Fragmento CAPITULO 1
—Buenas noches mamá.—Buenas noches cariño. Intenta descansar y no estés nerviosa, que verás que el primer día se te pasa sin enterarte.
—¡Sí, claro! Qué fácil es decirlo.
—Bueno, tú cierra los ojos y verás cómo te duermes enseguida. Que además hoy no has parado.
—Gracias mamá. Hasta mañana.
—Hasta mañana, mi vida.
Y Cris se metió en la cama. Comprobó por enésima vez la hora a la que había puesto el despertador: las siete menos diez de la mañana. Una hora y cuarenta minutos deberían ser suficientes para prepararse: lavarse el pelo, intentar arreglarlo y sujetar esos rizos rebeldes, maquillarse…..y tal vez desayunar. Eso dependería de lo cerrado que tuviera el estómago por la mañana. Cris sabía desde hace años lo importante de un buen desayuno…pero al día siguiente no estaba tan segura de que fuera capaz de meter ni una cucharada de Special K en la boca.
Ya con los ojos cerrados repasó una y otra vez el plan. Parecía sabérselo de memoria y se vio a si misma reviviendo el día de la primera entrevista. Debió causar muy buena impresión al que a partir del día siguiente sería su jefe. Al menos durante los próximos seis meses. Tiempo suficiente para demostrar a todo el equipo que de verdad estaba preparada para el cargo. Estaba acostumbrada a trabajar duro para conseguir sus metas….Tan sólo dos días después, recibió una llamada de Susana, la secretaria de Don Alberto, que tan amablemente la había recibido esa primera vez.
—¿Sí?¿ Dígame? —Querría hablar con Cristina Álvarez.—Sí, soy yo-.
—Cristina, soy Susana Méndez, secretaria de Don Alberto Suances, Director de ….
–Si, si, ya recuerdo.
—Cristina, Don Alberto querría volver a entrevistarla. Sería posible el próximo Jueves?
—Sí, sí. ¡¡Sin problema !! …..
Y de repente se vio sonriendo al imaginarse llamando Don Alberto a un hombre que no sería mucho mayor que su hermana Ana, ¿tal vez tendría 31 años? …. Qué joven…
Volvió a comprobar la hora del despertador y cerró los ojos.
Pero no conseguía dormirse. Dio medio millón de vueltas en la cama, encendió la luz de la mesita de noche, se incorporó, se retiró el nórdico, apagó de nuevo la luz, ahuecó la almohada, cerró los ojos y al fin se quedó dormida.
Sonó el despertador y poniendo los pies en el suelo, se desperezó con un bostezo y estirando lentamente los brazos recordó por qué ese día era tan importante.
Debía causar una fantástica tercera primera impresión a Don Alberto. Y de nuevo sonrió…Dio un rápido paseo hasta su baño y el pasillo le parecía desconocido sin la luz de la mañana entrando por la ventana. Se miró la cara al espejo y toda la emoción del momento se desvaneció al darse cuenta de las ojeras tan marcadas que tenía. Cuando saliera de la ducha tendría que acercarse sin hacer ruido al baño de su madre y buscar entre sus cosas una de esas ampollas que guardaba para las ocasiones especiales. Esas que según ella, hacían milagros y te hacían sentir como una chica de 20 años. Por un momento pensó que no estaría mal quitarse cuatro años de encima. Cuatro, pero que en ese momento a ella le parecían una eternidad al ver de nuevo lo profundo de los cercos que enmarcaban sus ojos.
Se quitó el pijama y se metió en la ducha. Por fin, al sentir el agua tibia caer sobre su cabeza sintió que empezaba a despertarse. Cogió el bote de champú de cereza que había comprado la tarde antes con Lydia, su alma gemela, la mejor amiga que una persona podría tener. Y mientras se frotaba la cabeza para conseguir que el aroma del champú se impregnara bien en todo el cabello, se preguntaba cómo podría ser que, siendo tan distintas ellas dos, hubieran hecho tan buenas migas desde el mismo momento en que se conocieron. Lydia, tan directa, tan políticamente incorrecta, tan…¡Lydia! Y ella, tan introvertida, tan discreta, tan poquita cosa…
Tomó un buen mechón de pelo y se lo acercó para olerlo….Ojalá esa sensación durara todo el día. SI fuera así nada podría salirle mal.
