Humor&Adosados: No le ponga estos nombres a un hijo by Reuben Morales

Humor&Adosados: No le ponga estos nombres a un hijo by Reuben Morales

Publicado en Viceversa

Escrito a cuatro manos entre Napoleón Rivero y Reuben Morales

Hay momentos sumamente importantes en la vida, como salirse de un grupo de Whatsapp, que un telecajero le dé dinero y el ponerle el nombre a un hijo. Un momento que puede representar horas interminables para encontrar ese nombre único e ideal que represente el apellido y la estirpe. Un nombre que cuando la maestra pase la lista de asistencia, retumbe en todo el salón. La cosa es que, en ese afán, a veces se mezcla Gucci con alpargatas y se termina sentenciando al hijo a un bullying de por vida. Por ello, si desea darle una vida tranquila a su recién nacido, por favor evite colocarle las siguientes categorías de nombres.

La primera es la de nombres anglosajones que despiertan admiración debido a que representan algún poder o simplemente suenan chéveres. De allí vienen nombres como Usnavy (de la naval estadounidense US Navy), Email (que viene del correo electrónico) Dansisy (que viene de Dance easy o “baila fácil”), Miladys (que viene de My Lady o “mi dama”) o incluso Ángeles Lakers (que viene del equipo donde jugó Mayiyonson José).

Luego tenemos los nombres bíblicos o de próceres históricos, aunque pensar que su hijo va a ser un santo porque se llame Jesús, suele ser un error común. El problema con dichos nombres es que no terminan concordando con quien los lleva. Para ejemplos, quienes aquí escribimos. Reuben es un nombre hebreo y lo único que sospechamos, es que el del registro civil estaba «hebreo» cuando lo escribió. Por su parte, Napoleón fue un militar y conquistador francés. Y el Napoleón que aquí escribe lo que tiene de francés es que come mucho croissant con tostadas francesas.

También está la manía de ponerle al recién nacido ese nombre que está de moda. Así tenemos a las Camilas, los Tomases y los Lucas. Lo cual puede derivar en dos problemas: en que su hijo desarrolle paranoia de tanto escuchar su nombre en la calle o que usted no pueda llamar a su hijo de un grito en un parque porque cuando diga “¡Lucas, ven a comer!” se le acerquen treinta y cinco Lucas esperando su respectiva papa (o lo que es peor, que le ignore bajo la excusa de que la vaina no era con él).

Existe otra que es la de inventar nombres como Xionix o Chleiver, que son escogidos luego de lanzar las fichas del Scrabble sobre la mesa para que salga lo que Dios quiera. De hecho, en algunas barriadas populares el nombre se escoge según como sonaron los resortes del colchón la noche de la concepción. Ejemplo de ello es Wílkimi (incluso haga el ejercicio de repetirlo varias veces para que vea). Aunque el ápice de esta categoría se logra cuando se combinan los nombres de los padres. De esta forma, si los padres son Lucía y Fernando, el hijo podría llamarse Lucifer.

Por último, está la de usar nombres de estrellas famosas. Nombres que señalan aspiraciones de grandeza y prosperidad, pero que muchas veces no coinciden con quien los lleva. Así podríamos encontrarnos a un Brad Pitt Contreras negrito y gordito, un Arnold Schwarzenegger Quintero que odie los gimnasios, una Kim Kardashian Gutiérrez que no tenga plata ni carisma corporal o un Michael Jordan Espinoza blanco y chaparro.

Por eso, cuando llegue ese importante momento de ponerle nombre a un recién nacido, puede hacer tres cosas igual de importantes: leer este artículo, googlear el significado del nombre que piensa ponerle a su bebé o leerse Robinson Crusoe y hacer como él, que no se complicó y a su ayudante le puso Viernes. La otra opción es más laboriosa, pero es que emigre a los Estados Unidos para que así los nombres Jeffelson, Estiwuar, Bényamin, Brayan y Maykel encuentren su lugar al lado de los padres fundadores y finalmente pasen a ser nombres normales y corrientes.


Photo by: Nana B Agyei ©


Humor&Adosados: ENTREVISTA AL HUECO DE MI CALLE by Reuben Morales Link

Luego de esquivarlo, de ver cómo otros caían en él y de presenciar cómo se tragó enterito un Volkswagen Escarabajo; decidí que ya era suficiente. Entonces me bajé a hablar con él para ver si llegábamos a un pacto de no agresión:

REUBEN: Hueco, disculpa, ¿podríamos hablar?

HUECO: Claro, aprovechemos que no hay mucho tráfico y llenemos este hueco en mi agenda.

R: El único que sí podemos tapar, por lo visto. Aunque comencemos por el principio, porque llevo toda la vida viéndote aquí en mi calle. ¿Cuánto tiempo ya tienes acá?

H: Hoy estoy cumpliendo treinta y cuatro años, tres meses y doce días.

R: ¿En serio?

H: Sí… Ya son varias generaciones que han pasado por aquí.

R: La de mis abuelos, la de mis papás y la mía.

H: ¡No, chico! Carros a gasolina, carros eléctricos y ahora, los benditos scooters.

R: Tú sí sabes lo que es la inclusión.

H: Y desde antes de que estuviera de moda, porque aquí caben todos sin distingo de raza, credo o nacionalidad. Es más, mejor llámame “hueque”.

R: Ok, hueque. Y otra pregunta: ¿siempre fuiste de ese tamaño?

H: Bueno, me han tratado de hacer cirugías estéticas pero que va… al final la edad se nota igual.

R: De hecho, a mí me parece que te has vuelto más grande, ¿no?

H: Sí, aunque bueno: sigo siendo más pequeño que el hueco fiscal del país.

R: Es verdad.

H: Y ni me toques el tema de la comunidad científica, que en un año yo chupo más materia que un agujero negro y no aparezco ni en los libros de Stephen Hawking.

R: Entonces deberías hacerte una cuenta en redes sociales.

H: Sí, ya yo tengo una en Tinder.

R: ¿¿¿En Tinder???

H: Sí, porque ahí todo el mundo anda es pendiente de buscar un hueco.

R: Bueno, sí… ¿Y tienes muchos seguidores?

H: ¡Muchísimos! De hecho, mis fanáticos más fieles son los mecánicos.

R: ¡Qué pervertidos!

H: ¡No, vale! Lo que pasa es que, gracias a mí, han prosperado muchísimo los talleres de amortiguación y tren delantero. Si vieras a cuántas familias les doy de comer.

R: ¿Tienes estadísticas que comprueben eso?

H: ¡Claro, mira! Yo genero cinco mil empleos directos y ciento cuarenta mil empleos indirectos.

R: Aunque lo que más debes generar son odios.

H: Y si supieras que eso está cambiando porque en medio de la pandemia, gracias a mí, muchos conductores al menos pudieron romper la cuarentena para verse con un mecánico.

R: ¿Y qué me dices de los de la Alcaldía? Esos sí te deben odiar.

H: Ni tanto porque ellos, hechos los locos, se dieron cuenta de que yo le traigo muchísimos beneficios al municipio.

R: ¿Cómo así?

H: Porque yo soy un todo en uno, mira: sirvo de reductor de velocidad. Gracias a mí, los conductores tienen que dejar de ver el teléfono para no caer aquí. Al conductor que se está quedando dormido, lo despierto rapidito. Cuando llueve, dreno el agua y así no patinan los carros. Para dar una dirección, siempre me usan de referencia diciendo: “Donde está el hueco, a la derecha”. ¡Ah!… y en temporada de lluvia, los niños y los perros me usan de piscina. ¿Qué más quieres, pues?

R: ¡No, chico!… ¡Lo menos que te mereces es que te pongamos un nombre, así como les ponen nombres a los asteroides!

H: Yo ya tengo un nombre.

R: ¿En serio? ¿Y cómo te llamas?

H: Huequeros

R: ¿Huequeros?

R: Sí: Huequeros Ramazotti.

R: ¡Es más, chico! Hagamos algo. Desde hoy, me pongo de tarea que te hagan el merecido homenaje que aún no te han hecho. ¡Un día festivo en tu honor, pues!

Entonces me paré frente al hueco y comencé a desviar los carros. Más nadie podría caer en él hasta tanto no llegara la UNESCO y lo declarara Patrimonio Mundial de la Humanidad. Inmediatamente un policía me vio en mi locura y se acercó para quitarme de la calle, pero yo comencé a gritar: “¡Con mi hueco no te metas!”. Y así fue como terminé detenido en la Comandancia porque el policía pensó que yo era un trabajador sexual protestando por mis derechos “huecales”. ¿Ven? Eso me pasa por cabeza hueca.


Photo by: Zsolt Palatinus ©

Humor&Adosados: VENTAJAS DE TENER CARA DE INGENUO by Reuben Morales

Me costó bastante decidirme por el título de este artículo, pero el que terminé colocando fue lo más políticamente correcto que encontré para evitar titular con lo que en verdad tenía en mente: “Ventajas que se consiguen en la vida por tener cara de huevón” (o ahuevado, gilipollas, bobo, bolsa, pendejo, ñoño o como le digan en su país). Espero así poderme evitar censuras por parte de ese algoritmo secreto de redes que, de seguro, está supervisado por alguien que comparte esta misma cara que Dios me dio.

El hecho es que nacer con esta cara trae muchos beneficios, aunque lo primero que la gente piense es: “¡Ay, pobrecito! Con esa cara seguro se van a aprovechar de él”. Pero cuando uno sale del clóset y asume que el Creador le ha dado este rostro y ya no hay nada que hacer, uno comienza a tomar ventaja de él inmediatamente.

Es un momento de epifanía en donde uno integra y hace cuerpo ese popular dicho que reza: “Tiene cara de huevón bien administrada”. Fenómeno en donde se usa este rostro para que todos crean que piensas lento, cuando en verdad estás aprovechando para pensar rápido y tomar ventaja de alguna situación.

Por ejemplo, este rostro ayuda mucho cuando uno está en la calle, porque puedes preguntarle cosas a desconocidos sin que piensen que los vas a robar. Te dan la hora, te dan ubicaciones y haces amigos, con lo cual ahorras pila del celular y no arriesgas a que te lo arranque de la mano algún ladrón.

Otra gran ventaja de llevar este semblante es que brinda ventajas económicas. Es la cara idónea con la que uno puede entrar a un banco y sentarse frente a un ejecutivo de la institución para pedirle un crédito. Ya yo lo he hecho. No te piden papeles, ni soportes, ni referencias. La sola cara es garantía de que te vas a gastar la plata en cosas inofensivas como libros, cursos online, juegos de mesa y muñecos de Star Wars.

Así mismo, la cara de bolsa es perfecta para hacer negocios, pues te permite regatear. Es que los portadores de esta cara sabemos que, cuando te ven entrando a una tienda, los vendedores automáticamente le aumentan 15% a toda la mercancía. Aunque, por otro lado, es una cara perfecta para cobrar bien tus servicios profesionales o pedir aumento de sueldo. La gente no sabe si realmente estudiaste o te graduaste con buenas notas, pero tu cara es garantía suficiente de que prefieres trabajar un sábado en la noche que estar borracho en una discoteca.

