Subir al inicio

La asombrosa naturaleza de dos escoceses, Robert Macfarlane y Nan Shepherd.by Denis Boyle

Jean-Jacques Rousseau escribió que solo podía meditar mientras paseaba; Søren Kierkegaard relató que un día, al salir a tomar aire, fue asaltado por tal cantidad de ideas que apenas podía dar un paso; William Wordsworth empleaba sus piernas como un instrumento filosófico; Friedrich Nietzsche opinó que los razonamientos que se originan al caminar son los únicos que tienen valor; y para Wallace Stevens “la verdad quizás dependa de un paseo alrededor de un lago.”
Para los apaches cibues el pasado se concibe como un sendero o una vereda que los ancestros ya han recorrido; para el pueblo Klinchon, del noroeste de Canadá, los vocablos empleados para referirse a “conocimiento” y “huella” son intercambiables: conocer y caminar son actividades prácticamente indivisibles; y para los budistas tibetanos de hace unos seiscientos años las huellas son shul, pero los senderos también son shul.
El ”Icknield Way” es un antiguo camino al sur de inglaterra, atravesado por el poeta Edward Thomas en 1911 y también por Robert Macfarlane, autor de este libro maravilloso y asombroso: “Las viejas sendas”. Es un camino – con sus controvertidos orígenes, su poco definida ruta y sus dudosos límites – que se ha convertido en una metáfora de los inciertos designios que asisten a nuestro principio y a nuestro final. Macfarlane, al caminar por el “Icknield Way”, se dio cuenta que el continuo traqueteo de las pisadas hace que cierta cantidad del camino se le mete dentro.
El hombre viaja incesantemente a todos los confines en busca de nuevas plantas y animales pero desconoce aquellos que se crían en su propio ambiente. Para Aristóteles, lo “universal” no tiene que ver con lo “general” sino consiste en principios inducidos a partir de una intensa concentración en lo particular. Aprendemos mediante la atenta observación de lo que tenemos a mano. El poeta irlandés Patrick Kavanagh escribió que, para conocer, lo que cuenta es la profundidad más que la amplitud. Macfarlane se inspiró en las obras literarias de Nan Shepherd, una enamorada de la montaña escocesa nacida en Aberdeen en 1893. En principio, Shepherd quería conocer por completo el macizo de las Cairngorm en las Tierras Altas orientales de Escocia, pero luego comprendió que la familiaridad con un lugar no conduce a su conocimiento total sino que tan solo plantea nuevas cuestiones. El placer se encuentra más en los enigmas que en los descubrimientos. El misterio no es antagonista del conocimiento sino su cómplice. Los científicos dicen que la flora alpina de las montañas escocesas es de origen ártico, y que las pequeñas plantas dispersas han sobrevivido a la era glacial y constituyen la única vida vegetal de Escocia de origen anterior a la Edad de Hielo. Los científicos saben los tiempos pero no saben los cómos.
Leer la literatura de la naturaleza de Macfarlane y de Shepherd es llenarse de ilusión de estar al aire libre, sentir la lluvia y la nieve en la cara, observar los vuelos de las águilas y los halcones, escuchar los sonidos de los cernícalos, gaviotas, pinzones, agachadizas, cárabos y chochines, seguir los pasos de los venados y las liebres, y darse cuenta de que todo está conectado con todo lo demás y que el mundo no puede dividirse en reinos. Estarían de acuerdo con el escritor nacido en Barcelona y especialista en la cultura de la India, Agustín Pániker, cuando dice que se siente mediterráneo más que catalán, español o europeo; y que los caminos que más le han marcado en su vida han sido los que se encuentran cerca de su casa.
Las viejas sendas
Robert Macfarlane
Editorial Pre-Textos, 2017 (primera publicación en inglés: 2012), 450 páginas. 978-84-169-0655-0
La montaña viva
Nan Shepherd
Errata Naturae, 2021 (primera publicación en inglés: 1977), 190 páginas, 978-84-165-4496-7

Categorias

2 Comments

  • Muy interesante esta introducción a la lectura de dos obras que se ofrecen como muy tentadoras al lector.

    • Me alegro Antonio que lo veas así. Me regalaron el libro de Macfarlane porque me gusta el senderismo. Lo encontré muy revelador de los motivos que nos induce a caminar, expresados con un lenguaje de gran belleza literaria.

Deja un comentario

Facebook
Twitter
LinkedIn
A %d blogueros les gusta esto: