Atrás queda el gélido invierno gris y negro, el letargo de animales con sangre fría. Llega a su término la hibernación perenne.
Nace el equinoccio primaveral envuelto en pañales, ascenso gradual de temperaturas disipando la oscuridad entre niebla, tormentas, granizo o nieve que se implican en nuestro sentir mas sobrio.
Viene la primera con nuevos acontecimientos, un nuevo renacer a la vida. Su alegría se plasma en cálidos colores facilitando creatividad.
En días mas extensos que animan a reencuentros, planes, actividades… nuestro cuerpo comienza a moverse, apartando el sedentarismo del hogar.
Es tiempo de siembra, nuevas semillas se plantan generando un próximo fruto. Las flores de los árboles despiertas sus pétalos juveniles.
La flora que habita los verdes campos, jardines o parques huelen a lavanda, romero, menta… cuando paseas entre ellos.
Migratorias aves regresan a sus nidos, hogar que abandonan en otoño, buscando un lugar más cálido. Huelen el cambio, traen consigo nuevas melodías compuestas de trinos cautivadores que embelesan.
Su bello plumaje compone al unísono con las verdes copas, la vestimenta necesaria en arboles desnudos por el invierno.
El amor que duerme escondido en portales, aparece entrelazado en miradas acarameladas, manos entrelazadas o dulces susurros de amor al oído.
Nace el equinoccio primaveral envuelto en pañales, ascenso gradual de temperaturas disipando la oscuridad entre niebla, tormentas, granizo o nieve que se implican en nuestro sentir mas sobrio.
Viene la primera con nuevos acontecimientos, un nuevo renacer a la vida. Su alegría se plasma en cálidos colores facilitando creatividad.
En días mas extensos que animan a reencuentros, planes, actividades… nuestro cuerpo comienza a moverse, apartando el sedentarismo del hogar.
Es tiempo de siembra, nuevas semillas se plantan generando un próximo fruto. Las flores de los árboles despiertas sus pétalos juveniles.
La flora que habita los verdes campos, jardines o parques huelen a lavanda, romero, menta… cuando paseas entre ellos.
Migratorias aves regresan a sus nidos, hogar que abandonan en otoño, buscando un lugar más cálido. Huelen el cambio, traen consigo nuevas melodías compuestas de trinos cautivadores que embelesan.
Su bello plumaje compone al unísono con las verdes copas, la vestimenta necesaria en arboles desnudos por el invierno.
El amor que duerme escondido en portales, aparece entrelazado en miradas acarameladas, manos entrelazadas o dulces susurros de amor al oído.