Por ello, otro punto positivo que trae consigo esta carota es que te brinda beneficios en instituciones serias. Por ejemplo, si estás envuelto en una emergencia hospitalaria de algún familiar, te puedes poner una bata blanca mientras manejas tu carro y en el hospital pensarán que eres médico, te dejarán estacionar en los puestos preferenciales del personal e incluso te dejarán ver a tu familiar en horas donde está prohibida la visita.

Y si bien todo pareciera ser bueno, esta cara también tiene su lado malo. Las ópticas saben que dependerás de ellos de por vida para seguir teniendo esa cara. Por eso se afincan y te cobran bien caro. Por otro lado, los estafadores te ven como una presa más fácil que un elector latinoamericano, la gente duda de que tu hijo es realmente tuyo, apuestan a que usas zapatos mocasines cuando te pones bermudas y en un atraco, siempre eres la primera opción del delincuente.

Sin embargo, siguen siendo muchos más los beneficios que trae nacer con una cara así. Aunque, luego de haber escrito esto, creo que el mundo habrá descubierto nuestros secretos y no nos dará créditos, aumentos ni accesos VIP en clínicas. Lo cual me confirma que, en mi caso, no solo tengo cara, sino que soy en un verdadero y auténtico huevón.



Vacaciones a los 20 contra vacaciones a los 40

Cuando tenía veinte, las vacaciones significaban no hacer nada.

Cuando llegué a los cuarenta, las vacaciones significaron no hacer nada más que citas médicas y arreglos pendientes en la casa.

Cuando tenía veinte, las vacaciones significaban relajarme porque no tenía nada que hacer.

Cuando llegué a los cuarenta, las vacaciones significaron estresarme por ver todo lo que no había hecho.

Cuando tenía veinte, las vacaciones significaban dormir todo lo que quería.

Cuando llegué a los cuarenta, las vacaciones significaron no dormir porque no había quemado toda la energía que quería.

Por ello, traemos dos diarios llenados durante las vacaciones. Uno, es de alguien que tiene veinte años y el otro, de una persona que ya entró en sus cuarenta. Veamos primero el de la persona de veinte:

“Me desperté como a las doce del mediodía del sábado con una flojera demasiado grande. Por eso no hice sino recostarme todo el día, viendo películas de Netflix. Eso lo acompañé con pizza y refresco, la combinación perfecta. Después me levanté y me fui caminando al supermercado de la esquina para comprar pan, mortadela, salsa de tomate y mayonesa para hacerme unos sándwiches. Luego me bañé con agua hirviendo -como me gusta- porque en la noche había conseguido que me prestaran el carro para ir a rumbear. Pasé buscando a varios amigos que vivían en extremos distintos de la ciudad y nos llegamos como a las diez de la noche al local. Estuvimos ahí hasta las cinco de la mañana rumbeando y grabando historias para las redes. Nos bebimos como tres botellas de vodka y después nos fuimos a cerrar la noche comiendo parrilla de carne y pollo con yuca. Llegué destruido a la casa y hediondo a cigarro, porque me fumé como dos cajas. Estaba tan molido, que me acosté sin bañarme. No dormí bien porque me dio tremendo dolor de cabeza de la bebedera. ¡No vuelvo a tomar más!”.

Ahora veamos el mismo diario, pero de una persona de cuarenta años durante sus vacaciones:

“Me desperté como a las cuatro de la mañana del sábado. ¡Qué bendición! Esperar ver el amanecer en vivo. Hasta me dio tiempo de meditar, hacer ejercicio, pagar unas cuentas pendientes y preparar los almuerzos de la semana. Cuando llegaron las doce del mediodía me tiré una siesta breve de esas que llaman power nap y después me puse a ver unos cursos en línea. Como a las tres de la tarde, como ya estaba a punto de terminar mi ayuno intermitente del día, me monté en la bicicleta y fui a la verdulería de la esquina. Compré berenjenas, tomates, acelgas, champiñones y unos pimentones para prepararme una rica ensalada que acompañé de un delicioso té verde con panela rayada. Luego, por la noche fuimos a cenar a casa de unos amigos. Es que eso de estar en la bulla de una discoteca un sábado por la noche ya no es para uno. Además, nos fuimos en taxi porque manejar ya me tiene cansado.

“Cuando llegamos a donde nuestros amigos, resulta que tenían una regla: dejar los celulares en una cesta que estaba en la entrada de la casa para que pasáramos tiempo de calidad conversando como en los viejos tiempos. ¡Gran idea! Tomamos vinito, comimos pescadito con puré de batata y como a las diez, ya estábamos listos. ¡Qué bendición llegar temprano un sábado en la noche para dormir como Dios manda! Entramos a la casa, me di una ducha con agua fría para tonificar la piel y bajar la tensión. ¡Qué rico! Dormí como un bebé hasta que se hicieron las cuatro de la mañana y volví a despertarme, pero esta vez para hacer yoga”.

Es que mientras más pasan los años, más cosas busca hacer uno con el tiempo que le queda. Por eso, a los veinte, uno le decía a todo el mundo que salía de vacaciones, emocionado. Ahora, a los cuarenta, uno no dice nada. Más bien se desaparece y apaga el celular. No vaya a ser que se manifieste alguien del trabajo con alguna emergencia y termine arruinándonos toda esa semana de divertidas y enriquecedoras citas médicas.


Photo by: Adobe Express ©

 

Tutorial para dormir en pareja by Reuben Morales

El ser humano nunca está conforme. Cuando duerme solo, entonces quiere dormir acompañado (algo que todos anhelan, pero que pocos disfrutan). Obviamente no hablo desde la experiencia propia, porque cuando se trata de dormir en pareja, yo duermo de maravilla. La que no duerme bien es mi esposa. Por ello, si desea convertirse en todo un experto de la difícil tarea de dormir en pareja, le recomiendo estudiar los siguientes pasos de nuestra clínica del sueño (del sueño anhelado de dormir ocho horas sin que lo frieguen):

1. El primer paso para dormir bien en pareja es conseguirse una pareja.

2. El segundo paso es siempre dormir del lado de la cama más cómodo: el lado que está más cerca del baño.

3. Para que duerma bien abrigado, siempre use un pijama. Le recomendamos la de cátcher de béisbol para aguantar las patadas y los codazos involuntarios de su pareja en la noche. Aunque siempre es bueno ponerse algo debajo del pijama. Use la ropa del trabajo. Así, cuando se despierte, se levanta y se va rápido de allí.

4. Tenga presente que le robarán la cobija en medio de la noche. Para evitar eso, busque un martillo y clave el extremo de las sábanas debajo del lado suyo de la cama.

5. Es muy importante tomarse una aspirina antes de dormir. Ésta le ayudará para cuando su pareja le monte una pierna en medio de la noche y le corte la circulación en la batata. Aunque bueno, si quiere dormir de más, no se tome la aspirina. Así dormirá usted y además dormirá su batata.

6. Una vez acostado, tome su celular y escríbale un tweet a la ONU advirtiendo que en pocos minutos le invadirán su territorio en la cama.

7. Ahora, si en verdad quiere asegurarse de que no le invadan su mitad de la cama, ponga alambres de púas en el medio, construya un muro tipo Trump con almohadas o divida el colchón atravesando en el medio algo que siempre funciona para que no lo molesten: un amante.

8. Compre una tercera almohada. Esto con la finalidad de que, si a su pareja no le gusta dormir en cucharita, entonces se cucharee sola con la almohada.

9. Duerma con un pito. No es por si vienen los ladrones. Es por si tiene una pareja que ronca. Entonces métale el pito en la boca y que ella misma se despierte con la bulla.

10. Si su pareja es de los que le respira en la cara en medio de la noche, duerma con una máscara de gas. Y si le incomoda, compre un aromatizador y se lo echa en la boca a su pareja para que solo le respire olor lavanda.

11. Y si ninguno de los pasos anteriores le funciona bien para dormir en pareja, entonces le recomendamos un artefacto muy efectivo. Mide 90 cms por 190 cms. Es una cama individual para que duerma solo, porque el ser humano nunca está conforme. Cuando duerme acompañado, entonces quiere dormir solo.


 

 


Poetas chilenas: Cecilia Vicuña

Nacida el 22 de Julio de 1948 en Santiago de Chile, se ha desempeñado, no sólo como poeta, sino como artista visual. Estudió artes en la Universidad de Chile en 1971 para posteriormente hacer un posgrado en Londres. Formó el grupo de artistas y poetas Tribu No en el que se realizaban instalaciones relacionadas con simbolismo, convirtiéndose en una de las pioneras del arte conceptual en Chile. 

Ha publicado los poemarios Luxumei o el Traspié de la doctrina (1983), PALABRARmas (1984), La Wik´uña (1990), Unraveling Words & the Waving of Water (1992), (2005).

 LUXUMEI

Necesito decir

que mi atavío natural 

son las flores

aunque me vestiré 

de un modo increíble

con plumas

dientes de loco

y manojos de cabellera

de Taiwan y Luxumei.

Cada vez que estornudo

se llena el cielo de chispas

hago acrobacias

y piruetas endemoniadas

cada noche

me sale una espalda adyacente.

Soy de cuatro patas

preferentemente, 

las ramas

me saldrán por la piel,

estoy obligada a ser 

un ángel con la pelvis 

en llamas.

 

Retrato físico

Tengo el cráneo en forma de avellana

y unas nalgas festivas a la orilla

de unos muslos cosquillosos de melón.

Tengo rodillas de heliotropo

y tobillos de piedra pómez

cuello de abedul africano

porque aparte de los dientes

no tengo nada blanco

ni la esclerótida de color indefinible.

Tengo veinte dedos

y no estoy muy segura

de poder conservarlos

siempre están a punto de caerse

aunque los quiero mucho. 

Después me termino y lo demás

lo guardo a la orilla del mar.

No soy muy desvergonzada

a decir verdad

siempre que hay un hoyo

me caigo dentro

porque no soy precavida

ni sospechosa. 


