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LA CHARCA DEL DIABLO de George Sand by Scarlet Cabrera

Recientemente, leí la novela de George Sand: “La Charca del Diablo”. Hilaré los aspectos que más me tocaron, especialmente porque animaron una gama de reflexiones enlazadas a su refinado estilo artístico.

Pretendo no aludir a la autora en cuanto a la adultez de su vida personal y la peculiaridad que tuvo de asumirla porque creo que esos detalles son, quizás, ultra conocidos por irreverentes considerando el momento histórico cuando se suscitaron, respecto a la inmensa creatividad y grandioso quehacer literario de la escritora.

…sin embargo, citaré determinados pasajes de su existencia vinculados a mis deliberaciones, a propósito de esta obra de arte.

Comenzaré con el prefacio, expresado literalmente como “El autor al lector”  exposición que impulsó un poderoso vínculo en la piel de mi posición de lectora adhiriéndome inmediatamente al lustre de sus páginas. El corte filosófico inspirado en un grabado del artista Hans Holbein “El Joven”, “La Danza Macabra”  perteneciente al estilo denominado  Renacimiento nórdico; me pareció simplemente fascinante; de hecho, me interesó tanto la alegoría/análisis/apreciaciones e interrogantes que Sand talla con tanta profundidad y radiante elegancia, que sus palabras me incitaron a indagar más sobre Holbein, descubriendo por ejemplo, que creó los grabados para “Elogio de la locura” del conocido Erasmo de Róterdam entre otros igualmente hipnóticos.

Sand partiendo de ese grabado, va lanzando una serie de señuelos respecto a la maldad, al arte, el papel del artista, la injusticia, penetrando en la forma particularmente perniciosa al precisar a la desigualdad y sus desmanes, guerra de trinchera acosando al campesino.

En la analogía visualizando a Holbein, hasta sentí las crueles vicisitudes que obligatoriamente, soporta la “casta” campesina cuando el régimen predominante del “deber ser”, presiona sin piedad transmutando al existir en una condena a cadena perpetua.

Cito:

“El grabado a que se refiere, representa a un labriego arado en medio de un campo. Una vasta campiña porque se ven esparcidas algunas pobres chozas que se pierden entre el horizonte; el sol se pone tras la colina. El fin de una ruda jornada de trabajo. El campesino es viejo, rechoncho y está cubierto de harapos. Los cuatro caballos que conduce aparecen flacos y extenuados; la reja se hunde en una tierra áspera y rebelde. Solamente hay un ser alegre y vivaz de esta escena de “sudor y agobio”. Es un personaje fantástico, un esqueleto armado de un látigo, que corre por el surco junto a los caballos, espantando, azotándolos, sirviendo de mozo de arado al viejo labrador. Es la muerte, ese espectro que Holbein introdujo alegóricamente en la serie de temas filosóficos y religiosos, a la vez lúgubres y burlescos, que tituló los Simulacros de la muerte”.

Investigando, luego de haberme leído La Charca del Diablo, hay críticos que consideran suspicaz al preámbulo de Sand cuya finalidad es dar inicio a su novela; no obstante, en mi caso, me pareció genial, grandioso, transfusión de interés capturando mi absoluta concentración.

La descripción del grabado es tan realista que sin conocerlo, experimenté desnutrición, palidez, horror,  sometidas mis emociones a una labor interminablemente dolorosa donde la muerte, fue la sombra del sufrimiento y destino de mi instantáneo álter ego rural.

Una cita refiriéndose al arte:

“Hemos de confesar que no acertamos a comprender, cómo se reconciliará con una humanidad que desprecia ni cómo se despertará  su sensibilidad frente a las miserias del pobre, a quien se describe con la apariencia de presidiario y merodeador nocturno, la espantosa imagen de la muerte rechinando los dientes y tocando el violín en los cuadros de Holbein y de sus antecesores; no ha bastado para convertir a los perversos y consolar a las víctimas. ¿Acaso nuestra literatura no procede en esto como los artistas de la Edad Media y del Renacimiento?”.

Lo que sucede luego de tan magistral exposición de motivos, cae a mi entender, en una idealización extrema de los personajes, labriegos eje del centro amoroso y raíz de la novela. Si se toma como referencia a la época Victoriana y sus cerradas estructuras socioculturales donde la exquisitez en la educación y el puritanismo unido al comportamiento rebuscado de infinitos códigos de comportamiento; proceso que necesariamente era inculcado desde la niñez a la élite privilegiada. Me resulta muy inocente por decir, que tan compleja normativa, pudiese ser practicada por dos jóvenes campesinos, sus familiares y vecinos; sin negar que la ideología dominante se esparce como ráfaga de ametralladora en todas las clases sociales asumiendo en las más bajas, deformidades en el afán de parecerse lo máximo posible a lo que se enaltece y admira aún en contra de la existencia renegada por despreciable, signo de los ricos/nobles/educados sobre la agotada espalda de los miserables.

A manera de acotación,  Cito desde el siguiente enlace: https://es.wikipedia.org/wiki/George_Sand

1.- “Aurore Dupin nació en París. Su madre era Sophie-Victoire Delaborde, una mujer que provenía de una familia pobre e inestable.3​ Su padre era Maurice Dupin, hijo de Marie-Aurore de Saxe y nieto del mariscal general de Francia, Mauricio de Sajonia, conde de Saxe, hijo fuera de matrimonio de Augusto II el Fuerterey de Polonia y elector de Sajonia. También estaba emparentada con el rey Luis Felipe I de Francia a través de antepasados comunes de familias reinantes alemanas y danesas.4

El matrimonio de Sophie-Victoire Delaborde y Maurice Dupin fue mal visto por la sociedad de la época y no fue aceptado por Marie-Aurore de Saxe, madre de Dupin y por consiguiente abuela de George Sand. Marie-Aurore de Saxe fue una de las personas más importantes en la primera etapa de vida de la escritora”.

