
Su padre tenía los ojos azules, pequeños y luminosos tras las gafas de montura metálica.
Su padre le contaba historias de duendes traviesos que se cuelan por agujeros mágicos, de viajes en el tiempo, de espacios paralelos que luego ella intentaba encontrar por los rincones de su casa.
Su padre era un ser alegre, que conservaba las palabras de los niños, aunque fuera uno de los físicos más reconocidos del país. Lo sabía todo, y todo lo explicaba como si no tuviera importancia.
Su padre hacía rabiar a Fotón, o corría tras las pelotas que les tiraba a los perros casi tanto como ellos.
Su padre pintaba el mundo: árboles, ventanas, azoteas y olas, sobre todo olas.
Su padre era capaz de crear monstruos con piedras y ojos de muñecas.
Su padre la animaba a que fuera actriz, le recitaba fragmentos de películas: Play the guitar, play it again, my Johnny…
Su padre cantaba canciones de Edith Piaf y de Georges Brassens.
Su padre era… un ser inmortal.
A principios de verano, cuando Ana estaba ya decidida a no estudiar Filología Inglesa, sino buscar todas las posibilidades para ser actriz, su padre fue a Madrid para tratar algún asunto con el galerista donde había expuesto Las olas. Y decidió no volver en el mismo día. Se había encontrado con su querido amigo Venancio, tenían muchas cosas de las que hablar… cambió el billete para pasar una noche de tertulia y confidencias, a pesar de los reproches y las súplicas de su madre. Aquella mañana, su padre cogió el expreso Madrid-Gápalis; el que colisionó con un tren mercancías que había recibido órdenes de dejar libre la vía pero no lo hizo y circulaba en dirección contraria. Los primeros vagones se plegaron sobre sí mismos, como un acordeón siniestro; los últimos descarrilaron arrastrando postes y señalizaciones en un estruendo de hierros desencajados, bajo la lluvia de chispas metálicas, cristales rotos y el olor a goma quemada. Un hombre completo, sano, lleno de energía sale de su casa una fatídica mañana y al cabo de unas horas deja de existir, sin más… ¿Por qué? ¿Hay un por qué? Le podría pasar a ella… ¡O a Lucas! Ana siente cómo le baila el suelo bajo los pies.
Fragmento de la novela “En el río trenzado”
blog: “Universo introito”.
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