viernes, abril 19 2024

OVNI by Natalia Carnales

No recordaba cómo había llegado allí. Los días pasaban lentos y su mente funcionaba por escasos segundos. Recordaba el aniversario con su novio y la cena romántica que preparó en el lago. El resto se desdibujaba entre flashback de sucesos extraños, de seres de alguna galaxia perdida y dolor, mucho dolor.

Se despertó con la cabeza aturdida. Envuelta en una especie de cápsula construida con piel humana y con las muñecas atadas con unos largos intestinos, que ya no se encontraban dentro de el cuerpo del anfitrión. Los gritos de su novio la alertaron y al girar el rostro vio al ser deforme, de ojos extremadamente grandes, introducir unas extrañas pinzas en el cuerpo casi sin vida de su amante.

Después de varios intentos, logró zafarse de ese envoltorio viscoso que la mantenía inmovilizada y corrió por un largo pasillo. Estaba perdida, desesperada, se encontraba en una nave espacial y esos seres extraterrestres pronto notarían su ausencia. Por mucho que pensó la manera de escapar, era imposible. Moriría entre experimentos en manos de esos seres sádicos sino buscaba la manera de salir de allí y poder saltar al espacio.

Encontró un pequeño hueco, una extraña esclusa. Se aferró y tiró de la tela pegajosa, clavando sus dedos a esa piel chorreante de un lubricante negro y maloliente. Por fin cedió y dejó a la vista un extenso túnel. Rezó con fuerza, suplicó a la nada, que fuera el camino hacia el espacio, al infinito sin oxígeno, sin seres maquiavélicos y con una muerte para ella, seguramente menos dolorosa.

El impacto fue intenso, pero la mullida hierba le amortiguó notablemente la caída. Respiró profundo, sintiendo el aire fresco del bosque, no podía ser, no se encontraban en el espacio. Aún permanecían en la tierra. Entonces, ¿dónde estaba? El ruido metálico de las armas al quitar el seguro la sobresaltó y a pesar de la poca visión que conservaba, logró ver los uniformes militares. Gracias a Dios, se había salvado. De inmediato, se sintieron dos disparos en la profundidad del bosque. Uno fue directo a su pecho y el otro en el cráneo, solo para asegurarse que estaba realmente muerta.

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