a la vez, tímida y profunda; pero, ay! Sin una pasión interior tempestuosa. León, mi joven amante, es de naturaleza sobria. Ya en la primera parte del libro me he enfrentado con algo parecido: el marido ama a su esposa un poco a la manera de este amante. Los dos son mediocridades en el mismo ambiente y aún así es preciso diferenciarlos. Si lo consigo, será toda una proeza, porque supone pintar un color sobre otro, sin contraste definidos.»
Todo es cuestión de estilo, dice Flaubert, o más exactamente, del sesgo y del aspecto de las particularidades con las que se dan las cosas.
La vaga promesa de felicidad de Emma derivada de sus sentimientos respecto a León conduce inocentemente Lehureux (el feliz) nombre irónico bien elegido para designar al diabólico ejecutor del destino, Lehureux, comerciante de paños y prestamista, llega con los aderezos de la felicidad. Sin ambages ni rodeos le comunica a Emma, de manera confidencial, que presta dineromientras pregunta por la salud del dueño del café a quién supone que está tratando su marido… Todo esto son premoniciones artísticamente hablando flaubert lo planeara de forma que Lehureux le preste dinero Emma, cómo se lo ha prestado a Tellier, un pobre viejo al que ha arruinado como la arruinará a ella, además, acudirá a incordiar con sus dolencias, al famoso doctor, en el momento en se lo ha solicitado para atender a Emma después de que ella se hubiese tomado el veneno. Este es el plan de la obra de arte.
Desesperada a causa de su amor por León, «la mediocridad doméstica la empujó a las extravagancias del lujo y la ternura conyugal a los deseos adúlteros.»soñando con sus días escolares, se sintió confusa y muy abandonada, como un plumón de pájaro a merced de la tormenta, y casi inconsciente se dirigió la iglesia, dispuesta a cualquier devoción para no dejarse absorber el alma y con ella todas existencia.
Flaubert escribe a Louise colet A mediados de abril de 1853, a propósito de la cena con el cura: «Por por fin empieza a vislumbrar el parpadeo de una luz en este condenado diálogo de la escena con el párroco… Quiero plasmar la siguiente situación: mi mujercita, en un ascenso de emoción religiosa va a la iglesia del pueblo, en la puerta se encuentra con el párroco. Aunque estúpido y vulgar, el cura mío es un tipo bueno y está excelente, pero todo su interés se cifra en cuestiones físicas (en los problemas de los pobres, en la falta de comida, escasez de leña etcétera), y no percibe Los tormentos morales, las vagas aspiraciones místicas, es muy casto y cumple todos sus deberes. El episodio de embarcarte seis a siete páginas sin una sola reflexión explicación por parte del autor, todo un diálogo directo.» Observar: dicho episodio está compuesto de acuerdo con el método de contrapunto: el cura contesta a lo que cree que Emma está diciendo, o más bien a imaginarias preguntas estereotipadas de una conversación vulgar con una feligresa, mientras ella da expresión a una especie de queja interior a la que él hace caso omiso. Entretanto, los niños en cordion y desvían la atención del buen sacerdote de lo poco que tiene para decir.
La aparente virtud de Emma ahuyenta León, de manera que cuando esté emprende el viaje a París, deja el camino expedito en pos de otro amante con más audacia. Ahora la transición será desde la enfermedad de Emma devenida de la marcha de León, hacia su encuentro con Rodolphe, concretizando se en la feria comarcal: encuentro que ejemplifica magníficamente la transición estructural, cuya composición costó a Flaubert cuantiosos días de labor novelística. Su propósito Es presentar a Rodolphe Boulanger, caballero de la comarca, en el fondo exactamente el mismo tipo de persona baja y vulgar que su predecesor, aunque difiere con un atractivo fogoso y brutal. La transición se concretiza en el episodio de la feria qué obra de instrumental en el sentido de que reúne a Emma y a Rodolphe.
El 15 de julio 1853 escribe Flaubert: «Esta noche el trazado un borrador de mi gran escena de la feria comarcal. Mientras describo ese espectáculo rural, donde aparecen hablan y actúan todos los personajes secundarios se desarrollarán entre sus detalles y en primer término un diálogo continúa entre la dama y un caballero quien ejerce un gran atractivo sobre ella. Además, en medio acontece un discurso solemne, de un concejal y al final algo que no tengo completamente terminado(…) Las 30 páginas del episodio llevaron tres meses. En otra carta fechada el 7 de septiembre, Flaubert continúa: «¡Qué difícil es…! Este capítulo me resulta penoso: contiene todos los personajes del libro, se entremezclan acción y diálogo en un paisaje envolvente. Si lo consigo va a ser de lo más sinfónico. El 12 de octubre: «Si alguna vez sean trasladados los valores de una sinfonía a la literatura, habrá sido en este capítulo de mi novela, tiene que ser una vibrante tocaría de sonidos oírse en simultáneo el mugido de bueyes, el murmullo del amor, y los discursos de los políticos.
Flaubert reúne a todos los personajes en el mercado, en una exhibición de estilo. Al agrupar a los personajes al inicio de la feria, Flaubert hace algo muy significativo respecto a la relación entre el prestamista Lehureux y Emma.
A modo de guiño promontorio, empleará el recurso de la ironía. Reúne elementos puntuales de inferencia, dentro de la situación en la cual, Lehureuxel, el prestamista, anoticiado de la mala salud del viejo Tellier, lo precipita de súbito a la bancarrota. A esta escena, la sonoriza, como telón de fondo, Homais, profiriendo «Qué tremendo desastre» y en simultáneo el parafraseo, la posadera señala hacia el otro lado de la plaza, diciendo a Lehureux: «Saluda a Madame Bovary» (mientras aquella va del brazo de Monsieur Boulanger). Un índice premonitorio, guiño hacia el lector, quien confirmará esta escena de transición, de virtuosismo acabado, al desencadenarse los sucesos futuros.
La belleza de esta línea estructural, reside en que Lehureux quien ha arruinado al dueño del café, está aquí temáticamente ligado a Emma, quién morirá tanto por culpa de él cómo por culpa de sus amantes, y su muerte será en realidad «un tremendo desastre».
Lo irónico y lo patético se entrelazan de forma maravillosa en la novela de un precursor. Flaubert recoge todos los clichés de los discursos periodísticos y políticos, sin embargo, es importante prestar atención en si los discursos oficiales son «lenguaje periodístico» o trillados. Si en la conversación entre Rodolfo y Emma es «lenguaje romántico» o trillado.» Toda la belleza de la escena radica en que no es el bien interrumpiendo al mal ni viceversa, sino una clase de mal entremezclándose con otra clase de mal. Flaubert lo define «pinta color sobre color»
+ There are no comments
Add yours