¿Cómo vivir en un mundo con el que uno no está de acuerdo? ¿Cómo vivir con la gente si uno no considera suyas ni sus penas ni sus alegrías? Si sabe que no es parte de ellos.
El amor o el convento, pensaba Agnes (pág. 306, Milan Kundera, La inmortalidad)
Solo el amor es un filo hilo que nos permite integrarnos en entornos diferentes, hasta digamos hostiles. Voy a un bar a tomar café que su dueño es y vive en Cuenca (no en la ciudad donde vivo que es Vilanova). Y se morirá tal vez así. Pero cada vez hay más gente que nace en otro mundo y llega por un golpe de la vida, hace familia, trabaja, hasta inventa su empresa que estará en una esquina de una plaza, es el bar del señor de Cuenca.
Los que arrastramos generaciones en nuestras espaldas, o sea aquellos que hemos viajado a otros países en busca del amor o el convento, si hemos descubierto el primero, nada nos enviará de regreso hacia aquellos territorios abandonados. En mi caso siempre hablo de mi vida italiana, que es la que viví con mis abuelas, con el entorno íntimo, pero también hay la vida argentina hasta los 19. Luego ya fui de Cuenca. O, en la cual, los demás prefieren ponerte una etiqueta y se tranquilizan.
Pero no hablamos de los que señalan, hablamos del espacio íntimo de millones de ciudadanos que han elegido un espacio donde el amor permite que impregne todo lo que le rodea, y se expanda y contagie a muchos.
Las sociedades pueden ser como la japonesa, con un 2% de extranjeros en su seno (y una depresión demográfica que les llevará al 2050 a ser 80 millones. Y que no aceptan el cambio, la mezcla, la tonalidad. Viven en el convento. Y renuncian a convertir su sociedad en una trifulca de señores de Cuenca.
En cambio España, ¡ay que país! Acepta la trifulca, el cambio, la textura. Un 10 % de sus ciudadanos son extranjeros y, con origen en más de 10 países, y le visitan cada año 80 millones de extranjeros.
Ellos son del país que acepta vivir en el amor. En el territorio donde nacen las emociones, las mezclas, las caricias y sorpresas que nos brida el día a día.
¿Cuál elige?
Pero no hablamos de los que señalan, hablamos del espacio íntimo de millones de ciudadanos que han elegido un espacio donde el amor permite que impregne todo lo que le rodea, y se expanda y contagie a muchos.
Las sociedades pueden ser como la japonesa, con un 2% de extranjeros en su seno (y una depresión demográfica que les llevará al 2050 a ser 80 millones. Y que no aceptan el cambio, la mezcla, la tonalidad. Viven en el convento. Y renuncian a convertir su sociedad en una trifulca de señores de Cuenca.
En cambio España, ¡ay que país! Acepta la trifulca, el cambio, la textura. Un 10 % de sus ciudadanos son extranjeros y, con origen en más de 10 países, y le visitan cada año 80 millones de extranjeros.
Ellos son del país que acepta vivir en el amor. En el territorio donde nacen las emociones, las mezclas, las caricias y sorpresas que nos brida el día a día.
¿Cuál elige?
2 Comments
Até agora estou buscando entender este mundo cada vez mais frígido e estranho… as vezes me parece que o amor passou * de moda* ou que as questões emocionais são banais demais até para serem mencionadas. Não suporto o frio, pra mim ou pega fogo ou tchau. lol
Gostei muito de texto, reflecção
Si, Miriam algo está cambiando…