jueves, abril 25 2024

AL AMPARO DE LA NIEBLA by Inma Reyero

Imagen tomada de Pinterest

Después de más de cuatro décadas trazando el mismo recorrido, Mario decidió esa mañana, amparado por la densa niebla, dar esquinazo a su pasado.

Se sentó en su coche de alta gama. El asiento de piel se amoldaba a su atlética figura. Ajustó el espejo retrovisor por el mero placer de contemplarse. Ahí observó cómo la media negra cubría aún su rostro y con un movimiento preciso se liberó de ella.

Subió el volumen de la música y sonrió. Acababa de cometer el atraco perfecto, tenía en su poder los planos de acceso y las claves de la caja fuerte del banco al que había dedicado más de la mitad de su vida, pronto sería el momento de cobrar la jubilación por anticipado.

El siguiente paso consistiría en desaparecer para ganar tiempo y concretar su plan.

Con paso precipitado entra en el andén. Lleva una gran carpeta que rebosa importantes documentos. La mayoría de las personas miran distraídas el móvil o tratan de dormir lo que le permite pasar desapercibido.

Al llegar a Villarrobledo se encuentran solo el hombre y el maquinista que maneja con habilidad el tren.

Una y otra vez. De lunes a viernes. Frena. Masas de personas suben, otras bajan. Acelera. Hileras de árboles y edificios se difuminan al coger velocidad. Frena. Todos los sábados juega al mus en el mismo bar del barrio. Los domingos va a la finca, su mujer cocina paella, no le queda mal, se deja comer. Los hijos viven en otra ciudad. La monotonía del paisaje de su vida cala en su debilitada mente.

Hasta esa tarde en la que decide, amparado por la densa niebla, descarrilar su futuro.

—Hablarán de mí en el telediario —murmura en su cabina.

«Hablarán de mí en el telediario», piensa un hombre solitario en el vagón número seis. Todavía no se ha desenfundado los guantes, los acerca a la nariz y percibe que permanece impreso su perfume. Ella le espera en la penúltima parada.

Imagina su beso al reencontrarse, cómo se enhebrará con gracia infantil de su brazo y apoyará la mejilla en la manga de su abrigo de marca. Sus bromas conversando de nada y de todo. Cuando tenerse basta, el mundo sobra.

El maquinista acciona la palanca.

En el andén, una mujer mira el reloj impaciente, el tren lleva retraso, toca en el bolsillo las dos entradas para el estreno de una de esas obras de teatro que le encantan a él en las que todo acaba bien.

Es ahí cuando todas las pantallas de la estación, como una bomba de racimo, proyectan una colisión. Reina el caos, unas personas se abrazan, otras gritan y lloran a la vez. Arrastradas por el desconcierto otras corren en dirección al abismo.

Ella permanece paralizada, no puede calcular cuánto tiempo, hasta que sus pasos se dirigen lentos hacia un punto de no retorno. Amparada por la densa niebla, su presente se funde al negro.

Esa noche también hablarán de ella en el telediario.

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