Apenas asomaba los primeros meses de los años 80’, con la juventud en el pecho y la ilusión marcada en las pupilas, lo recuerdo como si fuera hoy, comenzaría “algo” que lo definiría como un punto brillante en azul infinito, que irremediablemente me marcaría para el resto de mi vida.
Una tarde, como muchas de cualquiera de aquella época lo vi entrar de la mano de Raquel , mi amiga entrañable e inseparable (una hermana de la vida), era su novio Jim, un joven simpático, de mirada vivaz, despojado de toda estructura y condicionamiento social.
Raquel y yo en ese entonces eramos estudiantes universitarios, compartiamos muchas cosas mas allá de temas de estudios. En esa epoca también conocí a Miriam, hermosa y excitante mujer (conserva aun esos razgos).
Asi pasaron los años entre nosotros, nos casamos, tuvimos hijos sin que nada alterara una vida relativamente normal. Los avatares de la vida, circunstancias ajenas a nosotros, mas bien asociadas a temas relacionados a crisis de nuestro pais hicieron que cada uno tomara caminos distintos y distantes.
Teníamos contactos fluídos por los medios de comunicación que se disponía en cada epoca (e mails, mensajes, cartas, etc), fue ahí donde llamativamante comenzó a crecer un sentimiento muy especial entre Jim y yo; bromeabamos mucho al respecto, hasta fantaseabamos una posible tendencia homosexual. Lo cierto es que, dentro de los margenes que la sociedad nos marca, nos decíamos lo mucho que nos extrañabamos; en mi caso siempre le recordaba su imagen vislumbrante de aquel primer día que nos conocimos.
Debo confesar que en muchas oportunidades me incomodaba, pero tambien sentía algo asi como un placer en sus palabras, desde y hacia mí.
En el año 2000 nos volvimos reencontrar físicamente los 4, ya peinando mas de una cana.
-Yo: muchos años carajo!
-Jim: si, muchos, demasiados tal vez
Ambos con lágrimas en los ojos; no fundimos en una abrazo interminable, en ese momento volvï a sentir eso tan especial que me asustaba. Miriam y Raquel muy emocionadas también, se abrazaban interminablemente, y claro, ante la alegría majestuosa por el tan deseado reencuentro.
En los sucesivos y posteriores encuentros, esta sensación entre Jim y yo, no sólo se repetÍa, sino que crecía.
En uno de sus viajes, si mal no recuerdo, fue en Febrero del 2014 conocí también a Moly y Francis , un matrimonio agradable de origen francés, que Raquel y Jim habían conocido en sus multiples viajes a Europa.
Eran muy agradables ambos, pero por primera vez sentí algo asi como un celo o territorialidad adolecente, fue por la forma que Jim y Francis se trataban (había contactos físicos expresos cuando sus mujeres no los tenían a la vista).
Otra vez me sentí muy incómodo por esto. ¡No entendía que me pasaba!
Francis, hombre de mundo abierto, aunque debo confesar de atrayente estirpe francés, percibiendo mi sentir, en una oportunidad me sirvió una copa de vino (tal vez 2) se sentó frente a mí, y con sus ojos azules mirándome directamente me dijo:
Puso su mano sobre la mía, hizo una pequeña caricia con su dedo pulgar, luego palmeo mi rodilla izquierda, sonrió y se levantó para darle un abrazo a Jim y brindar por mí y por nosotros tres.
Desde ese día en cada viaje y encuentro matrimonial, se repetían demostraciones de afectos entre nosotros, lo podría definir como un amor platónico, pero que generaba excitación; esto lo conversabamos ya en forma abierta, compartiamos vinos que al parecer nos aflojaba las puertas del temor; bebíamos como condenados, reíamos, vivíamos a pleno esa extraña relación. Los juegos de manos y roces se sucedían casi sin cesar, así como algún beso cercano en boca en las despedidas, obviamente no a la vista de nuestras esposas e hijos.
