“¿Dónde está el peso mayor del “estar allí” en el “estar” o en el “allí”?”
-Gastón Bachelard-
I
Sabía que si le contaba con lujo de detalles lo que ocurre aquí adentro, se preocuparía.
Al enterarse que me detuvieron y estoy preso se angustió. “Esas noticias cimbran el orden de cualquier vida” se quejó Sonia con su forma inconfundible de reaccionar. Apuesto a que ni tiempo tuvo de sentir vergüenza ajena, esa que sienten las personas sensibles al enterarse de que una persona cercana actúa de forma supuestamente errónea, o sin escrúpulos. El error es lo primero que se asume al enterarse que estas preso, te culpan o culpan a los demás y ya está.
En cuanto a mí, ahora comprendo que desde afuera, las cosas que ocurren aquí adentro se ven muy distintas, naturalmente. Incluso, el sentido de la vida toda en este lugar es un equívoco desde afuera. Pero lo erróneo es relativo. Aquí somos sobrevivientes de una realidad que, alterada por la adversidad, nos ha empujado a este rincón donde todos claman ser inocentes, pero todos estamos para ser juzgados.
El día pasa lento aquí. Cuando no estamos en guardia por las trastadas de bullies y bandas que no pierden oportunidad para hacer bola –Dios los hace y ellos se juntan, diría mi madre- y ejercen poder sobre todo aquel que se deje, cuando no son ellos, estamos a merced del sistema ejercitado con descuido que trata solamente con números, sin reparar en la persona y sus condiciones particulares, no hay particularidades en la cárcel, como no sea el crimen mismo. Pese a todos los inconvenientes, el peor enemigo aquí es el aburrimiento, la restricción de espacio, es un cuartito de unos 4x4 en el cual estás metido con otros tres o cuatro hombres estresados a punto de explotar y estrangularse unos a otros; así es día tras día, sin distinción.
Por las noches, una sensación de urgencia por hablar me despierta, necesito contar lo que sucede. Escucho ruidos, voces de extraños, voces que a ratos se vuelven las voces de los conocidos de afuera, de adentro, las voces de las víctimas. Es solo cuando despierto que me doy cuenta de que me he quedado dormido, veo que el celador sigue cabeceando en su silla, a unos 100 metros donde está la entrada, o en este caso, la salida del área de las celdas, las manos en su costado como para proteger el arma y los chacos. Me parece oír su aliento grasoso hasta mi celda. Para callar el pensamiento, trato de adivinar los detalles del uniforme oscuro que lleva puesto; un broche brillante en forma de estrella al reflejo de la luz pálida que se proyecta desde las celdas, no lo suficientemente fuerte para poder definir el color de los botones, deben ser negros, sólo alcanzo a figurarme la forma de los bolsillos que lleva al pecho la camisa, sé que es gris oscuro, la he visto durante el día y por la noche me parece que también veo su color. El ronquido de los de al lado se vuelve unísono, El Tony habla entre sueños. El sudor de los tres se mezcla y la celda apesta “Dios mío, no merezco esto”. Es imposible volver a dormir. El silencio es imposible también. Yo mismo sé que debo hablar. No soy culpable, soy víctima.
Preguntanme si fue fácil sacar dinero de la nada estando en la frontera. El canalla se lo merecía. Yo venía con la esperanza bien alta de que llegaría a Florida a pasar las Navidades con mi nena. Valdría la pena la larga espera y el precio del coyote, que a la mera hora se puso a exigir más dinero del acordado, “El Domingo lo intentamos”, dijo por fin un viernes, a más de un mes de haber salido de casa.
II
“Lo de fuera y lo de dentro, son los dos íntimos” –Gastón Bachelard-
Adentro estoy fuera de afuera; así como afuera estoy fuera de adentro.
Sonia dice que el mundo de afuera está loco, es un mundo de locos, siempre lo ha sido, pero estando aquí adentro, se aprende que hay unas locuras más cuerdas que otras.
La realidad podrá parecer una locura allá afuera; las industrias y los comercios, los regateos de las señoras en el puesto de pescado, los pueblos abandonados por hombres que se vienen al gabacho, el tráfico, los bolseos en el metro, en los mercados, los manoseos de las muchachas, las presas con ensolve, los lagos sucios sin lugar para los peces, el desempleo, los marginados de las colonias pobres, las mordidas a los policías, los políticos abusivos y sus mil caras de oveja encima de la bestia de cabezas multiplicadas que es la corrupción. Afuera podrá parecer eso y más. En cambio, desde adentro, el mismo adentro que parece imposible estando afuera y siendo libre, puedo asegurarles que la verdadera locura está aquí, duerme conmigo, despierta conmigo, come, habla, vocifera, pero sobre todo, escucha y pierde la memoria, es una desmemoriada: El pasado está tan lejos y yo entre cuatro paredes, que, qué más da si son murallas y son más de cuatro, y hay mallas eléctricas alrededor de ellas; es un laberinto de simetrías la locura.
