
No sé si fue mi profesión o la casualidad, pero mucho tiempo después entré en la casa donde transcurrieron algunos años de mi infancia. No gozo de una memoria que pueda catalogarse de fotográfica, pero el interior estaba casi como lo recordaba. La sorpresa llegó cuando salí al patio.
Aquel lugar interminable donde se podía jugar a las escondidas, reunirse debajo del enorme paraíso o dar vueltas en bicicleta, se había transformado en un pequeño espacio embaldosado con algunos canteros minúsculos.
Es probable que mis recuerdos me gasten bromas pesadas, pero el suceso me motivó a viajar y visitar la casa donde había vivido los años siguientes.
Sucedió de la misma manera, el patio donde corríamos con los perros, disfrutábamos de las siestas eternas de los mayores y fumábamos a escondidas, es un ínfimo lugar con una parra que lo oscurece.
Desistí de continuar mi investigación, con todos pasaría lo mismo: los patios, con el tiempo, se encogen, irremediablemente.
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Add yoursQué cierto… A mí me pasa eso mismo con el patio de casa de mis padres