No puedo negar, teníamos nuestro temores a lo inexplicable de lo que nos estaba sucediendo, era una conexión muy fuerte. A pesar de los temores la pasión y el amor crecían ya en forma desmedida.
Al pasar el tiempo, mi esposa Miriam tal vez por celos o intuición femenina, comenzó a percibir situaciones llamativas entre nosotros.
En una de las tantas reuniones matrimoniales que tuvimos, Miriam no se pudo contener y se desató un torbellino de manifestaciones ácidas, punzantes e inusualmente violentas para con nosotros (eramos muy formales todos):
-Miriam: Decime Paulo Cesar, que cosa rara pasa entre Uds.? Estoy equivocada o hay algo perverso y repugnante?
-¿No entiendo de que me estás hablando? ¡Cómo me decís esas barbaridades! —respondí casi de inmediato.
Moly: Si ¡sí!, nos parecen que Uds. son putos? – asestó el segundo golpe.
Raquel no se hizo esperar y fiel a su estilo sacó su puñal filoso y certero (era una de sus mejores características)
-Hace años que percibo algo extraño entre Uds. tres, y no es justamente actitudes de hombres —remató con elevado tono
Miriam: No sé de que se trata, no me interesa saberlo, pero yo quiero un hombre a mi lado, ¡no un homosexual!... Las tres asistieron con sus cabezas la brutal condena que para ese momento ya era cosa juzgada.
Jim y Francis sólo atinaron al silencio, estaban literalmente hundidos en la vergüenza.
Como es de esperar la conversación subió de tono y se sucedieron acusaciones de todo tipo, evidentemente tenían todo anotado en sus memorias y con lujo de detalle de nuestros momentos felices.
Los años pasaron, de aquella vez, 40 para ser exacto, envejecimos cargando el honorable titulo que esta sociedad no cuelga de los genitales al nacer, que nos reglamenta desde el pie hasta el alma, es el de Honorables Hombres de Bien.
Hoy tan sólo somos Treputeê, como nos apodaron por esos años, vaya uno a saber…
Lo cierto es que a pesar de todo, aún nos seguimos amando.
Una tarde, como muchas de cualquiera de aquella época lo vi entrar de la mano de Raquel , mi amiga entrañable e inseparable (una hermana de la vida), era su novio Jim, un joven simpático, de mirada vivaz, despojado de toda estructura y condicionamiento social.
Raquel y yo en ese entonces eramos estudiantes universitarios, compartiamos muchas cosas mas allá de temas de estudios. En esa epoca también conocí a Miriam, hermosa y excitante mujer (conserva aun esos razgos).
Asi pasaron los años entre nosotros, nos casamos, tuvimos hijos sin que nada alterara una vida relativamente normal. Los avatares de la vida, circunstancias ajenas a nosotros, mas bien asociadas a temas relacionados a crisis de nuestro pais hicieron que cada uno tomara caminos distintos y distantes.
Teníamos contactos fluídos por los medios de comunicación que se disponía en cada epoca (e mails, mensajes, cartas, etc), fue ahí donde llamativamante comenzó a crecer un sentimiento muy especial entre Jim y yo; bromeabamos mucho al respecto, hasta fantaseabamos una posible tendencia homosexual. Lo cierto es que, dentro de los margenes que la sociedad nos marca, nos decíamos lo mucho que nos extrañabamos; en mi caso siempre le recordaba su imagen vislumbrante de aquel primer día que nos conocimos.
Debo confesar que en muchas oportunidades me incomodaba, pero tambien sentía algo asi como un placer en sus palabras, desde y hacia mí.
En el año 2000 nos volvimos reencontrar físicamente los 4, ya peinando mas de una cana.
-Yo: muchos años carajo!
-Jim: si, muchos, demasiados tal vez
Ambos con lágrimas en los ojos; no fundimos en una abrazo interminable, en ese momento volvï a sentir eso tan especial que me asustaba. Miriam y Raquel muy emocionadas también, se abrazaban interminablemente, y claro, ante la alegría majestuosa por el tan deseado reencuentro.
