Las mesas dispuestas en lugares estratégicos, permiten que un buen observador pueda distinguir las diferentes actividades de los presentes. Los años de experiencia de Alfredo, como mesonero del café, le han permitido mejorar sus destrezas naturales de cotilla. Los fieles clientes dependen de sus habilidades indagatorias para enterarse bien del acontecer del local y sus consumidores.Esa tarde en particular, nuevos parroquianos llegan al café con un juego en sus manos y lo colocan sobre la mesa. La atención del diligente Alfredo no se hace esperar. De inmediato se acerca, una rápida mirada le permite fotografiar el entorno y se esmera en promocionar las tartas del día, pero a pesar de sus esfuerzos no las vende. Aunque son varios los integrantes del grupo, tan solo piden dos cafés. Decepcionado y antes de dirigirse a la barra para solicitar el pedido, pasa por las mesas de sus fieles clientes e informa de la actividad que allí se prepara.Al cabo de un rato Alfredo lleva el pedido a la mesa de los nuevos parroquianos y camina de prisa a su grupo habitual. Ni él ni sus fieles pueden evitar escuchar los comentarios que los jugadores hacen sobre los movimientos realizado por una de las Damas. Los oídos se agudizan, de momento las palabras entre ellos sobran.A pesar de la distancia, Alfredo y sus fieles clientes pueden apreciar que el exquisito traje de esa Dama se ajusta de manera discreta a su cuerpo. Sus largas piernas permiten que se balancee con elegancia. Es inevitable seguirla con la mirada mientras se desplaza de forma majestuosa y amenazante. Cuando pasa por los diferentes escaques, sus compañeros de mesa no logran evitar que se les escapen discretos balbuceos. Saben que su poder es menor al de su pareja, pero al mismo tiempo reconocen que ella tiene una amplia visión del espacio y por eso realiza grandes movimientos. También están al tanto que es más feroz en sus ataques, que es capaz de elaborar complicadas estrategias e incluso llegar al sacrificio, tan solo para salvarlo a él. Por eso la aman y temen por igual.

En esa mesa, aquellos que dicen conocerla se explayan en explicaciones relacionadas con su enigmática y poderosa figura. En el grupo que observa a la distancia, Alfredo comenta que los orígenes de esa Dama se remontan a la India. Luego baja la voz para que los otros no escuchen sus palabras y explica a sus fieles cómo ella llegó a Europa y su estampa se propagó hasta conquistar el mundo entero.—El escenario donde ella se desplaza en estos tiempos es poderoso, pero no siempre fue así. —Alfredo deja abierto el comentario, mientras observa a sus alrededores para asegurarse que el dueño no lo necesita. Los amigos se impacientan. Piden que continúe el relato y él, sin perder de vista ni a la mesa de los jugadores ni el interior del local, continúa:—En sus inicios ella permaneció en el anonimato, mientras sus acompañantes tomaron formas abstractas para poder librar las difíciles batallas. El ejercicio de la contienda era tan complejo, que un soberano muy poderoso ofreció una considerable suma al individuo que lograra que una de las piezas de menor valor en el combate, obtuviera un ascenso de jerarquía. Esto se conoció, más adelante, como la promoción del peón. Ese mismo monarca también permitió que cualquiera pudiera participar en las contiendas sin importar sus orígenes. Para otorgar los premios, solo se tomarían en cuenta los movimientos arriesgados y acertados de los jugadores.Una exclamación de asombro interrumpe el relato. Alfredo aprovecha esos instantes para ensayar una voz suave y logra una atmósfera de misterio. Sus fieles clientes contienen la respiración, la atención es extraordinaria ya que nadie desea perder detalle sobre la historia. Él juega con su nueva tonalidad para continuar:—Fueron brutales las batallas que se libraron y como dato curioso les cuento que, para los observadores de esas contiendas, se crearon normas. Les prohibieron las apuestas, disputas y el lenguaje soez.—¿Las normas tienen que ver con la presencia de esa noble Dama? —Se aventuró a preguntar uno del grupo.Alfredo realiza otra pausa y ante la mirada expectante de los fieles clientes, responde de forma histriónica:—Es probable. Sin embargo hay que recordar que pasaron muchos años en donde la participación de esta Dama se redujo y se mantuvo ignorada, con sus movimientos restringidos, cuestionada. Sin los privilegios y licencias que conquistó luego.Una exclamación general de asombro rompe la atmósfera de misterio, para dar paso a los murmullos. Alfredo comprende que sus fieles clientes desconocen esa parte de la historia y decide ahondar más en ella.—Hay que tener presente que, tiempo atrás, la iglesia redujo la participación de todas las mujeres en diferentes campos. Esta pérdida de derechos limitó sus actividades sociales y políticas. También eliminaron sus privilegios en el claustro, incluyendo la educación. Esto favoreció la propagación de la creencia que la mujer era mentalmente débil y por eso su pareja cobró mayor importancia, aunque no más movilidad.Algunos rostros expresan sorpresa, otros asombro, pero ninguno permanece indiferente a las palabras de Alfredo. Por lo que continúa:—La Dama obtiene el poder de desplazamiento que le conocemos hoy en día después de muchos siglos en donde distintas mujeres, de diferentes linajes y lugares, probaron de forma reiterada sus capacidades para relacionarse con los hombres de la corte y crear con ellos conexiones políticas.Desde el interior del local el dueño grita que deben recoger. Los presentes toman consciencia de la hora y comprenden que es el momento de cerrar el café. Los fieles clientes miran cómo el grupo de jugadores guardan los trebejos que aun permanecen en la mesa. Alfredo se acerca a ellos y a manera de despedida, comenta: «Es curioso que un Peón se pueda convertir en otra pieza, pero nunca en una de su misma clase, ni en otro Rey. Por lo general pasa a ser Dama, ya que todos desean su poder. Sin embargo es inimaginable un tablero con tres Damas». Los nuevos parroquianos le sonríen, se despiden y se alejan.En el lugar de siempre los fieles clientes esperan impacientes las nuevas noticia que trae Alfredo. Él camina despacio y piensa: «Después de contarles lo que acabo de hablar, recogeré las mesas y las sillas. Luego, al llegar a la casa, me vuelvo a incorporar al grupo de ajedrez online. Recuerdo que lo dejé después que Carmen no volviera por el café. No me había dado cuenta cuánto me afectó su ausencia».