La adolescencia es un tema que tiene dos vertientes. Una tu adolescencia, otra la adolescencia de los demás, y especialmente si los demás son tus hijos o hijas.
Empiezo por la primera, la mía. Esa adolescencia que no me trajo tantos problemas. La que viví intensamente y con una madurez exquisita (no confirmen con mi madre estos términos, ya está mayor y seguro que guarda un recuerdo diametralmente opuesto al que yo tengo y voy a contarles, es normal, ella ya es mayor, y esto pasó hace mucho tiempo).
Mi adolescencia estaba llena de tentaciones, que en aquel entonces todavía eran más bien pecados. Pero yo los asumí como necesarios de cometer para mi crecimiento y posterior formación como persona, bueno, entonces no lo hice esta reflexión, esta la hago ahora, pero seguro que lo hice así aunque fuera si darme cuenta en aquel entonces.
Esta etapa de mi vida tiene personajes de un gran calado moral y emocional, ahora me explico.
Sandokan, “El tigre de Malasia”, ahora que estamos globalizados puede que suene cercano, pero entonces que el mundo era muy grande e inabarcable, la verdad es que era mucho. Todavía no sé dónde está Malasia, pero no he podido olvidar sus hermosos ojos y la rabia de no ser la princesa a quien él amaba y salvaba. Como luchaba. Cuanta hombría, que barbas, que de vello, (ahora que se depilan los chicos quizá un hombre como este estaría aquí fuera de contexto), pero hace algunos años, bueno muchos años, era todo un sueño. Mi sueño. Tenía un poster de él y sus labios los tenía descoloridos de tanto besarles. Hasta quería un hijo suyo.
Aunque ahora que lo reflexiono, yo que no sé inglés, menos mal que nunca me dijo que sí, porque hubiera sido un gran problema ponernos a hacer un hijo sin hablar el mismo idioma. Buen en mi caso, hacer algo sin hablar sigue siendo un gran problema.
Asumido el dolor de no ser ella, de ser otra, de ser anónima, pasé a olvidarle y ocupo mi corazón otro hombre, que digo hombre, otro héroe.
Poldark, no sé si se escribe así, pero os doy datos para refrescar la memoria. Demelza, Cornualles, el mar, el verde de los prados, el amor, los pantalones ajustados por dentro de las botas de montar…No digo más que hasta que tuve carnet de conducir, con casi treinta años, me gustaba la guardia civil de tráfico porque se metía el pantalón por dentro de las botas, luego madure, (me pusieron algunas multas) y eso paso a los anales de la historia, de mi historia, pero aún se me encienden las mejillas al recordarlo.
No puedo por menos de sentir un escalofrío al recordar a otro de mis amores de adolescencia, y digo amores porque eran dos: Los Pecos, sí Los Pecos, me arrebataban el “sentío”, no el común, que creo que entonces no tenía de eso. Juani, yo te he querido con toda el alma…ahí que tiempos, que amor, que ardor, que…
En mi adolescencia bailar los “agarraos” ya era apasionante si te sacaba (entonces te sacaban ellos a bailar) el chico que te gustaba, si te achuchaba un poco, o te besuqueaba el cuello. No digo cuando las cosas pasaban a más y te metían mano, que era la antesala del placer y de la condenación eterna al acercarte peligrosamente al pecado mortal, porque lo primero yo siempre lo he considerado dentro del pecado venial, entre otras cosas, porque aunque no sabíamos tanto como ahora, en los prolegómenos de lo primero no te quedabas embarazada.
Esa edad entonces tenía recovecos para esconderte, pero no tantos como ahora, yo creo de verdad que mi madre sabía dónde estaban los recovecos porque solo con su mirada escrutadora acababas cantando hasta La Traviatta, ¿de dónde vienes? ¿Con quién has estado? ¿Qué has hecho?, y ya casi llorando suplicabas de rodillas, es un decir,… el perdón porque lo que no habías hecho y te daban ganas de decir soy virgen, sigo siendo virgen, no ha pasado nada de lo que tengas que avergonzarte, tranquila mamá, las vecinas no te van a señalar con el dedo acusador.
Pero la adolescencia evoluciona, y ahora seguro que se convierte en un Pikachu, pero entonces te convertía en una progre, y de ahí en adelante, otro gallo nos cantaba, tacos, porros, sexo, música de Triana…
Todo esto siendo responsable y trabajadora en todo momento, que la libertad entonces la empezabas a conquistar con un sueldo ganado por ti misma.
Ahora, la adolescencia no es así, ¿de dónde vienes? De por ahí ¿con quién has estado? Con gente ¿qué has hecho? Cosas… y casi llorando suplicas de rodillas, no es un decir,… el perdón porque haber preguntado todo lo que te preocupa.
Las madres actuales estamos empanadas, no lo pillamos y además no debemos rallarles… yo desde luego he fusionado la adolescencia de antes con la de ahora y ejerzo mi derecho al control aunque tenga que ser a voces muchas veces, desde el amor, eso sí.
Las responsabilidades ahora son menos porque desde pequeñitos les liberamos de ellas porque son tan ricos, tan bajitos, tan monos, tan nuestros, que digo yo,.. ¿A mi madre no dieron hechas y derechas?, ¿o mi madre nunca fue tan tonta como yo?
Les dejamos sin infancia pronto, pero les consentimos ser niños mucho tiempo. Antes jugabas con muñecas hasta bien mayor, pero te hacías la cama desde bien pequeña. Ahora juegan con otras cosas desde bien pequeños y les hacemos la cama hasta bien mayores.
Luego cuando las cosas se complican les llamamos inmaduros, irresponsables… ¿pero cuando les hemos empezado a pedir responsabilidades?, ayer, hace un rato, mañana. Hombre, que esto lleva su tiempo aprenderlo para ponerlo en práctica.
Yo con la primera metí la pata pero con los siguientes he aplicado la memoria histórica y se hacen la cama desde pequeños, con todo lo que eso conlleva.
Con la mayor, estoy intentando recuperar el tiempo perdido, bueno tiempo o autoridad, o responsabilidad. Nunca es tarde si la dicha es buena.
2 Comments
Buenísimo… Me he visto reflejada en muchos aspectos. Y he recordado mi adolescencia también.
Muy buena reflexión.
Saludos
Una reflexión desde el punto de vista de quien ya no es considerada joven y, por tanto, privada del derecho a seguir siendo parte de la familia numerosa o al abono transporte a precio “joven”, pero que sigue estudiando y viviendo de la sopa de mamá: ¡Cómo no se va a prolongar indefinidamente la adolescencia si la sociedad nos pone todo tipo de trabas para poder independizarnos! ¡Qué más quiera yo que asumir mis responsabilidades de adulta! Pero la titulitis hace que nadie me contrate porque me faltan dos asignaturas y el TFG para acabar arquitectura. Y después será imprescindible tener experiencia para optar a un contrato, pero nadie me deja adquirirla porque no se contrata a estudiantes.