En los sucesivos y posteriores encuentros, esta sensación entre Jim y yo, no sólo se repetÍa, sino que crecía.
En uno de sus viajes, si mal no recuerdo, fue en Febrero del 2014 conocí también a Moly y Francis , un matrimonio agradable de origen francés, que Raquel y Jim habían conocido en sus multiples viajes a Europa.
Eran muy agradables ambos, pero por primera vez sentí algo asi como un celo o territorialidad adolecente, fue por la forma que Jim y Francis se trataban (había contactos físicos expresos cuando sus mujeres no los tenían a la vista).
Otra vez me sentí muy incómodo por esto. ¡No entendía que me pasaba!
Francis, hombre de mundo abierto, aunque debo confesar de atrayente estirpe francés, percibiendo mi sentir, en una oportunidad me sirvió una copa de vino (tal vez 2) se sentó frente a mí, y con sus ojos azules mirándome directamente me dijo:
- No tengas problemas, la felicidad y el amor siempre se comparte, el egoísmo sólo nos lleva a un callejón oscuro y sin salida.
Puso su mano sobre la mía, hizo una pequeña caricia con su dedo pulgar, luego palmeo mi rodilla izquierda, sonrió y se levantó para darle un abrazo a Jim y brindar por mí y por nosotros tres.
Desde ese día en cada viaje y encuentro matrimonial, se repetían demostraciones de afectos entre nosotros, lo podría definir como un amor platónico, pero que generaba excitación; esto lo conversabamos ya en forma abierta, compartiamos vinos que al parecer nos aflojaba las puertas del temor; bebíamos como condenados, reíamos, vivíamos a pleno esa extraña relación. Los juegos de manos y roces se sucedían casi sin cesar, así como algún beso cercano en boca en las despedidas, obviamente no a la vista de nuestras esposas e hijos.
No puedo negar, teníamos nuestro temores a lo inexplicable de lo que nos estaba sucediendo, era una conexión muy fuerte. A pesar de los temores la pasión y el amor crecían ya en forma desmedida.
Al pasar el tiempo, mi esposa Miriam tal vez por celos o intuición femenina, comenzó a percibir situaciones llamativas entre nosotros.
En una de las tantas reuniones matrimoniales que tuvimos, Miriam no se pudo contener y se desató un torbellino de manifestaciones ácidas, punzantes e inusualmente violentas para con nosotros (eramos muy formales todos):
-Miriam: Decime Paulo Cesar, que cosa rara pasa entre Uds.? Estoy equivocada o hay algo perverso y repugnante?
-¿No entiendo de que me estás hablando? ¡Cómo me decís esas barbaridades! —respondí casi de inmediato.
Moly: Si ¡sí!, nos parecen que Uds. son putos? – asestó el segundo golpe.
Raquel no se hizo esperar y fiel a su estilo sacó su puñal filoso y certero (era una de sus mejores características)
-Hace años que percibo algo extraño entre Uds. tres, y no es justamente actitudes de hombres —remató con elevado tono
Miriam: No sé de que se trata, no me interesa saberlo, pero yo quiero un hombre a mi lado, ¡no un homosexual!... Las tres asistieron con sus cabezas la brutal condena que para ese momento ya era cosa juzgada.
Jim y Francis sólo atinaron al silencio, estaban literalmente hundidos en la vergüenza.
Como es de esperar la conversación subió de tono y se sucedieron acusaciones de todo tipo, evidentemente tenían todo anotado en sus memorias y con lujo de detalle de nuestros momentos felices.
Los años pasaron, de aquella vez, 40 para ser exacto, envejecimos cargando el honorable titulo que esta sociedad no cuelga de los genitales al nacer, que nos reglamenta desde el pie hasta el alma, es el de Honorables Hombres de Bien.
Hoy tan sólo somos Treputeê, como nos apodaron por esos años, vaya uno a saber…
Lo cierto es que a pesar de todo, aún nos seguimos amando.