Salió de la consulta con una sonrisa. Se acabó el peregrinar por los hospitales, las segundas opiniones, la incertidumbre sobre los posibles tratamientos.
El primer paso fue cortarse el pelo al cero. Horas robadas a la visita mensual a la peluquería para regalárselas a la literatura.
Lo siguiente estuvo fácil: comprarse un portátil ligero, de poco peso. Sus padres se lo regalaron encantados.
A continuación, vino la visita a la consulta, esa visita en la que ella sabía que se decidiría su futuro. Sus padres, como siempre, la acompañaron. Las palabras del doctor estuvieron llenas de cariño y de una sinceridad algo descarnada que ella agradeció. La única opción era el trasplante de riñón y, mientras tanto, diálisis tres días en semana. Tres o cuatro horas por sesión. Era mucho tiempo, claro, dijo el médico, pero…
—¿Tienes alguna pregunta, Eva?
—Sí, doctor…
Ella vaciló. Se lo jugaba todo.
—¿Hay internet? ¿Podré… podré llevarme el portátil?
Sus padres se miraron, miraron al doctor, los tres fijaron la vista en ella. Unos segundos interminables.
—Sí, claro, no habrá problema, criatura.
—Entonces todo irá bien.
Por fin tendría el tiempo necesario para escribir su libro.
Adela Castañón
El primer paso fue cortarse el pelo al cero. Horas robadas a la visita mensual a la peluquería para regalárselas a la literatura.
Lo siguiente estuvo fácil: comprarse un portátil ligero, de poco peso. Sus padres se lo regalaron encantados.
A continuación, vino la visita a la consulta, esa visita en la que ella sabía que se decidiría su futuro. Sus padres, como siempre, la acompañaron. Las palabras del doctor estuvieron llenas de cariño y de una sinceridad algo descarnada que ella agradeció. La única opción era el trasplante de riñón y, mientras tanto, diálisis tres días en semana. Tres o cuatro horas por sesión. Era mucho tiempo, claro, dijo el médico, pero…
—¿Tienes alguna pregunta, Eva?
—Sí, doctor…
Ella vaciló. Se lo jugaba todo.
—¿Hay internet? ¿Podré… podré llevarme el portátil?
Sus padres se miraron, miraron al doctor, los tres fijaron la vista en ella. Unos segundos interminables.
—Sí, claro, no habrá problema, criatura.
—Entonces todo irá bien.
Por fin tendría el tiempo necesario para escribir su libro.
Adela Castañón