LA MENSTRUACIÓN
Los egipcios tenían claro que la sangre era parte del ciclo que permitía a las mujeres ser fértiles y que apareciera mensualmente indicaba que no se había producido un embarazo.
Consideraban que en el embarazo no se menstruaba porque la sangre que cada mes era desechada ahora era usada en el cuerpo para la formación de las partes blandas o carnosas del ser (que de forma genérica son sanguíneas). Así, tanto la leche materna como las vísceras se consideran participes de la naturaleza sanguínea al haber sido heredadas biológicamente de la madre. Como resultado de este pensamiento, placenta y leche (con su condición sanguínea) fueron acertadamente consideradas alimento intrauterino y extrauterino respectivamente; así, de algún modo sangre menstrual y leche materna se consideraron sinónimos en tanto que eran el alimento del nuevo ser humano. Esta idea pasó al pensamiento grecorromano y medieval y podemos encontrar la misma similitud en dichas épocas. Entendían, pues, que la sangre menstrual era fundamental para el crecimiento del feto y que en las ocasiones en las que había pérdida de sangre durante el embarazo, algo no iba bien y el embarazo no llegaría a su término o algún problema estaba sucediendo durante el mismo, entre ellos era una muestra de la debilidad del propio feto que, ante la pérdida de alimento, podría morir.
En los diferentes papiros médicos como Ebers o Edwin Smith, se puede encontrar referencias al ciclo menstrual y los problemas derivados de ellas, como dolor durante el período, el fin del mismo por la edad (menopausia) o su falta como posible embarazo.
Para ellos, la sangre de la madre jugaba un papel importante en la evolución embrionaria y en el crecimiento fetal. La sangre materna es fundamental para el crecimiento de las diferentes partes del cuerpo en formación, a lo que se sumaba el influjo vital de las divinidades.
Todo este concepto ayudó a su idea de pureza de sangre que derivó en la endogamia en las clases altas, característica de su idiosincrasia, que resulta aberrante en la actualidad.
Respecto a la higiene relacionada con la menstruación, las egipcias solían usar telas a modo de compresas para ello y además ya utilizaban un invento que no es tan moderno como creemos: los tampones, que eran elaborados con fibra de papiro ablandada y que tenían también una finalidad anticonceptiva.
PROPIEDADES DE LA SANGRE MENSTRUAL
La sangre menstrual en el Antiguo Egipto se relacionó con elementos mágicos desde el comienzo de su historia. El motivo principal era su convencimiento de la relación de esta con la creación de la vida. Por ello es frecuente su aparición en medicina.
Existían también remedios y recetas anticonceptivas para hacer que una mujer no estuviera encinta durante tres años. Así en el Papiro Ebers se puede leer un remedio que incluye hojas de acacia, que contienen goma arábiga, cuyas propiedades espermicidas son conocidas, dice así:
“Moler una medida de puntas de acacia y dátiles. Mezclarlo con miel. Impregnar un tampón e introducir en la vagina”
En el papiro Kahun otro de esos remedios, cuyos ingredientes pueden resultar antihigiénico:
“mezclar leche agria con excrementos de cocodrilo o natrón y miel”
Muchas culturas antiguas atribuyeron a la sangre menstrual propiedades mágicas pero los egipcios son los que más describieron estas “maravillas” y existían incluso recetas médicas que la incluían como ingrediente, dada las virtudes excepcionales de creación de vida que le otorgaban. Por ejemplo, en el ya mencionado Papiro Ebers, la sangre de una mujer que comienza a menstruar aparece como remedio para la caída de las mamas.

Al igual que le fueron atribuidas propiedades mágicas, en la Antigüedad (y no tan lejos en el tiempo) la menstruación fue considerada un momento de impureza, unos días en los que se había de evitar el contacto con las mujeres. En Egipto, se conoce alguna referencia al llamado “lugar de las mujeres” sin que se sepa muy bien el porqué del enviarlas a ese lugar. La ropa manchada de menstruo era enviada con discreción al gremio de los lavanderos, que en sí no fueron considerados impuros pero aparecen en la “Sátira de los oficios” como uno de los oficios más humildes que podía ejercerse, quizá relacionado con esta tarea.
Las referencias existentes sí parecen mostrar un prejuicio menor en los antiguos egipcios, quienes registraron ausencias laborales de los hombres a causa de la regla de sus mujeres o de sus hijas, dato que podía hacer pensar en la impureza como causa pero que es fácil descartar dado que las ausencias mensuales de los trabajadores serían insostenibles. No se ha concretado pues si aquel lugar de las mujeres era lugar de purificación ante el menstruo o simplemente un lugar de cuidado para aquellas a las que les suponía un inconveniente particular, como dolores, indisposición o incluso para abortos o embarazos patológicos, uso que si está documentado.
No obstante, y a pesar de todas las dudas al respecto, sí es cierto que sus alusiones negativas, que las hay, son menores y menos “exageradas” que las de otros pueblos contemporáneos como pueden ser los judíos. De hecho, y como ya hemos explicado en ocasiones anteriores, las mujeres en el Antiguo Egipto poseían mejor status y consideración que la que tenían en otras civilizaciones cercanas, y no tan cercanas, de la misma época (y alguna posterior).
LA SANGRE DE ISIS, DIOSA MADRE
La importancia de la maternidad y la sangre queda finalmente reflejada en su religiosidad y mitología. Así, la diosa Isis, que representa inconfundiblemente la maternidad, posee en su sangre la magia, puesto que la mujer otorga la vida a través de ella. Isis es representada frecuentemente amamantando a su hijo Horus sobre su regazo.
El llamado nudo de Isis, también conocido como sangre de Isis o Tyed era un amuleto, que se asemeja al Ankh pero sus brazos están curvados hacia abajo, y cuyo significado estaba relacionado con el bienestar y la vida pero a su vez con la regeneración femenina, representando también el flujo menstrual por lo que frecuentemente era de color rojizo, característico del jaspe rojo con el que solía ser fabricado. Las mujeres lo llevaban para recibir la sabiduría y conocimiento de Isis o como amuleto de fertilidad; también existían ensalmos relacionados con este nudo que servían para cuidar los embarazos y se llevaban durante el mismo como protección.
Queda claro que los egipcios tenían en gran consideración la figura de la madre, no solo tenían una diosa que la representaba, sino que además la fertilidad de las mujeres y sus ciclos formaban parte de la preocupación médica, ya sea en tratamientos para los problemas derivados de ellas o en el uso de la sangre menstrual para remedios médicos. Así pues, la mujer queda dibujada como un ser mágico capaz de dar vida y alimentarla.
Elvira Martínez Ropero. Escritora
Nací y crecí en Trobajo del Camino, León. Estudié Filología Hispánica en la Universidad de León, completando estos estudios con el CAP y un Master de Literatura Comparada. He participado en varios congresos de la Sociedad Española de Humanistas y en algunos recitales de poesía, afición que desembocó en la publicación de mi poemario Luciérnagas en el desierto y que ha impulsado mis ganas de seguir creando versos. La predilección por las culturas antiguas nunca ha salido de mi formación, desde el estudio de lenguas antiguas: latín, griego, hebreo, egipcio e incluso un poco de sumerio; hasta la obtención del título de Egiptología del Museo Liceo Egipcio de León. Mi carrera profesional se ha volcado en la enseñanza de Lengua y Literatura en secundaria y bachillerato. También estoy trabajando en el Museo Liceo Egipcio de León en la traducción de textos jeroglíficos con un maravilloso equipo, así como realizo en el mismo una visita teatralizada nocturna que escenifica los ritos de muerte y resurrección del Antiguo Egipto.
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