
No me amenaces Musa con alejarte y dejarme huérfana de los mundos en los que transitan mis historias.
No me amenaces con llevarte mis palabras y abandonarme sin voz nueva.
No me amenaces con borrar de mi mente la creación y encerrarme en una bruma espesa y blanca.
No me amenaces con cerrar mis ojos al brillo mágico de lo invisible para que no pueda seguir vistiendo a mis personajes.
No me amenaces con apartar de mí esos rostros inspiradores que me hablan.
Eres veleta que se doblega a cualquier viento que te mueve sabedora de tu poder sobre los escribidores que buscamos tu aliento inspirador.
No, Musa, no me amenaces, porque a pesar de que te alejes, de que me despojes de mi armadura y me dejes desnuda y desolada, no cuentas con mi voluntad para seguir escribiendo y mi tenacidad para no doblegarme a tus caprichos instigadores.
No podrás con la pasión, con la fuerza de mi corazón que me aferra al verbo y a la palabra.
Esperaré brotes nuevos mientras que me sumerjo en las historias escritas por otros, en vidas que enriquecen la mía. En existir y experimentar.
Y entonces, puede ser que cuando vuelvas a mí, sea yo la que te de la espalda.