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LA LLAMADA DEL MAR by Mercedes G. Rojo

 
Imagen tomada de Pinterest

Amanece tímidamente entre los pinos de aquel bosquecillo que aún se mantiene vivo junto a la playa cuando abre los ojos sintiendo junto a ella las respiraciones profundas de sus compañeros de acampada, que duermen todavía ajenos a los aromas que despiertan en estas primeras horas matinales.

Se queda quieta unos instantes, envuelta en el cálido saco, perezosa, sin ganas de enfrentar el nuevo día que seguramente les acecha con nuevos problemas y preocupaciones. Se oye lejano, perdido en la espesura del bosque, el canto de algún mirlo y de fondo, justo detrás de sus cabezas, un rumor lento de olas estrellándose en la playa. Una infinita tristeza comienza entonces a invadirla en esta soledad llena de presencias que no desea, de problemas que no se ha buscado. Mira a un lado y a otro. Nadie se mueve aún a su alrededor. Todos parecen dormir plácidamente ajenos a sus angustias.

Y de pronto, un impulso irresistible la lleva a levantarse con sigilo, a abandonar el abrigo del grupo que la ahoga.

Casi sin darse cuenta se encuentra descendiendo hacia la playa por el serpenteante y abrupto sendero que  separa ésta del pinar. Está fresca la mañana y una mezcla de olor a resina y a sal, salpicado de aroma a madreselva, penetra por todos sus sentidos. El cielo amanece gris un día más mientras parece presentirse próxima la llegada de la lluvia.

Se descalza para sentir bajo sus pies el frescor de la arena. Y los arrastra con pereza dejando tras ella un surco que paso a paso se acerca al agua. Ha bajado la marea dejando al extremo de la playa, al descubierto, un grupo de rocas. Se dirige a ellas. La espuma juega a esconderse entre sus recovecos acariciando con mimo su áspera superficie. Se acerca aún más y se sienta por fin en una de ellas, sus pies desnudos penetrando en el líquido elemento que queda atrapado en diminutas pozas cuando las olas se retiran.

Fija su mirada en el acerado horizonte y se queda absorta en sus pensamientos que de pronto se ven invadidos por aquella canción que tantas veces cantó de adolescente evocando la muerte de la escritora Alfonsina Storni
            “Por la blanda arena que lame el mar su pequeña huella no vuelve más Un sendero solo de pena y silencio llegó hasta el agua profunda Un sendero solo de penas mudas llegó hasta la espuma…
De pronto siente sobre su rostro la fresca caricia de la lluvia anunciada y eleva su cara al cielo ansiando perderse bajo ella. Se pone en pie, abre sus brazos a la brisa y comienza poco a poco a desnudarse. Allí, en la soledad de la playa, mirando fijamente aquel apacible mar que abraza con suaves caricias la arena desierta, desnuda su cuerpo bajo la caricia húmeda y tibia del amanecer y avanza despacio entre las rocas hasta alcanzar de nuevo la playa.

En el silencio matinal de aquel momento, sólo el rumor de las acariciantes olas sobre la arena aún húmeda tras la marea alta y el chasquido de las pisadas de sus pies descalzos, la envuelve, mientras desnudo su cuerpo cubierto de tensiones, desnudas de miedos su cabeza y su alma, avanza paso a paso hacia el abrazo del agua que la va rodeando poco a poco. Cierra los ojos, deja que su cuerpo flote sobre las suaves ondas marinas mientras cae la lluvia sobre ella. Abandonada a la superficie del mar, no piensa nada, no siente nada más allá de la caricia de las olas y siente que podría perderse para siempre, dejarlo todo, olvidar sus angustias y preocupaciones…

Pasan los segundos, los minutos, tal vez las horas, y se resiste a abrir sus ojos, a perder para siempre la caricia de la lluvia mientras la mecen tan dulcemente las olas…

Al fondo comienza a oírse el bullicio del grupo que despierta. Voces, gritos, risas, …, llegan hasta ella por encima del rumor del mar y de la lluvia rompiendo su rato de ensimismamiento. Se gira en el agua y nada hacia la playa. Con un suspiro de resignación recupera la ropa abandonada entre las rocas y se viste lentamente. Ha llegado el momento de volver a sus obligaciones.

Desde el sendero se gira de nuevo hacia la playa y sonríe casi imperceptiblemente, mientras su mirada se pierde una vez más, soñadora, sobre la superficie plateada.

NOTA: Relato incluido en el libro de la autora Días impares (LápizCero Ediciones. 2016)


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2 Comments

  • El mar me llama a buscarle cada atardecer…a veces logró distinguir sus pasos en la arena, a veces….

  • El mar, siempre el mar. Y para quienes somos de tierra adentro tiene una llamada aún más especial. Gracias por leerme.

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