Poetas chilenas: Carmen Berenguer

Nació en Santiago, Chile en 1946. Fuera de su trabajo poético se ha dedicado a la crónica y a las artes visuales. Su poética siempre llevada a los terrenos sociopolíticos que ha vivido, no sólo el país, sino la historia de la humanidad le ha sido merecedora de diversos premios y reconocimientos. Entre sus obras se encuentran Bobby Sand desfallece en el muro (1983) El rey mocho (1992) Naciste Pintada (1999) Mama Marx (2006)

Ruinas

La noche no es la noche ideal

romántica de los cantos versallescos

o trinos de pájaros en algún amanecer

La noche de la novela triste es cuando sus luces

se apagan y aparecen las sombras criminales

en las esquinas de los bares de las casas

a los pies de la cama debajo de las sábanas

en los colores de los muebles en la opacidad

de las tablas detrás de los cuadros arriba del armario

en los rincones de la escalera

en este libro

en medio de estas páginas

en el temblor de tu sonrisa en ese espejo del baño

en el cepillo del pelo en el olor de tu traje

en el cubierto de la mesa en la cajita de música

en el calcetín; broche de una noche antigua

en la maleta

en la página del medio

en el candor en la maceta de flores;

detalles del tejido

y el pañuelo a rayas en el sillón Bauhaus

en el cuadro de Frida Kahlo en el retrato de revistas viejas

en los platos de comida en el charquicán y el luche

en los juegos de luces pascueros en los vasos de vino

en la ponchera en el apiao y pajarete en el chaleco azul

en el anillo en el collar de un cuello en los aretes

en las páginas sueltas aquí mismo

en el hilo del medio

en el piso de la cocina en la heladera

en la silla de paja en el jarro del café

en la azucarera en la mermelada

como si arriba en la cucharita del té

crochete del estío en la biblia latinoamericana

en el cantar de los cantares en el libro de Job y Jeremías


Poetas chilenas: Priscila Cajales

Nacida en Santiago de Chile en 1984 ha trabajado en proyectos en Editorial Hebra así cómo ha sido parte del suplemento Grado Cero. Ha publicado textos como Termitas (2009) Mella (2019).

amarillo

la habitación pintada parece menos fría

confío en que se trate de un asunto de memoria

cuando éramos niños pensamos en esto

aunque los colores cambian

con el paso de los años

fotografía

siempre me pareció que le faltaba algo importante

un color

una forma de hablar que no hacía juego con el cuerpo

el niño a su lado tiene un aire que me lo recuerda

una sonrisa sin armar

migas de pan en la cara

que no provocan ternura


Poetas de Chile: Nadia Prado

El puente en el vacío ha llamado a los pasos
el agua arrulla nuestros ojos
aún sobre el puente y la pregunta
extendida al otro lado de la colina
ante el barranco mi madre hace llegar a los oídos 
un cuento sobre la creación de las estrellas 
¿cuántos habrán nacido en el miedo?
los cuerpos que no quisieron hundirse
la sangre no ha rociado el agua
las estrellas sangran y dicen
las puntas ruedan sobre el agua pero las carnes les impide
el ojo como el pez cazador
sopla el viento que lo va a rozar
la brisa no es el viento sobre las cosas
es algo que mueve el vacío

..

no se puede volver sobre el sendero
la docilidad de los ojos se ha ido 
la tierra despojó los pasos
apenas se sintió un deseo lejano al que nada podía abrir camino
aunque pareciera ignorarme la tierra con sus lamparas enormes
no hay fruto
nunca di fruto pero uno amé 
el instinto y las cosas no se bastan 
cuando intento volver el tiempo se ha ido

..

una que soy se queda esta vez
esta voz, hermana, se queda aquí
como esas plantas entre los escombros
allí ha crecido y crece una hierba silvestre 
me atora y llaga la garganta cuando se mete en la boca 
estas cárceles humanas dicen tanto y sordo el miedo desbroza sus ojos
las caderas bailan en la algarabía deforme del festejo 
una que soy se queda esta vez

..

que vacía de su rostro
un desierto
que de no haber muerto cinco años atrás
jamás volvería
un haiku es un poema pequeño le digo a mi madre
y leo para ella

fui por la noche a arropar
a mis hijos dormidos,
y oí las olas del mar.

desata su pelo y recuerdo
me encaminó a la paz y a la furia
al muro de sal sin dejar de mirarme 
cuando me di cuenta enlazada a su mano 
sin miedo ya estaba en el agua
volví la vista a sus ojos
sonrió antes de decir
“es como una página de los libros que te gustan”
salgo del mar
cuarenta años después
y leo para ella

Revolotean 
en la mañana azul
las gaviotas, luego, planean.

BIO:

Nacida en Santiago (Chile) el 5 de Julio de 1966. Es licenciada en filosofía en la universidad Arcis y Doctora en en Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Chile. Siendo autor a de Simples placeres (1992), Carnal (1998), Job (2004), tambien ha sido parte de varias antologías dentro de las que se encuentran Antología de poesía latinoamericana del siglo XXI: El turno y la transición (1997), Antología de poetas chilenas. Confiscación y Silencio (1998) y Cuerpo Plural (2010). Los siguientes poemas vienen de su poemario Jaramagos (2016).


Poetas de Chile —02 Poemas entre mudanzas by Carla Renata

I

entre juegos de infancia
dejamos huellas
donde hubo niñas
camas sucias

como un origami
doblamos papel higiénico
que nadie se entere
que de nosotras
río turbio
caudal de vidrio

entre manchas
perdimos la cordura

se presentó un sonido
golpeó la carne
se hundió

el horizonte de nuestros cuerpos
rasga las estrías 
simulando el tiempo
escabullidas en la sombra

II

casa es la continuación de otra casa
ahí, cáscaras de naranja y limón
hervían sobre la estufa a parafina 
el aroma se impregnó en la humedad
diluvio fue la lluvia golpear el zinc 
una y otra y otra y otra gota caer
sobre la fuente de metal
sacar el moho alojado a ras de suelo
con las uñas carcomidas 
y en verano 
calentar agua en botellas de plástico al sol
un eco sutura el tiempo 
ahí donde aprendimos a zurcir
a enhebrar y desenhebrar

 

cuántas termitas 
habrán trabajado
en la devastación
de una casa de palo

 

Tres Poetas de Chile

Daniela Catrileo

 

Daniela Catrileo. Nacida en Santiago de Chile en 1987. Estudió filosofía, educación y estudio de género. Ha publicado Calle vigilia (2007), Niñas con palillos (2014) El territorio de viaje (2017) Guerra florida (2018) Piñen (2019). Su obra abarca las vivencias desde un punto de vista político y desde su identidad mapuche. Fundó la colectiva feminista mapuche Rangiñtulewfü, en la que sus integrantes abordan temas sobre racismo, decolonialismo, etc.

..

Relámpagos

                y su tormenta 

destellos en la oscuridad

La hermosa noche muerta 

arde

y tu piel      tan de humo

en este crepitar de árboles

..

Los astros señalaron la matanza 

como guardianes de nuestro secreto 

pero era tarde y fue niebla 

          quema y naves anunciando aflorar

Al siguiente pestañeo de olas

estelas    brasas desplomadas 

iluminaron el cielo como un rayo 

que demora en ramificar 

la oscuridad perpetua de su bóveda  

Del cielo caían astillas

                       y cenizas 

                       y nuestros cuerpos desnudos 

se fueron vistiendo en las entrañas del océano

irradiando nuestros párpados 

hasta la pregunta       

Ya sabíamos de nosotras

islas desparramadas bajo dioses 

imposibles de nombrar

No future            ¿Y ahora qué? 

Que cada ojo negocie por sí mismo

..

Ensayamos un escenario de griteríos 

para enojar a la montaña 

con máscaras que tapizan 

vestiduras     pieles de fieras panterinas 

y nuestros corazones al centro

Una geografía selvática 

donde entrenamos flechas y coreografías 

para nuestras centinelas

              Después de esto

las noches no fueron más 

que el invento del origen

un manojo de muertes a la intemperie 

y tal vez 

un poco de añejo mezcal 

que nacía del primer árbol

Antes del horror estábamos vivas 

Todas quisimos ser el sol


Malú Urriola

 

Malú Urriola nació en Santiago de Chile en 1967. Ha publicado los poemarios Piedras Rodantes (1988) Dame tu sucio amor (1994) Hija de perra (1998) Nada (2003) Bracea (2007). Su poesía se mueve en un malditismo urbano, reflexiones sobre cuestionamientos universales como el amor, la existencia, el hastío desde las ciudades, los cigarros y la borrachera en una habitación en acompañamiento de motivos de la cultura pop en distintos periodos de tiempo. Estos poemas de Cadáver exquisito (2017) lo ejemplifican mejor. 

..

Una noche como esta, nos alumbramos tanto el cuero,
gemimos como una cajonera vieja al borde del abismo. 

De eso, tan sólo el recuerdo que me frecuenta algunas tardes,
y este pistilo de flor aérea que se pulveriza Azul entre los dedos. 

..

Esa noche que bailábamos la balada azul de Miles Davis,
el país se caía a pedazos
y por no llorar, destapamos una botella de vino y bailamos. 

Habían vendido el país con nosotros dentro
y en unos años seríamos sus esclavos. 

Sabiendo que era el fin, bailamos. 

..

He bebido de muchas copas. 
Me he desnudado y me he negado a quitarme el abrigo.
Tantas noches me han encendido y otras me han apagado. 
No tengo idea de por qué he amado o dejado de amar. 
No tengo idea de por qué un día o una noche, un sueño
extraño y litoral me conduce a la calle.
Sólo sé que quedarme sería dejar de escribir para dedicarme
a los asuntos de otras vidas.
No soporto la cortedad de la vida.
Quiero escribir que es exactamente lo mismo que vivir.

..

Se escribe porque la vida nos sobrepasa. 
Nos abrasa, nos catarata, nos superpone, nos liquida.

A veces se cae un poco todos los días,
aunque se disloque el cielo una pata y le veas su ojo,
a veces cerrado, a veces abierto de satélite bizco.

¿Cuál es el sentido de un árbol en un macetero,
de un buzón sin cartas, 
de un riel con una cuerda en el fondo del mar?


Gladys González

Gladys Gonzalez nació en Santiago de Chile en 1981. Ha publicado Gran Avenida (2004) Aire Quemado (2009) Calamina (2014) entre otros. Es doctora y magíster en filología hispánica y se ha desempeñado como gestora cultural. Su poesía se dedicó al retrato de ciertos límites urbanos. Los bares y las esquinas, el neón, el alcohol y sus adeptos son una constante dentro de su poética presentada en postales, paisajes que se encargan de capturar estas atmósferas en claroscuros; dónde el dolor es ensamblado con la belleza de sus consecuencias. Estos poemas son de su poemario Bitácora (2018).

Bitácora

seis duelos 
en veintisiete días

la palidez
del cortejo fúnebre
en un verano caluroso

una plaga
y un germen 
que se arrastra
de una ciudad 
a otra

flores marchitas
en tambores de metal 
olor a sulfato
huevos de caracol
larvas
y moscas
de cabeza roja
anteceden
el trayecto al nicho

el arte de perder
no resulta difícil
con esa bitácora
que lanza
tierra abajo
las huellas
de un tiempo

practicar
la locura
la intensidad
el exceso
y la insensatez
como lecciones
abrazando esa oscura noche
se vuelve
más sensato 
que el pan 
fallido
de la linealidad

todas las bestias
sedientas 
vagabundas
aterradas
con la palabra familia
y los onomásticos
en habitaciones vacías
nos reuniremos
tempranamente
reconociéndonos
con la pasión 
de la mirada
agitando 
el capote de los huesos
con la melancolía de la cobra

en esa
última
y gran 
broma final


Graznidos by Fer Alvarado

Jacinto Bonaval era una persona que sin lugar a equivocarme podría denominar como peculiar. El día que perdió un ojo trabajando en la fábrica de gafas de seguridad se tapó su recién estrenado hueco y, mientras todos gritaban, exclamó con la mayor naturalidad:

—La ironía de la vida acaba de llevarse parte de mi visión pero me ha regalado un lienzo en el que poder contar mis historias.

