jueves, abril 25 2024

Salomón el piojo by Paula Castillo Monreal

Se descolgó de la lámpara de cristal que pendía del techo de doña Pilar y se dejó caer sobre la colcha. Salomón aprovechaba su ausencia para salir del escondite al que le tenía relegado y disfrutar de la casa que también consideraba suya. Tan sociable y tan solo, Salomón.

—No quiero verte más —le dijo ella después de su última riña—. Y desde entonces ha intentado pasar desapercibido para evitar otra pelea. No es amigo de la discordia, Salomón.

Aquel día, después de una siesta en la cama que tanto añoraba, se descolgó de los hilos de la colcha en los que por un momento se quedó prendido, hasta que de un salto, logró caer sobre los flecos de la alfombra raída con olor a orín de gato. Por un instante, Salomón temió que el felino se despertase.

—O el gato o yo —le había llegado a proponer a doña Pilar, que desoyó su ultimátum, antes de que ésta le expulsase de su vida.

Una vez estuvo en la puerta de entrada, Salomón se arrastró sobre el felpudo que como una selva espesa, no cesaba de crecer a su paso. Cuando por fin se encontró frente a la puerta del ascensor se escurrió como pudo hasta que, frente al foso, y tras un arriesgado salto, logró descolgarse por el cable que conducía más allá del sótano.

Antes de abrir la puerta del cuarto de basura desde el que salían las voces de los vecinos, se detuvo unos instantes a exhalar el aire que le quedaba después del esfuerzo. Se encontraba viejo, Salomón.

Cada día le costaba más asistir a las partidas de cartas que organizaba doña Pilar.

—Piojo (así llamaba a Salomón), hoy no queda sitio para ti —le dijo rascándose la cabeza.

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