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El viaje de Artaud a México, y el rito del peyote entre los Tarahumaras by Esteban Ierardo

El viaje de Artaud a México, y el rito del peyote entre los Tarahumaras by Esteban Ierardo
(Blog de Esteban Link)

 
Tarahumaras chepe.mx

En 1936, Antonin Artaud viajó a México en busca de una realidad trascendente que Europa había perdido. El testimonio de ese encuentro es su relato de llegada al país de los Tarahumaras y su participación en el rito del peyote, y su efecto de unidad con todas las cosas.

Antonin Artaud (1896-1948) fue un artista excepcional. Actor, dramaturgo revolucionario, pregonó la transformación del teatro a través de su famoso Manifiesto del teatro de la crueldad. Crueldad respecto a la percepción adormecida que confunde literatura y psicología con teatro, y que no percibe el espacio. Por eso, en el teatro oriental halló un modelo en el que lo teatral aspira no solo a representar conflictos humanos o a entretener, sino a recuperar una dimensión ritual perdida. Ritualidad que convierte a la escena teatral en apertura al mito, al espacio y a fuerzas cosmológicas mayores.

Poeta de alto vuelo simbólico (El ombligo de los limbos, El pesanervios), desde joven, Artaud fue visitante asiduo de psiquiátricos en los que fue sometido a más de 90 electroshocks.

Artaud en su época de actor, en La pasión de Juan de Arco, de Dreyer.

Como actor, Artaud participó en Napoleón (1927) de Abel Gance, y La pasión de Juan de Arco (1928), de Theodor Dreyer. Fue primero surrealista, escribió algunos textos sobre las bondades del cine surrealista pero luego, expulsado por Breton, respiró hondo y firme en su camino solitario en el que cultivó su teatro innovador. Y viajó en busca de una conexión perdida con algo mayor, divino y sagrado, y un nuevo humanismo. Primero buscó esa altura en Irlanda, en sus huellas celtas. Y luego finalmente en México. El 7 de febrero de 1936 visitó México, con la consigna utópica de superar la estrechez occidental anclada en el exceso de razón y su frutos: el materialismo, el vacío espiritual, la desesperación existencial. Dio algunas conferencias, y luego se encaminó hacia una sabiduría indígena del México antiguo, todavía sobreviviente en la Sierra Tarahumara.

Su elección de México para su viaje movido por una épica ritual quizá procede del poema Yerbas del Tarahumara, de Alfonso Reyes (que tradujo al francés Valery Larbaud). Por esa lectura, quizá Artaud entrevió que lo humano restaurado por la recuperación de alguna espiritualidad podría hallarlo en los mitos y ritos de las etnias mexicanas.

En el libro México y viaje al país de Los Tarahumaras recoge dos de sus textos de viaje: México y Los Tarahumaras (1945); aquí sale en busca de los tarahumaras y su «retorno al
empirismo», su ancestral conocimiento de las plantas sagradas para curar, o para entrar en resonancia con la naturaleza como fuerza espiritual.

Los tarahumaras son un pueblo que conservó sus ritos y saberes a pesar de la colonización española. «Tarahumara» es la castellanización de otro término por el que se los conoce, rarámuri. Y Rarámuri etimológicamente significa «pie corredor» y, de forma más amplia, «los de los pies ligeros», haciendo alusión a su antigua tradición de correr. Ellos mismos se hacen llamar «los de los pies alados» o «pies ligeros»

En su viaje a la Sierra Tarahumara, Artaud descubrió que aún por los años 30, sobrevivía una cultura, como la rarámuri, edificada sobre símbolos. Una simbología en pinturas o esculturas en jade, como parte de un camino hacia la matemática “secreta” de todas las cosas. Signos, raras figuras en la sierra de los tarahumaras, de un realce teatral, para la fascinación de Artaud, y repetidos en cada uno de sus ritos y danzas tradicionales.
El peyote en una estampilla en Rusia, en 1994. El peyote posee alcaloides derivados  de la  fenilalanina-tirosina, entre ellos la mescalina, un poderoso alucinógeno (Wikimedia Commons)

Y los tarahumaras conservan su danza del peyote, un rito para el acceso a un estado de unidad trascendental con la vida universal. El peyote es una planta con propiedades psicoactivas. El fraile franciscano Bernardino de Sahagún, en 1580, fue el primer europeo en referirse a la ingestión del peyote y sus efectos alucinógenos. Escribió que los chichimecas fueron los primeros que descubrieron y usaron el peyote, cuyo uso se extendió al norte a fines del siglo XIX, y se relacionó con el resurgimiento de la espiritualidad de los pueblos nativos de Estados Unidos. Al peyote se referían como «la medicina» y se lo empleaba para luchar contra el alcoholismo, y como medio de prácticas espirituales.

En su búsqueda del ritual del peyote tarahumara, Artaud caminó 28 días para llegar a la montaña, y 12 días más tuvo que esperar para el ritual. Así su viaje lo condujo hasta la danza del peyote rarámuri. Una ceremonia compleja, plena de símbolos, con la fuerte presencia de la planta alucinógena. Artaud recrea en el texto que sigue a continuación el impacto trascendental que le provocó su participación en ese especial rito (1), durante el que «uno ya no siente el cuerpo que uno acaba de abandonar y que le inspiraba seguridad en sus límites, en cambio, uno se siente mucho más contento de pertenecer a lo ilimitado que a uno mismo».

En el texto hemos puesto en negrita partes que nos parecieron especialmente esenciales. Y también aquí agregamos una canción sobre la visita de Artaud a México y la tierra de los tarahumaras, de Don Erasmo Palma Fernández (1928-2016)., músico, compositor, pintor, escritor y traductor mexicano de ascendencia rarámuri.

Tiempo Suspendido / El Coro de Norogachi Canción de Don Erasmo Palma, inspirada en la visita de Antonin Artaud a la Sierra Tarahumara

Esteban Ierardo

Puedes continuar leyendo: El rito del peyote entre los Tarahumaras (*) Por Antonin Artaud

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