En ese momento nadie supo a qué se refería pero no tardamos en averiguarlo. Pocos días después del desgraciado accidente, adquirió un ojo de cristal que decoraba cuando salía a pasear. Si era verano, lo pintaba de amarillo convirtiendo aquella pupila vidriosa en un sol sonriente y, en primavera, le añadía pétalos haciéndolo florecer como una margarita. Muchos se escandalizaban cuando veían su obra artística pero para estas aburridas gentes siempre tenía la misma respuesta: «si tenemos algo único, debemos aceptarlo y darle la mejor forma posible». Poco después adquirió el título oficial de borracho del pueblo lo cual no le ayudó a mejorar su imagen. Llegó a perfeccionar tanto su técnica que bebía con la mirada. Imaginad, un hombre entra a un bar, se sienta a tu lado, observa tu copa y el líquido desaparece. Esto le llevó a ganarse muchos enemigos ya que, además, lejos de mantenerlo en secreto, tras vaciar todas las bebidas de la barra eructaba ruidosamente y, sin haber pedido ni una sola consumición, se marchaba del establecimiento con la mirada más vidriosa si cabe mientras andaba en zigzag tratando esquivar, según él, a los gansos que vivían en los alrededores.

—El truco para beber así es que soy daltónico —solía comentar—. Lo que no sé es si lo soy del ojo de cristal o del otro.

La mayoría del pueblo comenzó a darle la espalda y a tratarle de bicho raro. Sin embargo, los niños estábamos encantados con sus ocurrencias. Cuando abandonaba el bar con pasos trastabillados, mis amigos y yo le perseguíamos imitando sus etílicos andares. Él, lejos de enfadarse por nuestras travesuras, sacaba uno de sus pupilas de cristal del bolsillo de su raída chaqueta y, entre risas, siempre nos amenazaba con echarnos mal de ojo.

Este solo fue el principio de nuestra relación con Jacinto. Pronto nos comenzamos a reunir en las afueras. Nos gustaba sentarnos a su alrededor y él, como un juglar de tiempos pasados, nos deleitaba con las historias más extravagantes. Incluso a veces sacaba su colección de ojos de cristal pintados a mano y los usaba como protagonistas de sus relatos. Aquello, lejos de incomodarnos, nos divertía sobremanera. Aún recuerdo como sacaba una manta a cuadros de su zurrón y la colocaba sobre el suelo para, justo después, distribuir a los vidriosos protagonistas de sus historias entre las cuadrículas.

—Cuando los gansos cesan de graznar comienza el teatro de  las miraonietas. Un lugar en el que la vista es la que siempre engaña. —Esa era siempre su entrada antes de iniciar sus cuentos. No entendíamos el por qué de los gansos pero siempre los incluía en sus historias. Los describía como animales ruidosos y molestos; como seres que se unían en bandadas y que atacaban a todos los que no querían formar parte de su grupo. Pensábamos que, cuando hablaba de estas aves, era porque se había entretenido mirando en exceso las bebidas espirituosas ajenas. Hasta que, en una ocasión, acudió a nuestro encuentro con su macuto rajado y su colección de ojos pintados en las manos. Nosotros, preocupados, le preguntamos qué había ocurrido. La respuesta no nos tranquilizó en absoluto:

—Han sido ellos. Vinieron a por mí con los picos más afilados que nunca. Quieren que deje de contar mi historia y que solo se escuchen sus graznidos. —Cruzamos miradas escépticas pensando en que nuestro amigo había terminado de perder la cabeza. Él, al darse cuenta de nuestras dudas, intentó llamar nuestra atención alzando el tono de voz —. Vosotros seréis los siguientes. Por favor, que no os convenzan. Si en algún momento deseáis que deje de contar mis relatos lo haré. No tengo ningún problema en ello. A cambio, solo os pido un favor: nunca os unáis a los gansos.

Tras aquel inusual discurso decidimos dar la reunión por terminada y nos marchamos a nuestras respectivas casas. Cuando llegué a la mía supe que algo no andaba bien. En el salón habían varias personas reunidas y, mi tía, al verme, se levantó y corrió a abrazarme.

—¿Has estado con Jacinto? —Me preguntó sollozando—. No vuelvas a ir con él, no lo vuelvas a hacer. Ha terminado por volverse loco. Cogió sus ojos de cristal y se los lanzó a la gente en mitad de la plaza mientras gritaba que todos eran unas malditas aves. No es una persona de fiar. Dime que no volverás. Prométemelo.

Me quedé observando a mi tía. Al terminar de hablar había unido los labios de tal manera que su boca sobresalía por encima de la barbilla. Me recordó peligrosamente a un pico. En ese momento uno de los allí presentes habló:

—Es cierto muchacho. Yo estuve allí y lo vi todo. Desde que perdió el ojo no estaba bien pero ya ha sobrepasado todos los límites… —.  Giré la cabeza hacia el hombre que acababa de hablar. También tenía esa forma picuda en los labios. Aunque algo me llamó aún más la atención. Estaba jugueteando con un trozo de tela entre sus manos. Lo pasaba de un dedo a otro con rapidez como si disfrutara de su tacto y no quisiera desprenderse de él. Estaba claro que no era un simple trapo. Era un trofeo. Al verlo, lo reconocí en seguida y supe a qué pertenecía: era parte del zurrón que le habían destrozado a Jacinto aquella misma mañana.

En seguida una de las personas que lo acompañaban se dio cuenta de lo que miraba e intentó desviar mi atención. No lo consiguió. Ya no escuchaba sus mentiras, ni sus palabras malintencionadas. Ni siquiera podía decir que el sonido que llegaba a mis oídos era humano. Solo escuchaba graznidos.

Aquel fue el último día que vi a Jacinto Bonaval. Desapareció del pueblo sin dejar rastro. Yo, fiel a sus teatros, acudí a diario durante años al lugar donde solíamos reunirnos. Desesperado, buscaba alguna señal que me ayudara a dar con su paradero: tal vez un camino de cristales coloridos o trozos recortados de los cuadros de su manta que me aportaran una pista. Nunca encontré nada pero, aún así, no falté ni un día al lugar dónde se celebraron sus excéntricos recitales. Recordar sus relatos, sus ojos de cristal coloreados y sus vivencias imposibles me divertía, me relajaba y, sobre todo, conseguía lo que más deseaba: acallaba los graznidos de los malditos gansos.

 


Macadam by j re crivello

El macadam estaba al rojo vivo. Eran las dos. Aquel verano parecía caer con furia de calor y su inseparable ejercito de moscas y juanitas. Ricardo torció a la derecha. La calle, era de las nuevas del pueblo. Un acalde moderno y distraído prometía felicidad y futuro. A él, le importaba poco esa historia, sabía que la viuda estimaba más sus servicios, que la anchura y relativa fealdad del cemento. Golpeo en la puerta, por la parte de atrás -como siempre. Ella dejo pasar el pestillo, obligándole a entrar. Ricardo sabía que hasta en el más cochino infierno del verano, pero ella prefería pegar brincos en una de las jaulas que tenía montada al final de aquel caserón. Le siguió hasta allí. Le mostró su falo. Le beso en las orejas. Ella grito, bebió del sudor del amante y expiro de tanto ardor. No fue necesario despedirse. Él sabía que el dinero estaba encima del tercer estante al lado de la nevera. Antes de guardarlo en su bolsillo, saco un trozo de hielo y se lo paso por el pecho. Su pelo helado de fina crin, se erizo, hasta acompañar a su sexo el cual estuvo nuevamente listo.

¡Y de forma inexplicable!,  regreso sobre sus pasos a la habitación. Las nalgas de -su amiga cliente- estaban mirándole. Se detuvo al borde de la cama, sin más, comenzó un nuevo movimiento, hasta ver que aquella mujer le seguía  en la ración extra de sueño y verano promiscuo.

“¿Qué hacía tan metido en una refriega detrás de otra, en un pueblo desasistido de futuro?”.

Deseaba contener su duda. Quiso no pensar en aquella lastimosa herida que le recordaba sus incertezas. El griterío audaz -de su acompañante- le confirmo que había muerto de placer. Se recogió. Pensó en -¿quizás?- pasarse otra vez el hielo para aumentar su desdén. ¡No!. Fue hasta un armarito donde ella guardaba sus ahorros. De allí extrajo dos rollos de papel moneda. Mientras su amante moría, ¡qué carajo!, el reviviría en un nuevo espacio. Sin detenerse se dirigió a la estación de autobuses. Monto en un grueso animal de acero y caucho. El del ticket -pregunto:

“¿A dónde?”

“Más allá de la sierra” -respondió. Un pesado papel largo detallaba los pueblos que le llevaban a la vida de neón, droga, incienso y platino. Pago 10 Lev. Se apoyó contra el vidrio. Su larga lengua empezaría a repasar el cristal viejo y mugriento. Estuvo de aquella manera,  meloso y triste hasta hacerse de noche. Al llegar a una estación, pararon para ir a los lavabos. Al regresar a su asiento, pidió permiso. Una rubia nacida de una yegua y un potro viejo –pensaría al verla-, arqueo unas delgadas piernas envueltas en una falda campana, de naranja leve y lunares negros. Le miro suave, con disimulo nervioso. La blonda malicia de su lado, era un calco de Marilyn. O mejor un despeñado circo quien llamaba ante el agrio carácter del sexo sin amor. El por su parte, esbozó una sonrisa. Pero no pudo disimular y de su lado salieron chispas, estupideces y rechazo. Nada era igual a lo imaginado, y nada sabía tan bien como la gominola robada en el kiosco –aquello, fue lo último que pensó. El sueño se unió al recuerdo y el deseo a su compañera de viaje.


La lujuria by Sergio Caneva



La lujuria atrapó al mundo,
como gigante a un guijarro
y moliendo va las almas,
de aquellos que hace esclavos.
Los lleva súbitamente
al sexo desenfrenado,
donde el placer es el rey
y el amor ha caducado.
Donde todo es permitido,
donde no existe el pecado,
donde aporta la pasión
gran parte de su descaro.
La lujuria… la lujuria…
¿cuántas vidas ha condenado?
¿cuántos perdieron el rumbo?
¡por el placer cautivados!.
La que no posee límites,
la que al pudor ha matado,
la que cree ser feliz
por carnal deseo aplacado.
Y lo que ayer era amor,
hoy solo es campo minado,
la insatisfacción perdura
 en trofeos no alcanzados.
Y entre lujuria y amor
 un abismo hay demarcado,
uno alimenta los egos…
¡el otro! Al amor donado.


La lujuria, la que tantas veces en nuestros días se la confunde con el amor. Cuando una, sólo busca el placer personal, mientras que el otro el goce y la entrega mutua. Una cada vez necesita más placer para lograr la satisfacción personal, el otro goza con la satisfacción del amado.


(Link blog Sergio)


La hora trece by Jorge Aldegunde



(Madrid, 23 de mayo de 2020)


–¿Por qué no te no lo pruebas, hermanita?


–Sabes que lo haré. Por cierto: hermanita no cuadra con que yo sea un lustro mayor que tú, amén de años luz más sabia… No necesito protección: soy ciega, no estúpida.


El joven acusa la pulla; ella es más hábil en el intercambio de golpes. Lo suyo eran, más bien, los dispositivos: sistemas, comunicaciones, aprendizaje automático y algoritmos configuraban su pequeña patria, su zona de confort.


Hacían vida de estudiantes, si bien ella había dejado de serlo. Se ganaba la vida escribiendo, aunque su pasión era el voluntariado. Nunca había dejado de ayudar; antes al contrario, perder la vista tan solo había fortalecido su carácter solidario e indómito.