Desenredó esa absurda maraña de pelos y tras quitarse un poco de humedad de la cabeza con la toalla empezó a secárselo. Había pensado que para ese primer día sería mejor llevarlo suelto y estudiadamente despeinado, Después de maquillarse decidiría si acentuar algún bucle.
Salió del baño con las primeras luces entrando por el pasillo y sigilosamente se dirigió hasta la habitación de su madre. Abrió la puerta muy suavemente con la intención de no despertarla, pero tan pronto puso la mano en el pomo oyó su voz hablándole bajito:
-Pero cariño, ¿Cómo te has levantado tan pronto?
- Buff mamá, ¡no es tan pronto! ¡Ya son casi las 7:30!
- Por eso mismo Cris, ¿No tenías que estar allí a las 9?
- Si mamá, pero es que tengo que estar perfecta y quiero llegar puntual. Te imaginas que le pasara algo al bus y que llegara tarde?
- Cariño, que va a pasarle al bus! Llevas toda la vida yendo en autobus a la facultad y cuantas veces ha pasado algo?
- Ya mamá, pero nunca se sabe. Y todo tiene que salir perfecto hoy. Tengo que causar una buena impresión y si el primer día llego tarde no entraría con muy buen pie, ¿no te parece?
- Vale cariño, pero ¿Qué querías? ¿para qué entrabas en mi habitación?
Cris se sonrojó.
-Es que, mira que ojeras mamá. No he pegado ojo en toda la noche y tengo una cara horrorosa. Había pensado en ponerme una de esas ampollas tuyas….
- Ay mi vida, pero si estás perfecta. No necesitas ponerte nada en esa cara tan bonita que tienes.
-Mamá, que manía. Pero ¿te importa si me pongo una?
-Claro que no Cris. Ve a desayunar que yo te la llevo ahora.
-¡Muchas gracias! Eres la mejor madre que se podría tener. Y te quiero muchísimo.
Y así, madre e hija se fundieron en uno de esos abrazos que tanto les gustaban. Esos que tiempo atrás les habían reconfortado cuando las cosas no iban bien. Cuando las tres, su madre, su hermana y ella se habían quedado solas al divorciarse sus padres. Ahora aquel momento se le antojaba muy lejano, cuando en realidad no habían pasado más de cuatro años. Tiempo suficiente para haber conseguido unir a madre e hijas de una manera tan especial que más que tres parecían una.
—Venga a desayunar.—Mamá es que no tengo mucha hambre. Tengo el estómago cerrado, yo creo que son los nervios.
—Normal cariño. Pero algo tendrás que comer. Aunque sea un poquito. Toma un poco de leche y ya verás cómo se te asienta el estómago.
Cris se levantó de la cama y murmurando para ella misma que su madre siempre se salía con la suya, se dirigió a la cocina a calentarse un vaso de leche. Minutos después ya estaba poniendo un puñado de cereales en una taza y disfrutando de su primer desayuno de mujer trabajadora. Una enorme sonrisa apareció en su cara.
Una vez en su habitación abrió el armario y sacó la percha con el conjunto que la tarde anterior se había comprado, acompañada también de Lydia. Ella era más de faldas y vestidos, pero siguiendo el consejo de su amiga decidió que para el primer día sería mejor ir con camisa y pantalón. Aunque no había llegado a esa conclusión por el mismo motivo que ella. Lydia, haciendo uso de esa boca que dejaba escapar todas las barbaridades que se le venían a la cabeza, había terminado diciendo que si ese primer día iba presumiendo de cuerpazo todas sus compañeras iban a odiarla eternamente y se iban a dedicar a hacerle la vida imposible. Cris simplemente pensó que sería mucho más elegante ir con un pantalón de vestir y una bonita camisa blanca, eso sí, con un escote que dijera sin decir.
Miró el móvil sobre la mesita y vio que Ana había mandado un mensaje:
¡¡¡Hermanita!!! Espero que no estés muy nerviosa. Mucha suerte en tu primer día. Luego cuando tengas un minuto hablamos. Un besote.