domingo, diciembre 3 2023

El arriero by Roberto Spinelli

Cuando el gaucho entró a la pulpería, los pocos parroquianos levantaron la vista asombrados.  El

pañuelo rosa al cuello no condecía con aquel rancho en medio del campo.

«¿Está perdido el hombre?», le descerrajaron desde un rincón oscuro.

Pidió una caña, sin contestar, pero el silencio fue peor.

«Le estoy hablando a usted, payaso».

«Llevo al norte un arreo de diez mil cabezas», dijo con una voz temblona.

«Entonces no tendrá problema en dejarnos cien, acá se come mucho asado».

«Mire, no le puedo decir a mis vacas que se queden, ellas saben que vamos para el norte».

«Así que el payaso le habla a las vacas», lo encararon con las manos en el facón.

«Tal vez ustedes no me crean, pero son muy obedientes, siempre van en la dirección que les ordeno, y también me obedecen si les pido que corran».

«Va a tener que defender con su vida andar tomándonos el pelo», lo empujaron contra la barra.

«Dejé el cuchillo en la montura, voy a buscarlo», apenas alcanzó a responder.

Salió como pudo del lugar,  montó su caballo, se aclaró la garganta y gritó: «al este, al galope!».

Entre los restos de la pulpería encontró una botella de ginebra que, por pura casualidad, se salvó del desastre.  Las diez mil vacas arrasaron con todo.

Bebió un trago y con la voz tranquila ordenó: «al norte, al paso».

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