–Lo tienes que conectar por aquí –explicaba él–. En estas bandas van inscritas varias microcámaras que captan el entorno. La unidad de procesamiento va en el pulsómetro. El motor de síntesis de voz se encarga de dar instrucciones.


–Una cucada, tu proyecto fin de máster. ¿Servirá para hacer deporte por mí?


–Probémoslo.


Hubieran querido salir con la fresca, pero resultaba imposible, con aquel estío anticipado. Las ocho y media de la tarde y el mercurio no bajaba de los cuarenta y uno. Se caían los pájaros.


No parecía que fuese invidente; mucho menos mientras corría. Enseguida se acostumbró al aparato que, conspicuo, se desgañitaba en dar direcciones. Llegó el momento del esprín final. Lo inició él, pero ella no se amilanó. Estiró las piernas, con su zancada larga, y le dio caza. Corría con soltura y rabia; empezaba a dejarlo atrás.


–¡Ten cuidado…!


Apuró hasta el final, giró noventa grados y enfiló hacia el paso de cebra. Se detuvo justo en el borde, cuando una furgoneta cruzaba a toda velocidad. La alcanzó con el corazón desbocado y el orgullo magullado.


–No es…–repuso con la respiración entrecortada– exactamente en tiempo real.


–No te preocupes, hermanito. Para eso te tengo a ti. Porque no dejarás que un coche me rompa la crisma, ¿verdad? –Abrió sus ojos grises, velados en dirección al chico. Como si quisiera ver en lo más profundo de su corazón.


Él enrojeció y se achicó. Agachó la cabeza mientras se afanaba en recuperar el aliento.


***


(Madrid, 2 de mayo de 2035 10.43h, Centro de Control Ambiental – primer anillo)


Hay dos hombres en un despacho pequeño, de decoración minimalista, funcional. El falso techo está lleno de puntos de luz, pero esta brilla por su ausencia. Se miran, tensos.


–¿Y bien? –inquiere el más joven, de pelo hirsuto y largas patillas. Se toca la nariz, inquieto.


–Debe prescindir del agente 245. No seguirá en la misión. Haga el favor de comunicárselo.


Quien pronuncia la orden severa es el jefe de sección. La misión es una separata de la que un par de años atrás habría culminado con éxito el capítulo español de los satélites de baja órbita que contribuirían al control del clima. Ahora eran plenamente funcionales y se integraban en la estación espacial. Aportaban su granito de arena, junto a los ciento veintisiete restantes. Generaban condiciones climatológicas favorables para los habitantes de las metrópolis en las que se concentraba la población. Su acción quedaba reducida a áreas determinadas: zonas geográficas y ventanas temporales, denominadas anillos.


–No me joda. Siempre ha sido un colaborador útil. Nos salvó el culo en el último envite, cuando los transceptores se volvieron locos.


–Me hago cargo. Pero lleva un tiempo disperso, encerrado en sí mismo. No ha dado una con los algoritmos del nuevo planeta. Investigadores más solventes y pujantes llaman a la puerta. Esto es una meritocracia. Y hace tiempo que dejó de haber para todos.


Se hizo un silencio incómodo. Afuera no había ni un alma: el calor estaba fuera de control. Y así seguiría, hasta que llegase la lluvia controlada, sobre las 11.00h.


–¿Qué hago con él?


–Procedimiento habitual: traslado al cuarto anillo y que se busque la vida.


***


(Madrid, 2 de mayo de 2035 12.18h, segundo anillo)


Llevaba ropa ligera, sensorizada. Se había embozado en tela anticontaminación. Comprobó su pulsera: cuarenta minutos todavía para el toque de queda. Siguió corriendo –agotando su permiso de entrenamiento– entre aquella niebla que precipitaba en forma de sirimiri artificial. Este provocaba un efecto balsámico, enfriando aquel verano eterno en el que había devenido la ciudad.


Se sabía señalado por su falta de rendimiento, igual que su malograda hermana, a la que no supo defender. Ser ciega la convirtió en un problema, alguien indigno de percibir recursos en tiempos de escasez. Y él se convirtió en un pusilánime vocero del mensaje oficialista: solo los más capaces alumbrarían el nuevo futuro.


Como de costumbre, perdió la noción del tiempo. Al cabo, le sorprendió la alarma de nivel rojo: solo dos minutos para el cierre. Sonó el intercomunicador; llamaban desde control central. Por pura intuición, ignoró la llamada y siguió corriendo. La bruma artificial se fue dispersando. El cielo se iluminó con la falsa aurora que, a modo de aviso, precedía al cierre del cinturón de protección; a la una de la tarde se apagarían los satélites.


Empezó a notar el calor; la temperatura ascendía deprisa. El agua recién caída se evaporaba en volutas de humo, que ganaban altura desde lugares insospechados, como las bocas del alcantarillado. Un mal paso le hizo trastabillar y caerse, lastimándose un tobillo. Lentamente, se levantó, se desprendió de la pulsera y el comunicador. Apretó la tela contra su rostro y aceleró. Movía los brazos rítmicamente, sus piernas –perladas de sudor–, lo acompañaron en aquel último esfuerzo. Tras de sí, las suelas quedaban marcadas a fuego sobre un asfalto denso y reblandecido.


***


Encontraron su cuerpo sin vida, lleno de quemaduras. La autopsia reveló que la causa de la muerte fue el fallo pulmonar que le produjo respirar aire demasiado caliente. El informe no explicaba cómo aquel hombre, ingeniero veterano y con un currículo admirable, había ignorado la prohibición de exponerse al ambiente sin protección, más allá de la hora trece.


FIN


GÓTICA por Carlos Feijoó (cap 3 y 4)



(Leer cap 1 y 2)


Capítulo tres


Lo que si tenía Esmeralda era una mirada tintada con el color verde de las aceitunas en sazón, enmarcada entre los tirabuzones de cabello negro y el cuello esculpido en mármol que surgía prometiendo placer un botón de más desabrochado que ofrecía la visión del nacimiento de sus pechos, la tentación de piel de seda envuelta en puntillas de seda. Las siguientes jornadas las pasó Honorio preparando el terreno para cerrar ambos negocios mediante numerosas llamadas telefónicas a Esmeralda, a las que se siguieron algunos correos en los cuales hacía una sucinta descripción del texto e indicaba las características de la edición, aunque, a su entender, dejaba abierta la posibilidad de que fuera una obra copiada, por mano experta de otra original, seguramente destruida en alguna de las múltiples invasiones que asolaron la historia. ¿Por qué insinuar que formará parte de la biblioteca de la Córdoba califal?


La cuestión pasaba por demostrar que sabía despertar el interés del mercado y de Esmeralda, demostrando que podía multiplicar las ganancias y aumentando la demanda de posibles compradores.


Pronto recibió una sorprendente propuesta del Instituto Mandel de estudios judaicos. Situado dentro del complejo que la universidad hebraica de Jerusalem posee en el monte Scopus. En ella le señalaban la inconveniencia de adjudicar al mejor postor los textos que estaba ofertando en el mercado internacional y que aceptarían compensar de manera generosa las molestias sufridas con una gratificación adecuada a los esfuerzos llevados a cabo, hasta ese momento. Debido a que ese volumen seguramente sería parte del expolio sufrido por la comunidad judía de Bucara, en Irán, residente en ese país desde tiempos bíblicos y que utilizaba lengua parsi como medio de expresión. Cuándo tras la lectura de la respuesta, Esmeralda le hizo catar el sabor a fruta madura de su boca mientras cerraba el candado de sus brazos en torno a su cuello, Honorio supo que ese libro contenía también un designio del destino para él.


Transcurridos unos días, una llamada desde Londres a primera hora de la mañana, introducía en su ánimo una gruesa sombra de inquietud, desde la sede de la Royal Society, instalada en un elegante y antiguo edificio el distrito de St. James, le rogaban que tuviera la bondad de no someter la pieza en cuestión a ninguna forma de subasta, ya que entendían que el extraño libro formaba parte del legado cedido en testamento a esa sociedad por El Lord Mountbatten, Gobernador General de la India hasta que obtuvo la independencia de la corona británica y que se constataba perdido, desde que un atentado terrorista, llevado a cabo por activistas del IRA, envió el bote del primo de la reina Isabel volando por el aire. Como podría comprender, cualquier acción que emprendiera para vender una valiosa propiedad perteneciente a la casa real, sería considerada como un hecho delictivo. Añadían una frase final expresada entre una sarta de conveniencias untadas con flema inglesa. Que aceptarían abonar, por las molestias sufridas, una compensación adecuada a los esfuerzos realizados hasta ese momento. Ni supo ni quiso esperar un minuto para alertar a Esmeralda, ni tampoco pudo atemperar la imaginación cuando ella se ofreció para tomar un café y trazar juntos un plan efectivo en su piso de soltero. De nuevo surgía una insospechada perspectiva aunque ello le obligase a introducir cambios en su día a día, esa misma tarde tendría que adquirir un cubo y almacenar la ropa sucia en el cuarto de aseo.


Esmeralda apareció exultante, excitada, Dispuesta a explorar los límites entre los escarceos de brazos ajenos y supo provocar que Honorio alcanzara la cumbre del placer sin siquiera despojarse de la lencería.


Capítulo cuatro


Y durante la siguiente semana llegó una propuesta del museo de nueva Delhi, otra para llegar a un acuerdo de donación con el museo de Pérgamo de Berlín, una oferta de intercambio de la biblioteca nacional de París y una jugosa opción de compra llegada desde la Smithsonian Institution de Washington D.C.


Perdida casí la cuenta de las propuestas recibidas, Honorio barajaba la opción de desaparecer con Esmeralda durante una temporada, sobre todo desde que comprobo que en su domicilio se habían llevado a cabo algunos registros. El códice se encontraba a salvo oculto en el buzón de un apartado de correos. Obediente a los consejos de Esmeralda, unicamente remitía la copia de unas pocas páginas a modo de presentación. Entre juegos y caricias ella insistía, debía conocer a fondo el asunto que se traía entre manos, así que indagó sin éxito entre el circulo más cercano de eruditos en filología y arqueología, hasta que le sugirió buscar consejo en un viejo rabino sefardita. El religioso había residido durante años en Medio Oriente, sobre el camino de la seda, entre la histórica Alepo y Kabul, la capital de Afganistán. Era un reputado doctor en la historia antigua del pueblo judío y además un estudioso miembro de la empecinada comunidad judía Iraní.


Por fortuna se refugiaba a pocos kilómetros de la capital, el Toyota Prius de Esmeralda traqueteaba silencioso sobre las calles tapizadas con sonoros adoquines de un antiguo barrio provinciano, hasta que aparcaron frente a un edificio cuya portada aparentaba ser de transición entre visigótico y románico, las puertas dobles de oscuro roble estaba doblemente protegida con gruesos clavos. Aunque no figuraba ninguna prohibición sobre el dintel, Ella sabía que debería aguardar en el coche hasta que finalizase la entrevista y confiar en el buen funcionamiento del pequeño dispositivo grabador que introdujo en el bolsillo interior de su chaqueta.