2.- “Es en 1809 la familia volvió a Francia, instalándose en la finca de su abuela, Nohant, en la provincia francesa de Berry. Este lugar se convirtió en el escenario de muchas de sus novela”.

Estos párrafos correspondientes al antes del nacer de la escritora y su posterior relación con la vida campestre en la finca de su abuela, me sugieren muchas inferencias y extrapolaciones sensitivas, presumiendo que han podido incidir en la idealización de los personajes así como en el conocimiento del ambiente del campo el cual traza con magnificencia y precisión, puliendo cada palabra regocijándola en radiante supremacía literaria.

Los campesinos se expresan verbalmente con lenguaje instruido e intentan, dentro de su devastación, cumplir con los protocolos socioculturales de la ideología preponderante.

—¿Soy yo la del prejuicio quién encuentra justificada incapacidad en el XIX, considerando al promedio de la población campesina del XXI (que todavía no sé si llamarla ciudadana por relegada) en cuanto a su nivel educativo en áreas como la socialización inherente a la ciudad? —

Si el arte en las manos de Hans Holbein y su fulminante realismo impregnado por la cruenta verdad de los años 1523-1526, escenificó magistralmente la aterradora materialidad del campesinado y la voracidad de la muerte unido a la ilusoria liberación al filo de su guadaña hacia un edén invisible:

 —¿No luce candoroso qué si bien, en la novela se esboza la precariedad de la existencia de los menos iguales; sin embargo, los personajes son pobres pero dignos, sus casuchas deshechas pero limpias, su expresión tanto corporal como verbal, meritoria, cónsona con seres que han percibido de manera directa, el significado de la educación y sus exclusivos ademanes culturales?—

… y allí la paradoja esculpe a la agudeza en la contradicción. Ha debido de ser imposible cultivar al sí mismo, especialmente sumergido en la rudeza del campo y su forzosa e interminable faena de sol a sol. La adolescente, personaje femenino atrapado en una cárcel de indigencia, se eleva llena de bondad, entrega al prójimo y honorabilidad, conjugando virtudes propias de una musa, mitología cubriéndola con un manto sacro que hace de ella, un alma pura capaz de resistir y responder con generosidad al lacerante mundo que la rodea.

Nuevamente, me pregunto si serán mis fríos conceptos acerca de la humanidad sin mascarillas, los que me hunden en tan frío raciocinio imposibilitándome la imagen de seres inmune a los dardos de la absoluta miseria.

Si Sand apreció hasta aberrante al grabado de Holbein, La Charca del Diablo es un cántico a la pureza sin intermediación del realismo sociocultural.

Como los libros tienen magia e inventan conjuros, La Charca del Diablo me llevó a leerme “Los Amantes de Venecia” referida a la correspondencia que la escritora sostuvo con uno de sus amantes, Alfred de Musset,  poeta, escritor y dramaturgo francés del Romanticismo. Solo puedo comentar que la pasión que desborda es tan intensa como refinada, exquisitamente erótica; no obstante, posteriormente, en los Diarios privados de la escritora, distingue una racionalidad extrema en sus monólogos a puño y letra donde se explica y excusa ante sí por la infidelidad perpetrada a  Musset con el doctor Pietro Pagello, la cual inicialmente, negó.  El Romanticismo en estas correspondencias se desnuda mostrando la esencia que definió a la sustancia del movimiento.

Otro punto interesante, esas cartas incendiarias, Sand, se las pidió de vuelta a Musset alegando que podrían caer en las manos equivocadas y personas malintencionadas, tendrían la oportunidad de publicar lo que debería permanecer eternamente privado, declarando que sería un horror si su hijo las leyese exaltando el daño irreparable que podrían causarle. Lo irónico del asunto es que la presencia de “Los Amantes de Venecia”  demuestra que la correspondencia sí cayó en las manos equivocadas y ahora, todos podemos leer tan emocionadas y sensoriales revelaciones.

Llama la atención que un personaje tan altanero y desinhibidosocialmente, resulte ser, después de todo, una madre cuidadosa de la opinión de su hijo (aunque tenía una hija pero el temor va dirigido al hijo) Aquí, me pregunto ¿Por qué…?.

Ambos libros han conseguido ambientar en mi pensamiento la incidencia del Romanticismo en George Sand, la misma pasión que se decanta en La Charca del Diablo, paraíso donde el amor vence únicamente porque su poderío levita sobre las manchas pestilentes del planeta y sus cadalsos.

Ha sido un encantamiento de revuelo.

Scarlet Cabrera

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4 Comments

  • Una entrada excelente, profundamente interesante ¡qué maravilla!

  • Gracias, Escritor…

  • Excelente. “La mare au diable” estaba en el programa de Francés en la escuela. La leí a los 11-12 años… Dónde estará este libro? 😉
    Muchas gracias Scarlet.

  • […] “El grabado a que se refiere, representa a un labriego arado en medio de un campo. Una vasta campiña porque se ven esparcidas algunas pobres chozas que se pierden entre el horizonte; el sol se pone tras la colina. El fin de una ruda jornada de trabajo. El campesino es viejo, rechoncho y está cubierto de harapos. Los cuatro caballos que conduce aparecen flacos y extenuados; la reja se hunde en una tierra áspera y rebelde. Solamente hay un ser alegre y vivaz de esta escena de “sudor y agobio”. Es un personaje fantástico, un esqueleto armado de un látigo, que corre por el surco junto a los caballos, espantando, azotándolos, sirviendo de mozo de arado al viejo labrador. Link […]

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