Un documental rescata la historia de la banda que protagonizó el primer fenómeno fan del rock español, llenó de confeti la Transición y se desintegró en atmósferas peligrosas
By Carlos Marcos en El país
Cuando se acabó Tequila, en 1983, los cinco miembros del grupo tenían una media de 24 años, estaban enganchados a la heroína y su cuenta bancaria se encontraba vacía. Años más tarde morirían de sida dos de ellos. Tequila quemó el tiempo. Un periodo corto, cinco años, en el que protagonizó el primer fenómeno fan del rock and roll en España. La imagen y la música de Tequila eran una explosión de vitalidad, colores, felicidad y confeti; los últimos años de su carrera, sin embargo, vivieron en un ambiente de azufre y temeridad. Un documental con el título Tequila. Sexo, drogas y rock and roll, dirigido por Álvaro Longoria (estreno el día 24) reconstruye ahora su carrera.
Cuenta Alejo Stivel (Buenos Aires, Argentina, 63 años) que dejó la heroína de golpe y nunca recayó. Un día se miró al espejo, vio sus ojos dilatados y su rostro chupado y tomó la decisión. Consumía a diario. “Lo hice solo, sin tratamientos. Tengo una gran fuerza de voluntad. Y me agarré a los valores que me transmitieron mis padres”. Desde entonces, hace más de tres décadas, ni siquiera prueba el alcohol. En su casa madrileña guarda un buen surtido de bebidas con graduación “para las visitas”, pero él a lo único a lo que está enganchado es a la kombucha. “¿Ves esos baúles que hay ahí?”, y señala unos arcones de generosas dimensiones. “Eran de mi abuela y con ellos nos vinimos a España desde Argentina mi madre y yo en 1976. Los trajimos llenos de libros y discos”. Quince días antes de ese viaje en barco, grupos vinculados a los golpistas argentinos habían asesinado al marido de su madre, periodista y militante izquierdista.

Stivel y Ariel Rot (Buenos Aires, Argentina, 62 años) eran dos adolescentes de familias intelectuales y progresistas. A mediados de los setenta, un golpe de Estado provocó que muchos argentinos con ahorros abandonaran su país. “Éramos la primera camada de gente de fuera que venía a Madrid, recién muerto Franco. Y nos juntamos con tres chicos muy de barrio, tipos con carisma, especiales, que manejaban la calle con mucha soltura. Eso provocó una mezcla contundente: Tequila”, recuerda Rot en un hotel de Madrid. Alejo (cantante) y Ariel (guitarra) quedaron fascinados después de ver en Buenos Aires el documental de los Rolling Stones Gimme Shelter, y desde entonces solo tenían un objetivo: ser estrellas del rock. Los españoles de Tequila se llamaban Julián Infante (guitarra), Felipe Lipe (bajo) y Manolo Iglesias (batería).
Tequila fue una banda especial por lo que representó y por el momento en el que surgió. Realizó una labor social en una España, la de mediados de los setenta, inocente y anticuada. Su música incitaba al orgasmo colectivo. Cayeron en un país acartonado donde primaban los abrigos loden y los colores neutros. Mientras que ellos vestían con ropa de raso amarilla y fulares rosas. Rock and roll en la plaza del pueblo, Necesito un trago o Desabrochando, canciones de su primer disco (Matrícula de honor, 1978), hablaban de descorchar el recipiente de las hormonas, de beber, de bailar, de practicar sexo. Eran chicos descarados que no pedían permiso para pasar. Olían a libertad, promovían la desfachatez. Y todo el mundo lo entendía porque lo cantaban en castellano. Muchos adolescentes españoles conocieron antes a Tequila que a los ídolos de estos, los Rolling Stones. “Creo que gracias a nuestro éxito las discográficas se animaron a contratar a otras bandas. Eso fue importante para el rock en español”, señala por teléfono Felipe Lipe (Madrid, 64 años), el otro miembro vivo del quinteto. Manolo Iglesias falleció en 1994, con 38 años, y Julián Infante en 2000, con 43. “Tocábamos muy bien a pesar de lo jóvenes que éramos. Ensayábamos todo el rato, ocho horas al día, cinco días por semana. Yo llevaba tocando la guitarra desde los 10 años, con Claudio Gabis de profesor, un gran músico argentino de blues”, relata Ariel.
Se instalaron en un local de ensayo situado en un descampado de la zona de Arturo Soria, norte de Madrid. “A mí me tiraba mucho todo el mundo barrial, el tema de delincuentes como El Vaquilla. El ambiente de esa zona era muy quinqui y muchos querían parecerse a nosotros, ser rockeros. Eran fans y amigos. Pasaban cosas muy potentes, como atracos a farmacias, enfrentamientos duros con la policía... Muchos de aquellos chavales murieron por sobredosis”, explica Rot. El segundo disco, Rock and roll (1979), vendió el doble que el primero, con éxitos como Me vuelvo loco o Quiero besarte. Funcionó la estrategia de la discográfica de venderlos como un grupo para chicas adolescentes. Ellos se dejaron llevar. “La compañía de discos tenía una visión cateta del negocio. Estaban obsesionados por crear la Tequilamanía. Por ejemplo, si había 5.000 personas en un concierto nuestro, solo 200 eran chicas con pancartas. Pero los de la discográfica sacaban la foto de las chicas y luego la mandaban a los medios o la utilizan para carteles promocionales. Esas 200 fueron creciendo y creciendo y los rockeros se fueron achicando”, explica Rot. Era la época en la que la revista Súper Pop vendía miles de ejemplares y el programa musical Aplauso sumaba millones en audiencia. Ellos eran asiduos de estos espacios.
Hoy, Stivel se responsabiliza de la excesiva exposición mediática: “Saturamos el mercado. No supimos dosificarnos. Yo era un poco insaciable en ese sentido. Decía: más promoción. Porque funcionaba y vendíamos. Tenía el miedo de: no sé cuánto va a durar, vamos a aprovechar. Y nos quemamos”. Ariel subraya: “Hicimos demasiadas cosas que nos quitaron credibilidad y dieron lugar al prejuicio extramusical. No éramos muy escrupulosos. Realizábamos entrevistas y sesiones de fotos para cualquier medio: revistas de adolescentes, programas de variedades… Deberíamos haber sido más selectivos”. Todavía unos críos, se vieron metidos en un mundo de adultos. “Nos robaron mucho dinero: compañías de discos, managers… Éramos delfines en un mar de tiburones. Nos comieron”, afirma el bajista.