 


NADA By Raquel Villanueva



Todo lo que cabe en un nada, en un nada que se erige protagonista tantas veces de respuesta a lo que estás, estamos pensando. Hay nadas inmensos, nadas diminutos, nadas superficiales, nadas profundos y nadas hasta abisales. La respuesta suele ser generalizada, al igual que la pregunta planteada ante una mirada perdida, ante una falta de atención palpable.


—¿Qué piensas?


—Nada


Y ciertamente es nada, es, entre otras cosas, pensar en lo que esa palabra significa según la propia RAE: sensación de vacío, estado de carencia. Así, contradictoriamente, pienso, pensamos en nada y por ende, en todo a la vez.


Mientras él responde que piensa en nada, evoca nuevamente la carretera, la música escuchada en el coche antes de llegar, los días, las semanas, los meses a veces de espera. Piensa en volver a encontrarse con ella, con la mirada de ella, encontrarse para poder perderse. Perderse de lo conocido, de lo rutinario, de lo cotidiano, perderse para encontrarse, con ella y con él mismo. Cuando conduce, le gustaría plegar en dos, en tres, y hasta en cuatro el espacio que de ella lo separa, le gustaría tener la potestad de detener el tiempo, la virtud del desdoblamiento para así poder vivir dos vidas. La vida que todos ven, que todos conocen, que muchos envidian, porque verdaderamente es una preciosa vida a la que nada parece faltarle: cariño correspondido, estabilidad profesional, solvencia económica. Vida de postal, de las que podrían dibujarse sobre un lienzo propagandístico del buen hacer, del buen hijo, del buen marido, del buen padre. Se imagina ahora arañando sobre su propia imagen en ese lienzo, buscando debajo del óleo. Si hubiera sido hace un tiempo, uno habría encontrado bajo su superficie un vacío corrosivo, una mancha fea, informe y disconforme ante tanto trazo definido y bien dado. Pero hoy, a poco que se arañara, aparecería un dibujo de trazos imprecisos pero de vibrantes colores, un dibujo en movimiento, como ese huracán de pensamientos que no para de girar en su mente cuando contesta que no piensa en nada, cuando ese nada es todo, y todo es ella, es todo deseo, todo anhelo y ganas de sentir.


Desliza su lengua por la comisura de los labios, sonríe pensando en esa otra lengua que tan pocas veces puede ocupar su boca, en esa boca que su lengua horada con la avidez acumulada ante tanto deseo meramente imaginado y pocas veces satisfecho. Vuelve a concentrarse en ese nada de su pensamiento, concentrándose en el delicioso temblor de su piel mientras él le retira la ropa, evocando la calidez de su respiración y la premura que tienen las manos de ella para desabrochar los botones de ese pantalón vaquero sin cremallera. Y nuevamente la boca de ella, ahora mucho más abajo, lamiendo, succionando, aspirando, absorbiendo su sexo, ese sexo que dejo de ser propio en el momento que la conoció. 


Se remueve en el sofá, tratando de dar la espalda a esa erección que pugna por asomar. La luz de la televisión imprime diferentes sombras en el salón, su mirada se pasea por las cuatro paredes tan conocidas, las figuras de sus hijas y su mujer se vuelven prácticamente transparentes, y las paredes se disuelven hasta formar otras cuatro, paredes lejanas, paredes apenas habitadas, paredes de hotel, impersonales y al mismo tiempo tan llenas de su verdadera intimidad. Se apodera de él una sensación de náufrago, habitante solitario de una isla que es el cuerpo de ella, donde su sexo, el de ella, es esa tierra cálida y húmeda donde todo puede florecer, es ese abismo en el que quiere no dejar de caer, en el que quiere seguir descendiendo. Ella, deslizándose por su espalda, bajando por su pecho, de frente, de lado, rindiéndose genuflexa para él.


Para él, que no es nada, que no piensa en nada, que no siente nada, pero que con ella lo es todo, con ella piensa en todo, con ella siente todo.


Exorcismo en Rivendel by Joiel O.



 Nacido con el nombre de Borja, pronto sus progenitores fueron reducidos a la más mínima expresión durante una deliciosa travesía en el Nilo. Fue un espectáculo sangriento del que no queda constancia gráfica y los cocodrilos culpables, descendientes directos de los que hicieron lo que hicieron en la isla de Ramree (19 de febrero de 1945), se jactarían de ello durante el resto de sus vidas.


 Exorcismo en Rivendel, así sería rebautizado días más tarde, fue adoptado por unos cocodrilos que en fechas recientes habían perdido a una de sus crías tras el ataque de un tiburón fluvial birmano. No fue, desde luego, una decisión fácil de tomar, pues sus congéneres argumentaron en contra aduciendo que lo mejor sería darle un bocado aquí y después otro allá al bebé, pero Cocodrilo Machote y Cocodrilo Damisela Sin Apuros se mantuvieron en sus trece y acabaron ganándose el derecho a adoptar un humano de tamaño reducido y ojos desorbitados.


 Al poco, decidieron emigrar hasta aguas más facundas, pues en el Nilo había cierta carestía de turistas, principal fuente de nutrientes de la pareja y sus pequeños. Así, llegaron hasta el Ganges, donde la comida abundaba y además poco había que batallar por ella gracias a las tradiciones funerarias de las buenas gentes del lugar. Papá y mamá, también los pequeños cocodrilitos, descubrieron que la carne especiada les gustaba más que la otra, tan falta de sabor. Fueron tiempos felices y el bebé humano aprendió a morder como el que más. Cuando se hacía con una presa le hincaba los dientes y se retorcía hasta rendirla. Papá y mamá le observaban con orgullo, qué devorador estaba hecho el pequeño Exorcismo.


 Un misionero cristiano a punto estuvo de recuperar al niño para la causa de la civilización, pero los cocodrilos no se lo tomaron a bien y en fin, a João Pérez le dedicaron unos minutos en la cadena Cope ensalzando su labor misionera por el mundo. El testimonio de la abuela Margarita emocionó a la presentadora.


 Cumplida la mayoría de edad a Exorcismo en Rivendel se le antojó ver mundo como en su día pasó con Frodo, así que se reunió con sus padres para exponerles su parecer.


 Cocodrilo Damisela Sin Apuros lloró como una María Magdalena Dolorosa Sin Pecado Concebida en plena noche de tormentos y quebrantos, pero tanto ella como su señor esposo acabaron por aceptar tras hacerle prometer que no pasaría demasiado tiempo sin que les hiciera una visita. Exorcismo en Rivendel juró enviarles mensajes embotellados todas las semanas y morcillas si pasaba por Burgos. Esa noche comieron comida india y de postre brazo de gitano.


 Exorcismo viajó por medio mundo. Aprendió el valor de hacerse selfies y aparentar que sabía tocar la guitarra para entablar relaciones de índole erótico-festivo con muchachas que a veces echaban humo por la boca y un cazatalentos se interesó por él.


 El hombre, un empresario de pompas fúnebres venido a venos, tras verle devorar cuatro pollos asados en menos de dos canciones pop, le hizo una propuesta económica para que actuase como manager de alguno de sus pupilos, pues había ideado un espectáculo deportivo con canguros ejerciendo como boxeadores.


 Aceptó Exorcismo, creyendo que aquello sería dinero fácil. Últimamente andaba escaso de recursos, tras dilapidar sus ahorros finales en un sombrero de ala ancha. Disponer de alojamiento, comida gratis y un sueldo durante algunos meses le permitiría regresar a casa para ver a los suyos.


 Durante una sesión de entrenamiento en el gimnasio conoció a Libertia Oximolona, la hija del empresario, que era guapa a rabiar. Enseguida la joven quedó rendida a los encantos del exótico muchacho, que le correspondió encantado. Cuando en mitad de un arrebato de pasión ella le pidió que se lo comiera, Exorcismo le contestó que eso siempre se le había dado bastante bien. No hubo quejas al respecto.


 No tardó mucho Exorcismo en descubrir que don Pacato Oximolón era en verdad un gran hijoueputa, pues dedicaba gritos y feas palabras a los canguros, llegando incluso a retirar el postre a las crías si se negaban a entrenar como los mayores.  La noche de la primera velada pugilística protagonizada por canguros llegó entre palomitas y nubes de algodón, y en el graderío de Matadero V se congregaron no menos de doscientas personas, la mayoría hombres ataviados con boinas, tirantes raídos, camisetas blancas virando al ám


ámbar, con remiendos en los pantalones y esparteñas que dejaban ver suciedad bajo las uñas. Bebían licores fuertes y esperaban ver algo memorable que les hiciera olvidar el sinvivir de sus existencias.


 Cocodrilo Dunder Mifflin y Houston Tenemos I Poema, los dos primeros púgiles en subirse al encordado, saludaron al público con sendos cortes de manga, y en cuanto un señor con bigote originario de la hermosa región de Murcia hizo sonar la campana que daba comienzo al espectáculo, un francotirador apostado junto al carrito de los helados disparó con maestría hacia los focos que proyectaban la luz causando un gran revuelo en el graderío. Don Pacato, sentado en primera fila junto a un concejal de aspecto porcino y su sobrinita, no tuvo tiempo de reaccionar; enseguida Exorcismo en Rivendel se le lanzó al cuello y con ferocidad, de una sola dentellada, le desgajó la nuez y parte de la columna vertebral hasta dejarla expuesta sobre la tercera cuerda.


 Sin darse un respiro se reunió con Libertia, quien aguardaba en los camerinos su momento de aparecer sobre el ring anunciando asaltos luciendo bikini de fantasía. Le dio un tierno beso en los labios y le propuso un juego de alto contenido sexual. Libertia no solo se dejó vendar los ojos, también ser atada de pies y manos. Exorcismo aprovechó para robarle un par de hermosos vestidos y escapar en compañía de todos los canguros liberados.


 Viajaron en motos con sidecar y aquello bien habría merecido un reportaje fotográfico que ocupase la portada de los principales periódicos de tirada nacional. Casi dos docenas de canguros con casco y gafas de piloto conduciéndose por la avenida principal excediendo en mucho los límites de velocidad. En un par de ocasiones tuvieron problemas con la Guardia Civil que les salió al paso, pero Exorcismo se empleó con gallardía y Esperpento de Sardinas se descubrió como un experto en el noble arte de asestar derechazos tras amagar a un lado.


 Llegaron al puerto marítimo, compraron pasajes de primera clase cuando ya retiraban la pasarela y durante varios días navegaron disfrutando de los lujos que se les ofrecían. Por suerte en aquel transatlántico abundaban los ancianos en viaje de placer, así los canguros conocieron una infinidad de anécdotas muy interesantes sobre costureras, mineros, estibadores…


 Bailaron igual que colibríes retozones durante la última noche en barco y comieron canapés como si les fuera la vida en ello. Dijeron adiós a los jubilados deseándoles largas y prósperas vidas, y tras alquilar un autobús amarillo conducido por una especie de títere sin hilos partieron hasta el río Ganges todavía sin saber qué les depararía aquella aventura, pues Exorcismo se había mostrado esquivo a la hora de expresar sus intenciones. Cuando los marsupiales boxeadores se vieron, de repente, rodeados de grandes reptiles asomando las miradas sobre aguas rebosantes de restos humanos entraron en pánico creyendo ser víctimas de una emboscada, pero pronto se relajaron al observar cómo dos de aquellos hermosos devoradores de hombres empleaban grandes muestras de afecto para con Exorcismo en Rivendel, visiblemente emocionado al reencontrarse con los suyos.