El correo llega todos los días a la misma hora, (pero no las cartas, las cartas de Sonia y Sigfrido han llegado a penas unas cinco veces, cinco días de los 85 que llevo aquí) El desayuno, se sirve a las 6:30 am sin fallar, el lunch a las 12:00 medio día, la cena a las 6:00pm, y de las entre comidas que no se sirven nadie se encarga; el que tiene crédito para comprar algo mitiga el hambre natural del encierro, y el que no, sufre hambre. A las 9 pm, todos en la celda, la luz grande se apaga a las diez, termines o no termines de escribir tus cartas urgentes, o de repasar (en busca de una chispa de esperanza que recargue las baterías de la entereza) aquellas que has recibido, el fastidio de los de al lado, y es que estando entre otros nunca se decide hacer lo mismo, unos quieren hablar, bromear, tontear, chingar. Luego, la oscuridad, el desconsuelo, el pensamiento agudo “¿Pude haberlo evitado?” “¿quise?”solo queda una lucecita débil en cada celda “Gracias al Sistema, por hacernos sentir mierda” La mierda son otros. A veces me pregunto si sería mejor como en las celdas de los condenados, que dejaran la luz prendida de noche y de día, sin otro remedio que acostumbrarte a pensar, a comer, a dormir, a cagar con la luz en la cara. ¿Y los otros, los de afuera? “Los de afuera también están adentro” Qué reproche de Sonia: “¿Cómo estás? ¿Comes bien? ¡Cuídate por favor! esperamos que salgas pronto, nos preocupamos por ti” “nos” (¿Desde cuándo la voz de uno es la voz del plural?) “¡Dios te bendiga!” Presencias, pero los de afuera no están adentro, solo están sus palabras, las mismas de cinco días contra la soledad de ochenta y cinco, de releerlas, oírlas y oírlas estando ellos fuera, las palabras a veces se desgastan. Les he marcado a Nena y a Sonia por teléfono unas cuantas veces, con la esperanza de escuchar una voz familiar, pero casi nunca contestan; Nena no está, Sonia se ha ido con los niños al parque, a comer, ha tenido que visitar a una amiga enferma, qué sé yo. Es difícil aceptar que estando aquí, la vida sigue su curso allá afuera.
III
Era viernes por la tarde cuando el coyote aseguró que todo estaba listo para cruzar el domingo, así que como pude me deshice del resto de información personal que pudiera ligarme a cualquier nombre y lugar de procedencia, ya antes de encontrarme con el coyote había tirado identificaciones, solo quedaba un cuadernito, era mi directorio con algunos números telefónicos incluidos los de Nena y Sonia que vagamente recordé después de tiempo.
Antes de salir el coyote hizo un par de llamadas. Se le notaba algo nervioso pero pensé que serían mis propios nervios los que estaban jugandome bromas. Éramos 10 personas en total las que cruzaríamos escondidos en un tráiler de carga. Trate de tranquilizarme recordando casos de conocidos que han cruzado más de una vez sin ningún problema. Pero nosotros corrimos mala suerte. Toco revisión a la hora de cruzar y toda actitud positiva se vino abajo.
Estando en manos de la migra, puedes deslindarte de cualquier responsabilidad, no pasa de que te malversen y manden de regreso a tu país, pero si opones resistencia, o tratas de hacerte el vivo, el panorama es otro.
A mí me pareció convincente la propuesta de atestiguar en contra del coyote; movido un poco al principio quizá por el coraje (el desventurado aumento de precio en la frontera, la tardanza en conseguir el dinero, el retraso para intentar cruzar la línea de casi un mes) rechace la deportación para cumplir el cometido de encarcelar al canalla. Lo merece. ¿Lo merece? ¿Quién sabe lo que merece cada quien? como sea, los oficiales echaron labia y yo tenía que hacer a un lado la posibilidad de regresarme sin ver a mi Nena, no, no podía darme por vencido, Nena podría patrocinarme para salir durante el proceso del juicio, así podré verla, pensé. Dijeron los oficiales que el sistema de testigos es uno de los más seguros y que claro, existía la posibilidad de un permiso temporal para los testigos en el juicio, podríamos salir mediante un patrocinio de algún ciudadano americano. Pero Sonia se puso al brinco, y Nena no quiso saber más de mi situación, se desligó del asunto, pensando que mis declaraciones podrían traer repercusiones negativas y hasta peligrosas para todos. “Los coyotes no trabajan solos y yo tengo hijos” me recriminó Sonia.
Como ya no sucedió lo del permiso, sigo esperando el veredicto del juicio cada día de corte. Si algo debía a la ley, considero estar pagando con creces. Pero los arrepentimientos no sirven más que para los condenados, los demás tenemos que seguir luchando hasta el final, cualquiera que éste sea.
A comienzos de abril me avisaron que el juicio había terminado.
Eres libre de irte a tu país, incluso no hay de otra, una comisión te avienta del otro lado de la frontera, desde donde te las ves solo para ir a donde tengas que ir, excepto, a donde querías llegar en un principio. Ese es el veredicto de la migra, pero falta saber lo que pienso yo, después de todo es uno el que tiene el trabajo de encontrar un destino.
Beatriz Osornio Morales.