Sal del rincón en el que dejaste tu karma, cal viva esparcida para anular el recuerdo de una presencia fugaz de alfileres clavados en un muñeco debilitado de ausencia con ansia de mamar de los senos del amor, la compañía impresa en deseos sinceros entregados al universo onírico, no entendido, pero real. Cesó el diluvio, el horizonte se tiñó multicolor y la sonrisa brotó en el circo, crecieron los acondroplásicos convertidos en trapecistas, acróbatas e ilusionistas. Todo tomó el cariz de la mejor fiesta de los sentidos, el optimismo ganó la faz curtida en las Termópilas y el baile de la diosa Hathor engendró la locura en el guerrero desvestido de armadura. El cuervo celebró el carnaval vestido de jilguero hambriento, caído de un nido tejido de incomprensión, túnicas negras y soledad. Se marchitaron las rosas tejidas de mentira, una tormenta abrupta arrasó la bondad y el torrente llevó lejos la esperanza. En el resurgir del sol los cimientos consolidados mantienen la esencia, migró el ave de carroña y el granito de la montaña permanece vencedor de la contienda.
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