 Canguros y cocodrilos hicieron buenas amigas y tras las correspondientes presentaciones nadie se comió a nadie. Fue entonces cuando Exorcismo en Rivendel dio a conocer su plan: fundar una compañía teatral que representase los clásicos de la literatura española, comenzando por el Don Juan Tenorio de Zorrilla (rieron unos y otros al escuchar apellido tan singular), de ahí los poco discretos vestidos que acompañaban al hombre que los había liberado como en su día hiciera Espartaco con infinidad de esclavos. Esperpento de Sardinas tuvo que pagar a Chilipalchichi un puñado de maravedíes, pues había apostado que aquellas ropas de mujer se debían a un claro caso de travestismo recalcitrante y no a otra cosa.


 La compañía Cangudrilo actuó por vez primera un 24 de diciembre con gran éxito de crítica y público. Aunque los hindúes no entendían los diálogos al ser estos en español, el ver a cocodrilos y canguros disputándose los afectos de doncellas que saltaban alto merecía cada rupia de la entrada.


Flor en el epílogo  El regalo de Reyes para Exorcismo en Rivendel no fue la tarta hecha con diplomáticos franceses que su mamá le había preparado con tanto esmero, ni siquiera los cien calzoncillos que los canguros le habían dejado bajo el árbol envueltos en una tela primorosa, sino Libertia Oximolona, quien había viajado en barco hasta allí tras recibir una carta firmada por una imposible cantidad de nombres absurdos conminándola a ser buena. No buscaba una disculpa por parte de Exorcismo, más bien recuperar su afecto y verse reflejada en aquellos ojos saltones que tanto le habían hecho poner los suyos en blanco. Se besaron bajo un árbol preñado de flores de loto y cuando acabaron comprobaron con agrado que el mundo continuaba en pie pero mucho más luminoso. Recibieron el afectuoso aplauso de una infinidad de canguros y cocodrilos puestos en fila a ambos lados de un camino que conducía a un pantano iluminado por luciérnagas. Aquella noche todos los fuegos artificiales les pertenecieron.


La diosa de Vrindavan by Paula Emmerich


 

Fuente: Chronikhiles


Con una fe infinita, una joven le rogaba a la diosa Vrinda que la salvara. Su suerte la había condenado a casarse con un primo viejo y bruto. Rezó con perseverancia, acudiendo al templo de Vrindavan cada amanecer. El día de su boda, se excusó con sus padres para visitar a la diosa por última vez, pero no pudo completar su plegaria: el templo ardía. Entre llamas y lágrimas, comprendió la raíz de su fragilidad. Respiró profundo y, adquiriendo un nuevo vigor, partió al instante. Como la creyeron muerta en la tragedia, nadie fue en su búsqueda y fue libre.



Notas:


1. En todo el mundo, más de 650 millones de mujeres vivas hoy en día se casaron cuando eran niñas. En los países menos desarrollados, el 40% de las niñas se casan antes de los 18 años. El matrimonio infantil amenaza la vida y el futuro de las niñas y las mujeres, privándolas de su capacidad de decisión sobre sus vidas, interrumpiendo su educación, haciéndolas más vulnerables a la violencia, la discriminación y el abuso, e impidiendo su plena participación en la sociedad. El matrimonio forzado puede llevar a mujeres y niñas a huir de sus comunidades o a suicidarse para escapar del matrimonio. Fuente: Naciones Unidas Oficina de Derechos Humanos


2. Vrindavan es una localidad de peregrinaje en el norte de la India muy cerca de Mathurá, que se considera el lugar de nacimiento de Krishna, una de las deidades más importantes del hinduismo. El nombre sánscrito de la ciudad proviene del nombre de la diosa Vrinda y el topónimo ‘vana’, que significa ‘bosque’. Se cuenta que la diosa Vrinda servía a Krishna como guardiana de los bosques de Vindravan y que Krishna la bendijo para que tomara la forma de la planta de tulsí, también conocida como albahaca sagrada. Millones de hindús veneran esta planta.


Escribe tu micro solidario en Cincopalabras.com: FE – SUERTE – PERSEVERANCIA – VRINDAVAN – RAÍZ






Veritas by Javier Sanchez



Últimamente, tal vez será porque la edad avanza y me convierte en algo con sinceridad venenosa o porque la gente se va y no vuelve a mi vida, me he dado cuenta que todo el mundo quiere, imperativamente, mostrar la apariencia de que todo le va bien, de que todo está bien, hasta que por casualidad tienes, simplemente, una pequeña conversación con ellos.


Y es entonces cuando te das cuenta de que nadamos entre unas amplias generaciones inundadas de tristeza, de personas solas, que no solitarias, luchando por sobrevivir, viviendo entre frases hechas, caras sonrientes, de dibujos con corazones y besos y poses de fotos bonitas. Y una nula sinceridad, nula comunicación y/o empatía.

P.D.
También puedo estar equivocado.


(Blog de Javier)


 

 

 

 





Anclado a tu rostro by Marcos Castro



Llevo un rato con la mirada 
anclada en tu rostro, 
tus ojos cerrados, 
tu cuerpo relajado, 
sigues navegando 
por algún extraño océano
donde puedes ser
reina, sirena y pirata a la vez. 
Un leve pestañeo 
anuncia tu llegada a puerto. 
Me apresuro y preparo tu desembarco,
aroma a café recién hecho
combinado con el del pan caliente
tostado en la sartén. 
Retiro a medias la cortina, 
la claridad actúa de faro, 
el amanecer le hace un traje a tu cuerpo, 
tapas tu cara con las manos, 
inspiras y sonríes, 
de nuevo me encuentro
anclado a tu rostro. 




Cambio climático by Sergio Caneva



¿Qué puedo hacer yo contigo?
¿y qué voy hacer sin ti?
si yo mismo soy testigo
cuando te veo morir.
Sobrevives cada día
buscando un atardecer,
en que el humano cambie
para volver a nacer.
Porque sufres la apatía
de un mundo indiferente,
pocos se acuerdan de ti
y envenenan tus cimientes.
Destruyen lo que construyes,
saquean todas tus riquezas,
hurgan sin piedad tus venas,
    jauría de lenta gangrena.  
Viven como de prestado
pero se creen los dueños,
en un mundo que agitado
lentamente está muriendo.  


La realidad del mundo actual es: como los humanos somos verdaderamente quienes destruimos nuestro hábitat. En búsqueda de más riquezas, más bienestar, no nos importa contaminar el planeta. Ríos, mares, cielo, tierra, flora y fauna padecen el constante desinterés del hombre. Nadie es ajeno al cambio climático cada vez más acentuado. Sin embargo seguimos mirando hacia otro lado.


www.sercan455.wordpress.com



Una pizca de sal 2.0 by Fer Alvarado



Pedir sal es una gran forma de entablar conversación. Al principio comencé a hacerlo por sociabilizar. Acababa de mudarme a un barrio en las afueras de la ciudad y, como toda mi vida me había costado conocer gente nueva, lo acabé haciendo por costumbre. Cogía mi vasito de plástico y visitaba a cada uno de mis vecinos pidiéndoles una ración, una pizca, un puñado, una cucharadita, una miaja, un montoncito… Las formas de decirlo son infinitas. Y, para mantener una buena charla, es muy importante no repetirse. Incluso busqué en un diccionario de sinónimos para no ser redundante en mis demandas.


Lo que me sorprendió, fue lo agradecida que es la gente cuando se le escucha. La mayoría de mis vecinos comenzaron a abrirme sus puertas sin preguntarme qué quería. Me invitaban a pasar y a sentarme en sus sillones atiborrándome de galletas, cafés y chocolates para pasar pronto al siguiente nivel con cervezas, embutidos y patatas fritas. Pero eso era lo único que hacían, hablar, hablar y, aunque estuvieran masticando, seguían hablando. 


Había momentos en los que podía ver los trozos de comida bailando dentro de sus bocas. Sus dientes manchados, algunos con restos a los que habría que hacerle la prueba del carbono catorce para saber cuánto tiempo llevaban agarrados a sus molares. Otros, con caries incipientes que se escondían avergonzadas de su existencia tras el bolo alimenticio.  Y aun así, con ese ecosistema propio viviendo en sus paladares, no paraban de parlotear contándome una y otra vez las mismas historias.


 ¿Tanto tenían que decir? ¿Es que solo querían escucharse a sí mismos? Yo intentaba aprovechar los escasos instantes en los que el silencio se apoderaba de la sala pero, en seguida soltaban el típico “parece que ha pasado un ángel” y volvían a sus aburridos recuerdos. Llegué a pensar en hacerles un regalo a cada uno de ellos: un diccionario de sinónimos y antónimos como el mío. Tal vez así enriquecerían su lenguaje, limpiarían sus bocas de aperitivos a medio triturar y se dedicarían a construir charlas más interesantes. Aunque éstas fueran sobre gramática y sobre la riqueza lingüística del castellano. Cualquier cosa mejor que volver a escuchar otra historia sobre la mili, bodas en blanco y negro y viajes que nunca llegaron a realizarse.


Estaba claro que mi plan no era perfecto. Algo tenía que modificar. Sí, había conseguido que me diesen la merienda y que me invitaran a probar sus bizcochos experimentales pero yo, también quería hablar. Como todo ser humano, necesito expresarme y prefiero estar solo a tener mi oído colocado en el botón de escucha permanente.


Lo que no sabía era que pronto me iba a llegar esa oportunidad.


Hace unos días, por la tarde, mi estómago empezó a suplicar por comida y bajé a la cocina. Solo tenía sal. Había engordado en el último mes cuatro kilos y lo único que tenía era sal. Observé los vasitos colocados encima de la encimera. Los ordeno por portales, por la comida que suelen ofrecerme y por el tiempo que llevo sin acercarme a cada apartamento. Me fijé que el vaso asignado al sexto B estaba casi vacío. Así que lo cogí, salí de casa y me dirigí al ascensor. Le di al botón y mientras esperaba me toqué mi creciente barriga.


—Será mejor que suba por las escaleras —dije suspirando antes de acometer las cuatro plantas que me separaban de mi nueva remesa de sal.


Cuando iba por el quinto piso, escuché unos golpes descender por las escaleras. Cristales que se quebraban, puertas que se abrían con excesiva fuerza y un intercambio de reproches entre los que logré entender una única frase:  


—Suelta eso ahí mismo y salgamos corriendo de aquí.


El ascensor comenzó a ascender, me adelantó y se paró en la sexta planta. Me quedé quieto esperando algún movimiento. Era un bloque familiar, muy tranquilo y aquella situación era toda una novedad. Me sequé el sudor en el mismo momento que el ascensor comenzó a descender. Al ver que todo volvía a la normalidad respiré y continué con mi camino.


En el rellano había ropa, un encendedor, una cartera vacía y cristales rotos. Todo parecía provenir del apartamento al que me dirigía. Comencé a andar con lentitud, no había ningún ruido alrededor. Era como si todos los vecinos de aquella planta se hubieran marchado y solo estuviéramos aquellos objetos diseminados por el suelo y yo. Seguí avanzando, la puerta del sexto B estaba entreabierta. Decidí no pensarlo más, coloqué la mano sobre el pomo y empujé. Me encontré un mueble en la entrada con los cajones abiertos y vaciados. Miré al suelo. Los cristales, como si fueran migas de pan, formaban una hilera que me indicaba el camino a seguir. Di un paso. Pisé un vidrio que se había apartado de sus compañeros y el silencio se quebró. Alentada por aquel  sonido, una voz me llegó a borbotones desde el salón.


—A-yuuu-da.


Esquivé como pude aquel río vidrioso y seguí aquella súplica. Me topé con una puerta acristalada  que, agrietada en ángulos filosos, había conocido tiempos mejores. Se podía ver a través de ella. Me asomé apartándome de las aristas y fue entonces cuando lo vi. Manuel, el dueño del apartamento, reposaba sobre un charco de sangre con un profundo corte en el cuello.


—San-ti, avisa a la po-licía —balbuceó mientras señalaba con la mano el teléfono de casa.


Alcé el antebrazo y me acerqué al pomo de la puerta. Pero tenía el puño cerrado. Mi cuerpo parecía querer decirme algo que mi cabeza no llegaba a entender. “¿Tanto tienen que decir? ¿Es que solo quieren escucharse a sí mismos?” El pensamiento cruzó mi cerebro como una exhalación. Aquella sí sería una gran historia. Un asalto, un vecino en apuros y un héroe de la calle que lucha por salvar al desamparado. Se acabarían los relatos repetitivos. Yo sí iba a tener algo interesante que contar.


Durante mi vida había leído hasta el hartazgo novelas de suspense y sabía qué debía hacer a continuación. Toda buena historia necesita un cadáver. Así que, bajé el brazo y me quedé observando el tembloroso cuerpo de Manuel. En su mirada algo cambió. Se había dado cuenta de que no iba a mover ni un músculo por él. Pero, aún así, no despegaba los ojos de mí.  Sus ojos parecían dos diminutas bolas de billar que comenzaban a perder su color. Y en aquella mirada sentí frustración, rabia, ira y, al final, abandono.


Un último aliento salió de su cuerpo. Desde mi posición me cercioré de que no respiraba. Su pecho estaba inmóvil. Me di la vuelta para salir de allí lo más rápido posible pero, al pasar por la cocina, vi sobre la encimera varios granos de sal y un paquete abierto. Me acerqué y llené parte del vaso. Conseguir sal gratis se había convertido en costumbre y no podía dejar pasar una oportunidad como esa.


Llegué a casa y llamé a la policía para alertarles de lo ocurrido. Las sirenas cruzaron las calles escoltadas por curiosos que comenzaban a poblar los balcones. Me llevaron a comisaría y me interrogaron durante horas. Pero tenía todos los ingredientes de mi coartada preparados. Así que, me remangué, liberé mis muñecas para demostrar que no ocultaba nada y comencé a hablar:


—No lo toqué en ningún momento. Cuando llegué, ya estaba muerto. Lo único que yo quería era un poco más de sal.—Levanté el vaso a medio llenar para corroborar mi historia, tragué saliva y dejé una pausa antes de continuar—.  Manuel siempre daba lo poco que tenía. Seguro que si esos malnacidos hubieran ido de buenas él no se hubiera resistido. Era la mejor persona de todo el edificio. —Había condimentado con sensiblería mis palabras. Eso siempre funciona. Además, cocí a fuego lento un par de aspavientos de manos, le agregué unas lágrimas y lo mezclé todo con una mirada dirigida al infinito. La declaración me había quedado en su punto exacto.


Como ocurre en estos casos, lo más obvio se acaba escapando y me creyeron. Salí libre de toda sospecha y el alba me acompañó de vuelta a casa. En el portal, un destacamento de periodistas afilaban sus plumas para atacarme con sus preguntas. Mis vecinos estaban con ellos y apenas distinguía a unos de otros. Llevaba toda la noche sin dormir pero, aún así, me detuve a contestar sin dejarme ni un detalle. Y  todos me escuchaban. El silencio  me  rodeaba mientras mis palabras rociaban sus libretas y su imaginación. Ni una interrupción, ni un pero, ni siquiera un “perdona, no te escucho, ¿puedes hablar más alto?” Para ellos era un héroe, era el vecino ejemplar y, sobre todo, un pobre chico que sufría por haberse topado con tan traumática  situación. Y yo, disfrutaba como nunca.


Como colofón me inundaron de flashes. El calor de los focos provocó que el sudor floreciera en mi frente. Alcé el brazo y, en un gesto instintivo, lo sequé con el dorso de la mano. Aún sujetaba el vaso. Respiré hondo para regalar mi mejor pose, una pizca de sal se coló por mis fosas nasales y tosí. Lo hice con tanta fuerza que el contenido del vaso salió volando. De nuevo estallaron los flashes pero, ahora, no me los dedicaban a mí. La sal se había amontonado en la acera y un cristal manchado de sangre coronaba su cima. Había encontrado el arma homicida. Estaba escondida en el paquete de la cocina, después pasó a mi vaso y, en ese momento, me fotografiaban con ella. Comenzó a llover y aquel montón de salitre se diluyó igual de rápido que mi declaración.


Creo que fue entonces cuando las cámaras cesaron su baile, los halagos de los vecinos se silenciaron y las sirenas volvieron a hacer acto de presencia. Me quedé mirando los restos de aquel condimento que acababa de inculparme. Estaba tan feliz que no podía dejar de sonreír. Por fin, tenía una gran historia que contar.


Fer Alvarado


Mateus #Reload

El reloj del vestíbulo marcaba las siete cuando salimos del hotel. Hacía un frío espantoso, pero decidimos caminar hacia el centro con la intención de dar un agradable paseo. En pocos minutos, llegamos a la Plaza de Rossio, bulliciosa y alegre, y nos hicimos algunas fotos en la estatua de Don Pedro IV. Quedé fascinada con los mosaicos blancos y negros que cubrían el lugar, sus ondas me recordaron, inmediatamente, a las olas del mar y me trasladé, por unos instantes, a las playas de mi tierra.

            ─Vamos a acercarnos al Teatro Nacional ─dijo Daniel.

Era impresionante. Me llamó la atención el pórtico hexástilo con las columnas jónicas y el remate triangular. ¡Fascinante! Cuando nos aproximamos un poco más, mi vista se fijó en la cantidad de indigentes que se resguardaban en él. Unos dormían sobre cartones, otros permanecían de pie con sus botellas de vino en la mano. En un extremo, distinguí a un chaval joven con una gorrita gris y una sudadera negra. No pude ver su cara. Permanecía sentado con el rostro oculto entre las manos y su cabeza inclinada hacia adelante. Por un momento, pensé que dormía en aquella posición tan incómoda. A su lado, se encontraba un perro mestizo de color marrón con una manchita blanca en su hocico que descansaba plácidamente.

De pronto, comenzó una gran batalla. La algarabía del lugar se convertía rápidamente en sonidos estridentes y ruidosos.

─Vámonos de aquí ─dijo Daniel.

Algunas de las personas que se resguardaban en el pórtico, que habían permanecido de pie instantes antes, rodaban por las losetas revolviéndose violentamente. Otras comenzaron a lanzar objetos sobre los que permanecían descansando encima de los cartones y, en cuestión de minutos, una lluvia de botellas estallaba con brusquedad contra el suelo.

─¡Corre! ─repetía Daniel, nervioso.

─¡El chaval! ─grité─. Tenemos que sacarlo de aquí.

Daniel, sin pensarlo, tiró del brazo del joven y lo arrastró en volandas. El perrito corrió desesperado detrás del niño sin abandonarlo ni un solo segundo.

─¿Qué haces aquí? ¿Dónde están tus padres?

El muchacho nos miró estupefacto. No entendió qué ocurría y nos miraba atemorizado.

─Tranquilo, mi niño.

Le acaricie su cabello revuelto con mis manos e intenté calmarlo.

─Mateus, meu nome é Mateus ─pronunció el chaval asustado.

─¿Cómo se llama tu perro? ─preguntó Daniel.

─Bob.

El niño estaba helado y sus ojitos melancólicos nos miraban desconfiados. Entonces, lo cogimos de la mano, nos dirigimos hacia una de las cafeterías más cercanas, le ofrecimos unos deliciosos pastelitos de Belem y un chocolate caliente. Él los saboreó  encantado.

Horas más tarde, la Policía nos informó de que su madre estaba internada y Mateus se había escapado de un centro para menores en el otro extremo del país. No sabían cómo había llegado a Lisboa.

Las autoridades se hicieron cargo del niño, pero nosotros nunca perdimos el contacto. Hoy, varios años después, aquel chaval desamparado es un prometedor estudiante de veterinaria y la alegría de nuestra casa.

El año de los diez by Félix Molina

Fue en septiembre, en uno de los últimos días del verano de dos mil trece, espoleado por la profunda conmoción estética del cómic Las calles de arena, de Paco Roca. Aunque en abril ya había trasteado en WordPress, el invento del amigo Matt Mullenweg que nos ha evitado pesadas cenas o almuerzos indigestos para publicar nuestros escritos..

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UN TOQUE DE SANGRE Y HUMOR NEGRO by Fer Alvarado

Carlos fue colocando las velas una a una encima de la tarta. Al colocar la última, se dio cuenta de que comenzaban a ser demasiadas para la superficie de un único pastel. “Para la próxima, tal vez… Leer más

LECTURAS DE DOMINGO by Paula Castillo Monreal

Iba saliendo de aquel maldito caño –un tubo de cemento de no más de cincuenta centímetros de diámetro en el que había tenido el coraje de meterme para atravesar la carretera– cuando lo conocí. Leer más

MURO DE PIEDRAS by Maya Caravella Castillo

El sonido de la piedra se ahoga al caer sobre la palma de la mano. La mano la recibe, la abraza y la vuelve a lanzar al aire mientras las observa. Ojos de pupilas ponzoñosas, lagrimean pus inyectado en odio. La piedra flota en el aire y vuelve a caer. Leer más


LA MUJER DEL BIKINI NEGRO por Raquel Villanueva

El monte se dibujaba imponente allí mismo, ocupando la mayor parte de la superficie del horizonte visto. Si uno estirara sus manos, tendría la impresión de poder tocarlo, de poder acariciar suavemente aquellas laderas verdes… Leer más

SOBRE LA LÍNEA by Jorge Aldegunde

Quede claro: no era un jugador de fútbol brillante. Ni lo fui entonces, ni después. Con el tiempo aprendí algunos trucos para salir del paso y llegué a pelear cada balón como si fuera el último.. Leer más

DEVUELVAN EL HIELO AL HIELO por Joiel.O

Devuelvan el hielo al hielo, dijeron los ecologistas.  Devuelvan el hielo al hielo, se solidarizaron las feministas transinclusivas, los futbolistas de rodillas antes de los partidos.  Devuelvan el hielo al hielo, rogaron los actores… . Leer más

3 Comments

  • Gladys, Paula y Daniela escribieron de manera libre y contemporánea. Felicitar a todos, especialmente a la revista por traernos a escritores de otro país y lectores de la revista tanto buen contenido.

    • Tengo 6 poetas chilenas más en reserva, jeje, Miriam

    • Tendríamos que hacer una serie de poetas brasileñas…

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